Juan Antonio Manostijeras
Un dise?ador sevillano se cans¨® de decorar discotecas y cre¨® en San Mart¨ªn de Valdeiglesias un jard¨ªn de esculturas silvestres con especies de todo el mundo
?rase una vez un dise?ador sevillano que, inspirado en la pel¨ªcula de Eduardo Manostijeras, quiso llevar a cabo un sue?o: crear sus propias esculturas silvestres en un lugar id¨ªlico donde imaginaci¨®n y naturaleza se dieran la mano. "Dej¨¦ de decorar discotecas y empec¨¦ a esculpir patitos", explica Juan Antonio Pizarraya.
Hace cinco a?os descubri¨® una colina repleta de vi?as abandonadas en San Mart¨ªn de Valdeiglesias, un municipio en la sierra oeste de Madrid. Desde el primer momento supo que en este paraje natural podr¨ªan vivir tranquilos personajes mitol¨®gicos como R¨®mulo y Remo, un centauro, animales fabulosos como el unicornio y el drag¨®n, esculturas hist¨®ricas o de cuento, rodeados de 560 especies vegetales de todo el mundo. Vendi¨® su casa de Madrid y el apartamento de la playa para comprar los m¨¢s de 25.000 metros cuadrados que tiene el peculiar jard¨ªn. Pero no era suficiente para sufragar el mill¨®n y medio que supon¨ªa la inversi¨®n, y tuvo que tocar a la puerta de los bancos. Est¨¢ completamente hipotecado, pero feliz. Hace apenas cinco d¨ªas que el parque abri¨® sus puertas y ya ha recibido 1.200 visitas.
"Hay que saber domar el vegetal y para ello necesitas mucha paciencia"
"?Por d¨®nde vais? ?Socorro, no podemos salir!". Los ni?os se han quedado atrapados en el laberinto m¨¢gico. Javier Mor¨®n, de nueve a?os, ha conseguido salir el primero. Ahora, todos a la ruta de la Prehistoria: "?A luchar contra los dinosaurios!". Son las 12.00 y el sol aprieta con fuerza en el cerro de Guisando, donde se asienta El Bosque Encantado. A Pinocho, los rayos le dan en su puntiaguda nariz. Blancanieves y los enanitos no saben d¨®nde resguardarse. Los duendes, escondidos entre matorrales, disfrutan, desde su peque?o monte, de las incre¨ªbles vistas de San Mart¨ªn, una localidad de 8.000 habitantes. Al acecho, cuid¨¢ndolos d¨ªa y noche, vive y trabaja Juan Antonio Pizarraya.
Un pirata verde con cara de enfadado conduce el tim¨®n de un barco imaginario en la Ruta de los Cuentos. Quiz¨¢ sea porque a sus pies hay un cofre vac¨ªo. El genio, que consigui¨® salir de la l¨¢mpara, est¨¢, sin embargo, la mar de contento. La m¨²sica de Enya suena de fondo.
La mayor¨ªa de las 300 estatuas silvestres que hay est¨¢n hechas de ligustrum, una especie bot¨¢nica que se cultiva en la zona mediterr¨¢nea, crece r¨¢pido y aguanta bien tanto el calor como el fr¨ªo. Las cabras, sin embargo, son de boj, una planta que tarda m¨¢s en crecer y es muy delicada. Pizarraya ha dise?ado y creado 55 figuras.
"El resto, son de importantes escultores europeos", comenta orgulloso. El drag¨®n, uno de los preferidos por los visitantes, procede de Holanda. Al creador, sin embargo, le gusta m¨¢s la carroza de los enamorados. "Yo les mandaba el dibujo y ellos me enviaban la escultura soldada con hierros. En el jard¨ªn recubr¨ªamos la estructura con ligustrum".
Las figuras han tardado en crecer entre uno y tres a?os. Es que el arte topiario requiere su tiempo. "Hay que saber domar el vegetal y para ello necesitas tener mucha paciencia", opina Pizarraya. El crecimiento de Blancanieves, por ejemplo, fue muy complicado. Pasaron tres a?os hasta que la planta se adapt¨® a la forma.
Cirilo D¨ªez y Mar¨ªa Luisa P¨¦rez, procedentes de Cadalso, paseaban ayer por la ma?ana con sus nietas Paula y Luc¨ªa, de 9 y 7 a?os, por la ruta de los cactus. Cuidado con el asiento de suegra, un cactus original de M¨¦xico que puede parecer un c¨®modo sill¨®n para soldados y princesas, pero sus p¨²as son peligrosas. La fresca sombra de sauces llorones e higueras, por el contrario, s¨ª invitan al descanso. La informaci¨®n de las plantas corri¨® a cargo de un bi¨®logo amigo de Pizarraya, que se encarg¨® de buscarlas y clasificarlas.
Los 105 ni?os del campamento de Villa del Prado, cercana a San Mart¨ªn, aprovecharon la escasa afluencia de visitantes de ayer por la ma?ana para hacerse los due?os y se?ores del parque. "El mayor n¨²mero de turistas se anima al caer el sol", comentaba Javier, el conductor del Bosque Encantado que, cada 15 minutos, de 10 de la ma?ana a 10 de la noche, recoge a los visitantes en la estaci¨®n de San Mart¨ªn. El precio de la entrada si te subes en el autocar son ocho euros. En coche propio, diez. Mientras los mayores se lo pasaban pipa en el laberinto y la Ruta de la Prehistoria, los peque?os desfilaban por parejas custodiados por los monitores.
Pizarraya, con la m¨¢quina de podar en las manos, se encontr¨® con el grupo. Dani y ?lvaro, unos mellizos de cuatro a?os, aprovecharon la ocasi¨®n para preguntarle al se?or del bosque: "?Podemos venir otro d¨ªa?".
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