El desconcierto noruego, nuestro desconcierto

Cuando aparecieron en los medios informativos las primeras noticias sobre el atentado con bomba en Oslo se se?al¨® casi inmediatamente a Al Qaeda como la autora del mismo. M¨¢s tarde, la segunda acci¨®n terrorista rompi¨® aquella interpretaci¨®n: el autor no parec¨ªa ¨¢rabe, sus rasgos eran n¨®rdicos. Cundi¨® el desconcierto.

Ahora sabemos que el autor es un noruego muy conservador, fundamentalista, xen¨®fobo y que odia todo lo que huela a izquierdismo. Los extremos se tocan. Ambas posturas, la de Al Qaeda y la que representa este terrorista, son f¨¢bricas de hostilidad y fanatismo.

Esa posibilidad de generaci¨®n de odio e intransigencia no es totalmente ajena a ninguna sociedad, ni a ninguna ideolog¨ªa, ni a ninguna religi¨®n. El final de esos procesos de producci¨®n intelectual de odio y fanatismo es siempre la violencia: la destrucci¨®n del que piense distinto.

Democracia, tolerancia y di¨¢logo son las armas para combatir esas actitudes. Pero no hay garant¨ªas de que siempre funcionen: Noruega acaba de demostrarlo. Aunque si caemos en la tentaci¨®n de suprimirlas o limitarlas nos acercaremos peligrosamente a las actitudes que pretendemos combatir. Ese es el gran dilema de las sociedades democr¨¢ticas contempor¨¢neas.