Tres veces la primera vez
Acontecimientos como la primera vez convocan temores primordiales y entusiasmos vehementes. Si la primera vez resulta dulce y sublevante uno queda inmunizado contra el sufrimiento; pero si la primera vez nos sale tr¨¢gica y deprimente uno se vuelve aprensivo al placer. El azar ha querido que la primera vez sea una loter¨ªa y que de esa t¨®mbola dependa nuestra felicidad. Por eso los padres tenemos la insobornable responsabilidad de tutelar la primera vez de nuestros hijos. Y as¨ª me arm¨¦ de valor y llev¨¦ a mi Andr¨¦s al estadio, cuando comenzaba la temporada 2001-2002 y un Real Betis reci¨¦n ascendido jugaba contra el Real Madrid de Figo, Zidane y Ra¨²l.
Mi hijo ten¨ªa entonces cinco a?os y todav¨ªa envidio su estrella, porque perdi¨® la inocencia futbolera contemplando una goleada del Betis sobre el Real Madrid. O sea, tiene la inocencia invicta, lo que en t¨¦rminos balomp¨¦dicos significa que su mentalidad ser¨¢ ganadora y que jam¨¢s le faltar¨¢ la ilusi¨®n. Y estoy persuadido de que nunca en toda su vida olvidar¨¢ la noche grandiosa en que pis¨® por primera vez un estadio.
Me asegura mi viejo que mi primera vez tuvo lugar cuando ten¨ªa cuatro a?os y que fuimos a ver un partido de la U contra Boca Juniors. No obstante, yo no conservo memoria de aquel encuentro y ¨¦l tampoco lo recuerda muy bien. Mala cosa. Seguro que perdimos, que nos sacaron la chochoca, que a la salida no me compr¨® ni michi y que m¨¢s de 40 a?os despu¨¦s todav¨ªa no quiere admitirlo. A m¨ª me toc¨® esa cruz y por eso soy propenso a la derrota, resignado a las calabazas y propicio al psicoan¨¢lisis.
En cambio, Andr¨¦s ha memorizado los c¨¢nticos de triunfo, sucumbi¨® al hechizo minucioso del papel picado, se dej¨® hipnotizar por el baile verdiblanco de miles de bufandas y comulg¨® del hot dog caliente que cifra el partido del mundo. Andr¨¦s durmi¨® aquella noche con su camiseta del Betis, porque estaba convencido de que ¨¦l le dio suerte al equipo. Benditos sean los talismanes que rezan "Betis de la guarda, dulce compa?¨ªa".
En realidad, ganarle al Madrid es mejor que ganarle al Sevilla, precisamente porque no es algo personal. Cuando pierde el m¨¢ximo rival solo pierde ¨¦l; mas cuando le ganas al Madrid le ganas de paso a todos los dem¨¢s. Por eso envidio a mi hijo Andr¨¦s: primera vez y encima m¨²ltiple.
Sin embargo, mi escena primaria siempre me juega malas pasadas. ?Cu¨¢ntos nos meter¨ªa Boca? (en la escena primaria siempre hay alguien que la mete). Pero ya no importa: nuestro Betis acaba de ascender y habr¨¢ que luchar -como Proust Lee- contra el tiempo perdido, porque el Sevilla ha ganado Uefas, Copas del Rey y Supercopas de Europa. "?Por qu¨¦ somos del Betis, pap¨¢?" -me pregunta Andr¨¦s, que ya tiene 15 a?os-. "?Por qu¨¦ no somos del Bar?a, del Madrid o del Sevilla?". He tenido que explicarle que nuestro grito de guerra casi es un anuncio de autoayuda -"?Viva el Betis manque pierda!"- y que por eso los Betis Men nos curamos mejor que cualquier Lobezno.
Si fuera argentino o brasile?o no tendr¨ªa problema en ser del Bar?a o del Real Madrid, pero como los peruanos siempre perdemos no podemos ser hinchas de los equipos que ganan siempre. O ganamos con ¨¦pica o perdemos con gloria. No somos griegos, sino troyanos. Y aunque como hijo de padre peruano Andr¨¦s lleva el estigma de la derrota, al menos su primera vez fue mejor que la m¨ªa.
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