Magnus Malan, el rostro m¨¢s cruel del 'apartheid'
Fue ministro de Defensa del r¨¦gimen racista sudafricano
La historia de la familia Malan est¨¢ ligada a los peores oprobios cometidos durante los muchos siglos de predominio blanco en Sud¨¢frica. Desde las actitudes de desd¨¦n cotidianas para con los negros hasta la arquitectura del apartheid, en el r¨¦gimen de segregaci¨®n racial vigente durante buena parte del siglo XX, siempre hubo un Malan blandiendo el l¨¢tigo, real o figurado, contra los negros. Una cadena pr¨¢cticamente ininterrumpida hasta Magnus Malan (Pretoria, 1930), ministro de Defensa del r¨¦gimen racista de Pretoria, muerto el pasado 18 de julio a los 81 a?os. Pero Magnus Malan lleg¨® m¨¢s all¨¢ que sus antepasados y, lejos de limitarse a Sud¨¢frica, sembr¨® de violencia otros pa¨ªses de la regi¨®n. Financi¨® a una de las m¨¢s conocidas guerrillas del continente, la angole?a Unita, que combat¨ªa al Gobierno comunista de Luanda, y despleg¨® tropas en Lesotho, Mozambique, Zambia y Zimbabue para yugular las bases del Congreso Nacional Africano (CNA), el movimiento de liberaci¨®n negro. El ?frica poscolonial fue uno de los tableros de juego de la guerra fr¨ªa, y Malan ve¨ªa comunistas por doquier. Negros, comunistas y liberales eran para ¨¦l bestias pardas que batir. Aunque, puestos a elegir una sola, se quedaba con todo lo que viniera de Mosc¨².
Se le juzg¨® -y absolvi¨®- por los cr¨ªmenes de bandas paramilitares
Duro, casi abrasivo en sus maneras, Magnus Malan no estaba especialmente dotado para la pol¨ªtica, pero s¨ª para acumular galones. Desde que ingres¨® como cadete en la escuela militar hasta que lleg¨® en 1976 al Alto Estado Mayor de la Fuerza de Defensa sudafricana, Malan sosten¨ªa que su pa¨ªs -es decir, la Sud¨¢frica ¨²nicamente blanca- estaba rodeado de enemigos y por ende en permanente estado de guerra. El fin justificaba para ¨¦l cualquier medio, incluida la creaci¨®n, durante la presidencia de Pieter W. Botha en los a?os ochenta, de la Oficina de Cooperaci¨®n Civil, un escuadr¨®n de la muerte encargado de sofocar las revueltas en los territorios negros, los bantustanes que, por cierto, ayud¨® a poner en pie su antepasado Daniel F. Malan en 1948. Tras declararse el estado de emergencia en 1986, Magnus Malan declar¨® que la democracia carec¨ªa de relevancia para los negros.
Presionado por la comunidad internacional, el presidente Frederik W. de Klerk admiti¨® a comienzos de los noventa la necesidad de una soluci¨®n pac¨ªfica al conflicto racial y vio en Malan un impedimento. De Klerk dej¨® hacer a los jueces y en 1990 la Oficina de Cooperaci¨®n Civil, el escuadr¨®n a las ¨®rdenes de Malan, fue acusado de perpetrar operaciones en la provincia de KwaZulu-Natal, as¨ª como del asesinato de dos activistas antiapartheid. La investigaci¨®n demostr¨® tambi¨¦n el desv¨ªo de millones de rands en pagos no autorizados a los paramilitares. Suficiente para mostrar a Magnus Malan la puerta de atr¨¢s del Gabinete. En 1995, dos a?os despu¨¦s de que Nelson Mandela se convirtiera en el primer presidente negro del pa¨ªs, Malan, junto a 19 subordinados suyos, hubo de v¨¦rselas en un tribunal por la matanza de 13 activistas del CNA, en 1987. Fueron todos absueltos, pero Malan carg¨® desde entonces con el sambenito de militar de mayor rango procesado en Sud¨¢frica.
Descendiente de hugonotes radicados en la regi¨®n a fines del siglo XVII, tuvo que digerir uno de esos escasos actos de justicia po¨¦tica con que el mundo pone a veces las cosas -y a las personas- en su sitio. Su hijo Rian se exili¨® de Sud¨¢frica durante ocho a?os, incapaz de digerir la injusticia racial y la culpa de saberse entre los injustos. La oveja negra de la familia ha narrado en un desgarrador testimonio (Mi coraz¨®n de traidor, Anagrama, 1992) la amargura de ser hijo -y nieto, y bisnieto, y tataranieto- de racistas y, pese a sus denodados intentos, de no poder estar nunca lo bastante cerca de los negros.
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