Rabia en Londres
El Gobierno de Cameron tarda en reaccionar ante los excesos de una violencia social y racial
Londres vive desde la noche del pasado s¨¢bado una de las m¨¢s graves explosiones de violencia callejera que ha conocido la ciudad. El origen de los disturbios fue la muerte de un habitante negro del barrio de Tottenham, Mark Duggan, cuando la polic¨ªa intentaba detenerlo. Lo que comenz¨® como una protesta pac¨ªfica ante la principal comisar¨ªa de la zona se convirti¨® en una explosi¨®n de rabia a la vez social y racial. La violencia se ha ido extendiendo a otros barrios e, incluso, a algunas zonas de ciudades como Birmingham o Leeds, aunque la polic¨ªa investiga si, a diferencia de lo ocurrido en Tottenham, hay instigadores que poco o nada tienen que ver con la reacci¨®n a la muerte de Duggan.
A falta de una explicaci¨®n suficiente de lo sucedido por parte del Gobierno de Cameron, ni siquiera una hipot¨¦tica conducta discriminatoria y delictiva de la polic¨ªa en la muerte de Duggan justificar¨ªa la quema de autobuses, el asalto a comercios y el pillaje por parte de bandas organizadas de encapuchados. Son los tribunales quienes deben determinar las circunstancias del suceso, depurando en su caso las responsabilidades penales, y el Ejecutivo, por su parte, quien debe evaluar si las condiciones sociales de algunos barrios de Londres, agravadas por los recortes del gasto p¨²blico, no constituyen un riesgo adem¨¢s de una insoportable injusticia.
Pero, lejos de reaccionar con rapidez, el Gobierno ha estado desaparecido en las horas cruciales y ha respondido con vaguedades que ni han reforzado el cr¨¦dito de las instituciones para atajar este g¨¦nero de conflictos, ni han apaciguado la violencia. La desafortunada gesti¨®n para hacer frente a los incidentes abre as¨ª la posibilidad de que la oposici¨®n laborista exija responsabilidades pol¨ªticas a Cameron, cuya credibilidad sufre un nuevo rev¨¦s tras estas jornadas de ira.
La crisis econ¨®mica no puede convertirse en la ¨²nica explicaci¨®n de los episodios de violencia que se est¨¢n multiplicando en Europa. Cada caso es diferente, pero el conjunto de todos ellos est¨¢ creando un estado de opini¨®n de acuerdo con el cual la democracia representativa se est¨¢ mostrando incapaz de dar curso pac¨ªfico a un creciente malestar de los ciudadanos. Se trata de una pendiente peligrosa que los Gobiernos est¨¢n obligados a atajar extremando el escrupuloso cumplimiento de las exigencias del Estado de derecho. Para eso hace falta mayor diligencia que la mostrada por el Gabinete de Cameron.
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