Un pa¨ªs donde el petr¨®leo es de todos
La matanza revela un nuevo miedo social, la amenaza cultural y no la crisis
En el primer d¨ªa veraniego de la ¨²ltima semana, Oslo recuper¨® ayer su estampa de poblach¨®n pac¨ªfico y amable. Sus habitantes se muestran decididos a conservar el modelo de convivencia que Anders Breivik trat¨® de dinamitar con su doble atentado de Oslo y Utoya. Noruega disfruta de un Estado del bienestar muy bien engrasado por los miles de millones de euros que obtiene del petr¨®leo. Pero no solo: antes de que comenzaran a explotar sus reservas del Mar del Norte en 1971, la llamada "econom¨ªa continental" noruega funcionaba sin sobresaltos. La presi¨®n fiscal era relativamente alta y las arcas p¨²blicas encontraban suficientes fuentes de ingresos.
El tesoro f¨®sil bajo el mar descubierto en 1969 es un gigantesco seguro social. Tras constatar el vertiginoso crecimiento de las ganancias petroleras, el Estado decidi¨® en 1990 crear un fondo de inversi¨®n en el que depositaron las primeras coronas noruegas en 1996. Hoy, el llamado Fondo del Estado (SPU) controla el 1% de las acciones que se venden en los parqu¨¦s globales. Seg¨²n destacaba ayer el secretario de Estado de Hacienda, Morten Soberg, es el mayor fondo de inversi¨®n del mundo con m¨¢s de 400.000 millones de euros en activos. De todos los noruegos.
Pese a esta opulencia p¨²blica y a la sensatez con la que el Estado invierte y gasta su dinero, la masacre del viernes puso de manifiesto en Noruega un debate que hasta ahora no hab¨ªa trascendido en el exterior. Seg¨²n explicaba el antrop¨®logo Thomas Eriksen, "es un miedo nuevo que no se basa en lo econ¨®mico ni en los viejos recelos por la amenaza al empleo [el paro en Noruega no llega al 4%], sino en la percepci¨®n de una amenaza cultural". Parad¨®jicamente, esta se articula a veces desde posiciones pol¨ªticamente correctas: destacando la discriminaci¨®n femenina entre los musulmanes o su supuesta homofobia.
Al visitante de Oslo se le escapar¨¢ el r¨ªo Akerselva. Soterrado en muchos tramos, a su oeste quedan los barrios m¨¢s acomodados. Al este, las zonas donde se concentran los inmigrantes. Algunas mujeres pasean con pa?uelo isl¨¢mico por las calles orientales, que cuentan con menos jardines y casas unifamiliares que el oeste. Pero comparado con los distritos marginales de Marsella o Madrid, el este de Oslo sigue pareciendo un lugar medianamente acomodado. Seg¨²n explicaba Soberg, "depende de con qu¨¦ se compare... Pero en t¨¦rminos absolutos apenas hay pobres en Noruega".
Al oeste de la ciudad, la profesora Nina Witoszek se?alaba un grupo de edificios a pocos kil¨®metros de su balc¨®n: "Ah¨ª viv¨ªa nuestro c¨¦lebre vecino". Breivik, que en su manifiesto acusa al profesor Eriksen de "vivir en barrios donde no hay inmigrantes", tambi¨¦n creci¨® en un barrio as¨ª. Para Witoszek, los actos de Breivik fueron un "s¨ªntoma" de los errores cometidos en la integraci¨®n de inmigrantes. En el debate p¨²blico, Eriksen y la profesora defienden a menudo tesis enfrentadas: ella es provocadora y de pensamiento rotundo. ?l representa posiciones de centroizquierda. Ella acusa de "ingenuidad vocacional" a los dirigentes "que no quieren ver la realidad de la mala integraci¨®n". Para ambos, Breivik ha supuesto una sacudida. Coinciden en que la convivencia mejorar¨ªa si se ampliaran las voces de los inmigrantes m¨¢s all¨¢ del Consejo Isl¨¢mico. Ven en Breivik y Osama bin Laden a un par de "gemelos simbi¨®ticos" que buscan la misma meta.
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