Todo es mentira (y lo sabes)
En agosto todo es mentira. O lo parece. Nuestras actividades, el entorno, las compa?¨ªas son hoy una versi¨®n alterada de la cotidianidad. Y lo sabemos. Por eso a veces cuesta sentir que los acontecimientos suceden realmente, es dif¨ªcil tomar consciencia de la verosimilitud de estos d¨ªas.
Flotamos en la provisionalidad, en un oc¨¦ano de excepci¨®n donde se ha suspendido el trabajo, el despertador, los calcetines y hasta la familia. La televisi¨®n es un depauperado suced¨¢neo de la programaci¨®n regular. Los rostros de los periodistas sustitutos habl¨¢ndole al micr¨®fono desde las playas, los presentadores e incluso los protagonistas de los sucesos parecen personajes de ficci¨®n. Los muertos del verano, en las carreteras, en los incendios, en las piscinas... las v¨ªctimas de Noruega o los dos hombres fallecidos en el gimnasio de Madrid la semana pasada, los desastres meteorol¨®gicos, la econom¨ªa desahuciada, en general, la pel¨ªcula de terror del telediario estival se observa con distancia. Horror y toneladas de forzada frivolidad se mezclan sobre las pantallas parpadeando en las terrazas min¨²sculas de los pisos alquilados en la playa, en los salones de un Madrid olvidado de s¨ª.
Al contemplar nuestro yo del invierno, investido de preocupaciones y estr¨¦s, no nos reconocemos
Ni siquiera hace el calor de siempre. La temperatura no act¨²a como una referencia estacional, hemos entrado en agosto aguardando a que la can¨ªcula nos sorprenda como un delincuente en llamas. A la espera. En el inmenso purgatorio del verano, fugaz y mentiroso, maravillosamente traicionero. Mientras los madrile?os abandonamos la villa, Madrid se transforma, se desvirt¨²a, se traviste de urbe apacible y casi silenciosa, con tiempo para la siesta y mercados chic con sillas libres. Desertamos de nuestra ciudad sin comprender que en el mismo instante en que lo hacemos Madrid muta, as¨ª que no nos fugamos de la poblaci¨®n recordada, del modelo del invierno, sino que atr¨¢s dejamos una metr¨®poli tambi¨¦n alejada de su ser. Breve y falsa.
Y en esta atm¨®sfera de provisionalidad y espejismo, tanto si nos hemos quedado en casa como si hemos burlado a la rutina en una calita de Formentera o Camboya, tratamos de encontrarnos. Una espeleolog¨ªa interior en un momento y en un entorno que, sin embargo, tienen que ver menos que nunca con nosotros mismos. Buscamos "desconectar", pero ese unplugged vital no significa abandonar nuestra verdadera personalidad sino entrar en contacto con ella. Porque en agosto, al contemplar nuestra estampa del invierno, nuestro yo investido de preocupaciones y estr¨¦s, de velocidad y bufanda, no nos reconocemos. Creemos ser fieles a nuestra aut¨¦ntica esencia hoy, flotando en el ocio, finalmente a los mandos de los d¨ªas, con la capacidad de escoger los espacios y la compa?¨ªa con quien invertir nuestro tiempo puro.
Rastreando nuestra versi¨®n m¨¢s sincera en un escenario fantasma. As¨ª transcurrir¨¢ este mes para muchos madrile?os. Es complicado encontrar la sinton¨ªa entre el entorno y la identidad. Quiz¨¢ en otro momento pensamos que Madrid condicionaba nuestro car¨¢cter. Que deb¨ªamos amoldarnos a los caprichos, los placeres y la tiran¨ªa de nuestra ciudad. A lo mejor somos as¨ª de exigentes, de irascibles, de inquietos, de insomnes, de cultos o de prepotentes por vivir en esta capital. Pero hoy, m¨¢s que nunca, empezamos a primarnos frente al lugar de residencia. Madrid no tiene por qu¨¦ ser una imposici¨®n. No debemos acoplarnos, malearnos conforme a la idiosincrasia y la fisonom¨ªa de esta comunidad. Es posible que nuestra personalidad encaje mejor, se potencie y enriquezca en otras latitudes. Antes nosotros que Madrid.
Y aprovechando la crisis laboral, la crisis amorosa, la crisis de felicidad mundial, ya no solo so?amos, sino que evaluamos seriamente ampliar el horizonte. Los viajes en agosto por Espa?a y el mundo, la propia visi¨®n de un Madrid reinventado, nos abren los ojos y las maletas. Vay¨¢monos. Busquemos trabajo, romances, alquileres, enemigos, conciertos en otra parte. Ese yo sincero que creemos hallar o que, al menos, no cesamos de buscar en vacaciones, es posible que est¨¦ en otro lugar. En un escenario que hoy nos parece totalmente extra?o o fabuloso pero que, una vez conquistado con la bandera de la cotidianidad, se convertir¨¢ en un planeta mucho m¨¢s aut¨¦ntico que este Madrid fingido o que la aburrida playa levantina donde insistimos en enterrarnos a?o tras a?o.
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