Barenboim vuelve a la arena
La orquesta West-Eastern Divan, compuesta por jud¨ªos, palestinos y espa?oles, arranca su gira mundial en Ronda con la incertidumbre sobre su futura continuidad en Sevilla
Daniel Barenboim tiene un capricho antes de salir a escena: un zumo de naranja natural. No es una man¨ªa ni un ritual, es eso, solo un capricho. "Tambi¨¦n me gusta tomarme un buen caf¨¦, pero no es una man¨ªa. No creo en esto de crearse costumbres para ocasiones especiales, porque si necesitas un zumo de naranja natural antes de subir al escenario, y por lo que sea luego no lo encuentras, es un problema. El d¨ªa del concierto hay que vivirlo como una ocasi¨®n normal: si tengo hambre, como, y si no tengo hambre, no", explica el maestro. La noche del s¨¢bado, Daniel Barenboim abri¨® la gira de la orquesta West-Eastern Divan en la plaza de toros de Ronda, anoche hizo lo propio en Sevilla y hoy acudir¨¢ a su cita anual con la plaza Mayor de Madrid. De ah¨ª partir¨¢ a China y Corea para cerrar el tour en Lucerna, Salzburgo, Berl¨ªn y Colonia, donde grabar¨¢ la integral sinf¨®nica beethoveniana. El inicio de la gira arranca con la incertidumbre sobre su futura continuidad en Sevilla, ya que el apoyo financiero que recibe de la Junta de Andaluc¨ªa podr¨ªa suprimirse si el PP gana las elecciones en la comunidad. "Si el PP llega a gobernar, la Fundaci¨®n Barenboim-Said no continuar¨¢", declar¨® en enero el portavoz de Cultura del PP en el Parlamento andaluz, Antonio Garrido. Nada de medias tintas. Al maestro Barenboim, sin embargo, parece no preocuparle. "La fundaci¨®n no es pol¨ªtica, sino una organizaci¨®n aceptada y querida por los espa?oles y, sobre todo, por los andaluces. No es la fundaci¨®n de un partido", explica.
"Cuando se edific¨® esta plaza de toros, Beethoven ten¨ªa solo 14 a?os"
El PP andaluz asegura que la fundaci¨®n no seguir¨¢ si gobierna
Aunque el Gobierno andaluz le d¨¦ en marzo la espalda, ya ha programado los conciertos de la temporada 2012-2013 y Madrid y Sevilla parecen ser plazas irrenunciables para el Divan, que toc¨® por primera vez en Sevilla hace nueve a?os.
Daniel Barenboim se aloja en el Parador, a escasos metros del imponente Tajo de Ronda. Desde su terraza ve la serran¨ªa en el horizonte, un paisaje "maravilloso" al que se suma un escenario que le fascina: la plaza de toros m¨¢s antigua de Espa?a. Es lo primero que ve despu¨¦s de dormir una siesta larga y comerse un helado de chocolate con almendras. All¨ª le cita la orquesta para la prueba ac¨²stica a menos de dos horas del concierto.
El director cruza la puerta dos de la plaza con los ojos a¨²n entrecerrados, reci¨¦n levantado pero apresurado para un ensayo al que sabe que llega media hora tarde. Se pasea por el escenario erigido para la ocasi¨®n con el ce?o fruncido y rodeado de un grupo de asistentes que lo persiguen a un par de metros de distancia, pero sin decirle nada. "Esta plaza es la m¨¢s antigua, ?no? ?De cu¨¢ndo es?", pregunta Barenboim. Sus acompa?antes se ponen nerviosos: nadie lo sabe. Al momento, aparece uno de los responsables de la plaza para confirmarle al director que la de Ronda se levant¨® en 1784. A pesar de que est¨¢ un poco distra¨ªdo, no se sabe si por el inminente comienzo de la gira o porque a¨²n no se ha repuesto del sue?o de la tarde, el director es un meditador compulsivo. De cada gesto puede sacar una reflexi¨®n y de cada dato, una relaci¨®n a trav¨¦s de los siglos. "Entonces, este es un lugar m¨¢s antiguo incluso que las obras que vamos a tocar. Cuando se termin¨® esta plaza, Beethoven a¨²n ten¨ªa 14 a?os, y no hab¨ªa compuesto ni la Cuarta ni mucho menos la S¨¦ptima sinfon¨ªa. ?Qu¨¦ bonito!", piensa en alto Barenboim.
Su aspecto es el t¨ªpico del maestro en sus citas veraniegas con esta orquesta fusionada de palestinos, israel¨ªes y espa?oles. Camisa ligera de manga corta estilo hawaiano, pantal¨®n claro y unos mocasines de piel azules. Ha sumado al conjunto unas gafas de aviador con las que dirige a Beethoven desde un pedestal de m¨¢s de medio metro de altura sobre la orquesta. Desde all¨ª, mira instintivamente al p¨²blico de vez en cuando buscando una mirada en la que apoyarse. Sus enfados llegan, como m¨¢ximo, a la cl¨¢sica pataleta que puede culminarse con un Barenboim que refunfu?a sin alzar la voz. "Paula, cuidado", advierte a una violista sin dejar de mover la batuta. No solo conoce a los m¨²sicos que tiene delante, sino que sabe sus nombres y detecta de d¨®nde viene el sonido imperfecto. "Yo hago m¨²sica lo mejor que puedo. En el Divan hay m¨²sicos de muchos niveles de experiencia, desde un miembro de la Filarm¨®nica de Berl¨ªn hasta gente que est¨¢ estudiando", explica en un descanso.
Aunque se confiese en contra de las man¨ªas, de lo que no puede desprenderse es de su particular manera de dirigir. Lo mismo se baja del podio en pleno sforzando para leer en la partitura del primer viol¨ªn que da un zapatazo y usa la batuta como si fuera una espada para marcar el ataque. Al otro lado, la orquesta sabe leer cada gesto, por muy insignificante que sea. "El secreto del Divan es que todos piensan lo mismo sobre la m¨²sica. Empieza una frase de los segundos violines y los 16 est¨¢n pensando en la direcci¨®n de la frase, que va hacia el cuarto comp¨¢s y no hacia el quinto", explica el director.
Despu¨¦s de un d¨ªa sin excentricidades ni peticiones extraordinarias para el camerino, Barenboim demuestra que su ¨²nica man¨ªa es la de llegar tarde. Hace esperar al p¨²blico de Ronda media hora hasta que comienza el concierto, que abre la orquesta Al-?ndalus, hermana peque?a y cantera del Divan, con la Sinfon¨ªa n? 35, de Mozart. Luego viene el Divan con la Cuarta y la S¨¦ptima de Beethoven y el p¨²blico despide con una ovaci¨®n al director argentino-israel¨ª. Despojado de la tribuna, Barenboim no es m¨¢s que un hombre normal que solo quiere irse a cenar con sus m¨²sicos y regresar al Parador para contemplar la serran¨ªa antes de dormir. "Andaluc¨ªa es el lugar del Divan. Es el ¨²nico sitio del mundo en el que jud¨ªos y musulmanes han vivido en una paz real", comenta el maestro.
Siguiente parada: la plaza Mayor
El director acudir¨¢ esta noche a la plaza Mayor de Madrid, una cita anual que se ha convertido junto con Sevilla en el punto de encuentro con el p¨²blico espa?ol. "En Madrid no se pueden hacer programas tan largos. En la plaza Mayor hay que optar por otro tipo de concierto. Eso no quita que el p¨²blico de Madrid sea extraordinario", explica el director.
"Un a?o toc¨¢bamos la Obertura de Beethoven y la Sinfon¨ªa Pat¨¦tica de Chaikovski y, entre medias, las Variaciones para orquesta de Sch?nberg. Yo hablaba con el alcalde, con Alberto , un gran mel¨®mano, y me dec¨ªa que le daba pena que no toc¨¢ramos en Madrid las variaciones, porque el concierto iba a ser muy largo. Entonces, sub¨ª al escenario y, tras la Obertura, le dije al p¨²blico que ¨ªbamos a tocar las variaciones, una obra dificil¨ªsima, en honor a Alberto", explica el director.
El concierto de esta noche afianza una tradici¨®n: el Divan ha sido una constante en los Veranos de la Villa desde 2006. En esta ocasi¨®n, el programa lo forman la Quinta Sinfon¨ªa de Beethoven y el Adagio de la D¨¦cima de Mahler, el ¨²nico fragmento que el compositor dej¨® terminado de la obra antes de su muerte, efem¨¦ride de la que se cumplen 100 a?os en 2011.
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