Quedarse en bragas
A este verano extra?o basta con subirle la persiana para conciliar el sue?o, y en este verano extra?o ocurren titulares que importan de verdad: gente que lucha, y frente a ellos quienes responden imponiendo el silencio. Quiz¨¢ en futura solidaridad con las altas temperaturas -por si llegaran- y el bajo consumo de energ¨ªa -a saber, la factura de la luz-, el Ministerio de Educaci¨®n ha optado por obligar a cientos de becarios FPU a quedarse en bragas. La regla de tres nunca falla: a menos ropa, menos calor y menos ventiladores funcionando. Me supongo.
El Ministerio de Educaci¨®n lanza cada a?o una convocatoria de estancias breves para que los becarios FPU, quienes escriben su tesis doctoral y comienzan su labor docente en la universidad, se desplacen a otros centros nacionales e internacionales y colaboren con investigadores de prestigio, ampliando redes que beneficiar¨¢n a su universidad habitual. Este curso se han rechazado cuatro de cada 10 solicitudes, pese a que su n¨²mero hab¨ªa descendido, y a que en condiciones normales se autorizan casi todas. Este salvaje recorte ha perjudicado a quienes, conscientes de que las cosas de palacio y de burocracia avanzan con lentitud, hab¨ªan iniciado tr¨¢mites y molestado a sus anfitriones -a los que transmitimos una imagen penosa-, comprado billetes de avi¨®n o entregado se?ales para no dormir bajo puentes, al fresquito. Exceso de confianza, opinar¨¢ alguien; yo me inclino por confianza en que quienes deben hacer las cosas bien las hagan, en efecto, bien.
El problema de los recortes surge cuando afecta al futuro, lejos de esta mala temporada
La crisis ha restado cifras a todos los presupuestos, cancelado programas... Lo aceptamos, lo comprendemos. El problema surge cuando esta decisi¨®n afecta al futuro, lejos de esta mala temporada, y cuando sus responsables arremeten desconociendo la situaci¨®n, y cuando un an¨¢lisis de las cifras revela que -con la partida destinada a estas ayudas- la situaci¨®n podr¨ªa haberse evitado. No solo es que el Ministerio de Educaci¨®n paralice las tesis doctorales en las que ha invertido dinero durante a?os, sino que -c¨ªrculo vicioso mediante- perjudica a una generaci¨®n de investigadores: para optar a una futura plaza en la universidad, una vez doctorados, les solicitar¨¢n unos requisitos a los que la denegaci¨®n de estas ayudas les impide acceder. Porque que el Ministerio te conceda esta estancia no significa que te ingrese un dinero, lo de menos, sino que apoya tu investigaci¨®n en ese otro centro y refrenda su inter¨¦s y calidad. Sin esta menci¨®n, aunque t¨² te desplaces por tu cuenta a esa universidad, y realices la investigaci¨®n que ya hab¨ªas previsto y que necesitas para avanzar en tu trabajo, no sirve de nada en tu curr¨ªculo: necesitas el sello del Ministerio. Este recorte torp¨ªsimo no se ha limitado al dinero, por tanto, sino que -si no se subsana- arrebata a cientos de investigadores la posibilidad de optar a un puesto de trabajo en igualdad de condiciones con quienes se licenciaron dos a?os antes o, si la situaci¨®n se mejora y restablece, se graduaron tres cursos despu¨¦s.
Lo m¨¢s curioso es que, con un manejo inteligente del presupuesto con el que se contaba, la situaci¨®n podr¨ªa haberse evitado. El Ministerio de Educaci¨®n prev¨¦ cantidades tanto para el viaje como para la subsistencia diaria, con un m¨¢ximo de 50 euros al d¨ªa en concepto de dietas: esta cantidad tope se ha concedido a la mayor¨ªa de los afortunados, sin tener en cuenta a qu¨¦ pa¨ªs se desplazan, e incrementando con generosidad la cantidad que ya reciben por su beca. Si las tijeras se utilizasen pensando mientras, calculando antes, no habr¨ªa resultado dif¨ªcil comprobar que -ajustando las cantidades y conscientes de que ya se disfruta de una beca- los 428 investigadores sin estancia habr¨ªan sido muchos menos. El desprop¨®sito contin¨²a ante una baremaci¨®n de la que nadie hab¨ªa avisado, cuyos criterios no se hab¨ªan publicado previamente, y cuya puntuaci¨®n definitiva no entienden los propios becarios, y ante las declaraciones de un director general que tacha de inmaduros a quienes han respondido a este delirio con argumentos y pruebas.
Disculpar¨¢n que este art¨ªculo no se ocupe solo de Madrid: ha ocurrido aqu¨ª y ocurre en Granada, en Santiago o en Valencia, y al mismo tiempo sucede en voz baja, como tanto. La crisis ha originado situaciones m¨¢s graves, pero me ha sorprendido la mala gesti¨®n de este caso, lo sencillo que parec¨ªa buscar una alternativa, y la irresponsabilidad con la que se asumen las consecuencias de dejar sin futuro a aquellos en quienes ya hab¨ªas confiado. A la burocracia, nunca pensamos lo contrario, le falta coraz¨®n; ahora, como sospech¨¢bamos, tambi¨¦n cerebro.
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