A la turba le sirve cualquier causa
Ni la pobreza ni el racismo pueden explicar por s¨ª solos los saqueos de Londres - Robaron por igual pandilleros y clase media - Los analistas alertan, como Cameron, de una falta de cohesi¨®n moral
Natasha Reid no necesitaba un televisor nuevo. A sus 24 a?os y reci¨¦n licenciada en Asistencia Social, vive con sus padres en un entorno desahogado del barrio de Edmonton, al norte de Londres. Pero la noche del pasado 7 de agosto vio la ocasi¨®n. En medio de la vor¨¢gine de saqueos que recorri¨® Inglaterra, se fij¨® en una tienda de electrodom¨¦sticos que hab¨ªa sido asaltada cerca de casa. As¨ª que entr¨® y rob¨® una televisi¨®n de pantalla plana. No ten¨ªa necesidad, se la podr¨ªa haber comprado. Solo entr¨® y se la llev¨®. Ahora tiene antecedentes policiales. A¨²n se pregunta por qu¨¦ lo hizo.
La historia de Reid, que lleg¨® la semana pasada a la portada de The Times, es una m¨¢s entre los cerca de 3.000 detenidos durante las revueltas, pero ejemplifica un segmento de los saqueadores que escapa de las causas que se aducen habitualmente. Aunque nadie parece tener una explicaci¨®n para los disturbios de Londres, al contextualizarlos se suelen mencionar situaciones de pobreza y exclusi¨®n social, problemas de integraci¨®n de las minor¨ªas ¨¦tnicas o los dr¨¢sticos recortes del Gobierno brit¨¢nico. Sin embargo, entre los detenidos hay muchos perfiles que en principio no encajan en el retrato del sospechoso habitual: una enfermera que intent¨® robar un televisor en un supermercado, un estudiante de Derecho que se sum¨® a una banda para asaltar restaurantes, una bailarina de ballet que se llev¨® un televisor e incluso la hija de un millonario acusada de robar electrodom¨¦sticos por valor de 5.700 euros. A medida que se han conocido las historias de los detenidos han surgido decenas de casos semejantes. La mayor¨ªa eran j¨®venes, pero sin distinci¨®n de estrato social. ?Qu¨¦ les empuj¨® a delinquir?
"Las revueltas en Europa son las del bienestar", se?ala el antrop¨®logo Feixa
"La sociedad ha de educar en valores a los ni?os", dice el fil¨®sofo Marina
"Hay quien pierde su gu¨ªa moral entre el tumulto", opina un psic¨®logo
Otros justifican los robos acusando al "sistema pol¨ªtico", a?ade el experto
El factor l¨²dico de la protesta tambi¨¦n juega un papel, dice un crimin¨®logo
Para algunos j¨®venes, enfrentarse a la polic¨ªa es como un espect¨¢culo
Los expertos destacan la importancia de las circunstancias que subyacen en estallidos de violencia como el de Inglaterra, que entre el 6 y el 10 de agosto se propag¨® desde Londres hasta Manchester, Nottingham y otras ciudades. Dej¨® cinco muertos y p¨¦rdidas que se elevan a 230 millones de euros. "Las revueltas juveniles en la Europa de hoy, y eso vale para la de los suburbios franceses de 2005, la de los airados griegos de 2008 y la de los indignados ib¨¦ricos y los suburbios ingleses de 2011, no son revueltas de la miseria sino del bienestar", razona Carles Feixa, catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa Social de la Universidad de Lleida. "No surgen por problemas de subsistencia material, sino por problemas de cohesi¨®n moral; por crisis de valores o m¨¢s bien por nuevos valores que se visibilizan con la crisis. Los valores con los que las nuevas generaciones han sido educadas, que ya no son los de la ¨¦tica puritana del ahorro sino los de la ¨¦tica hedonista del consumo, se ponen en duda en momentos de crisis, pues la promesa del ascensor social desaparece de golpe. Eso vale tanto para los j¨®venes pobres como para la clase media: todos ven sus expectativas en riesgo", a?ade.
La espoleta que encendi¨® los disturbios, la muerte del joven Mark Duggan, abatido a tiros por la polic¨ªa en el barrio de Tottenham, fue una raz¨®n o excusa para mostrar ira, sostiene Vicente Garrido, profesor de Criminolog¨ªa de la Universidad de Valencia. "La ira de las bandas ante la polic¨ªa, la ira de los antisistema, de los delincuentes juveniles. Esa ira, si era lo suficientemente intensa, generar¨ªa un escenario de oportunidad ¨²nico, una ventana hacia el robo y el pillaje", se?ala. "Entonces se form¨® una turba que devor¨® todo. La aut¨¦ntica naturaleza del hecho se muestra por quienes eran las v¨ªctimas: sus propios vecinos. Ante ese movimiento autogenerado y arrollador acabaron por ceder todas las inhibiciones frente a la ley".
El primer ministro brit¨¢nico, David Cameron, avis¨® el pasado lunes de que la oleada de altercados es "una llamada de alerta" para todo el pa¨ªs y exhort¨® a atajar el "hundimiento moral a c¨¢mara lenta" de la sociedad brit¨¢nica. No obstante, neg¨® rotundamente que las revueltas tuvieran que ver con el racismo, la pobreza o los dr¨¢sticos recortes que ha llevado a cabo su Gobierno. "Estos disturbios no tienen que ver con la pobreza: eso insulta a los millones de personas que, cualesquiera que sean las dificultades, nunca so?ar¨ªan siquiera con hacer sufrir a los dem¨¢s de esta forma", dijo. Tras el toque de atenci¨®n, a?adi¨® Cameron, el Gobierno de coalici¨®n de conservadores y liberaldem¨®cratas planea un ambicioso plan de reformas para restaurar esa "sociedad rota". Entre las prioridades est¨¢n las escuelas, las prestaciones sociales, ayudas a las familias y la educaci¨®n en los hogares. "Si queremos tener alguna esperanza de reparar nuestra sociedad rota, la familia y la educaci¨®n familiar es donde debemos empezar". Entre las medidas anunciadas prev¨¦ mejorar las condiciones de los 120.000 hogares m¨¢s desfavorecidos.
Los estudios sociol¨®gicos serios sobre los disturbios est¨¢n por llegar, avisa el fil¨®sofo, ensayista y pedagogo Jos¨¦ Antonio Marina, pero considera muy significativa la cuesti¨®n de los valores que la sociedad transmite a los j¨®venes. "La educaci¨®n ¨¦tica est¨¢ desprestigiada, basta recordar lo que pas¨® en Espa?a con la asignatura ¨¦tica de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa. Hemos sustituido la oposici¨®n importante -bueno o malo-, por una de emergencia -delictivo o no delictivo-, y hemos sustituido la ¨¦tica por el C¨®digo Penal. Y eso no funciona", explica. "No se puede culpar a la familia y a la escuela de la ausencia de valores, en una sociedad conmocionada por las escuchas de Scotland Yard, la desverg¨¹enza de muchos pol¨ªticos, y una crisis econ¨®mica indecente", dice el fil¨®sofo. Es una tarea que incumbe a toda la sociedad. "Para educar a un ni?o hace falta la tribu entera. Y la tribu somos todos", se?ala.
Es necesario, considera Marina, rescatar una educaci¨®n global en valores. "Vemos el fracaso de la educaci¨®n permisiva, despu¨¦s de haber visto el fracaso de la educaci¨®n autoritaria. Necesitamos recuperar los valores morales fuertes, y transmitirlos tambi¨¦n a trav¨¦s de la familia y de la escuela". A?ade, sin embargo, un matiz importante: "A nadie se le oculta que la educaci¨®n informal -la que se ejerce fuera de esas instituciones- es cada vez m¨¢s poderosa. Creo que debemos insistir en la idea de que todos educamos -por acci¨®n y por omisi¨®n- y elaborar una Carta de los Deberes Educativos de la Sociedad, que se?ale los deberes de cada situaci¨®n: familia, escuela, empresa, medios, polic¨ªa, justicia, pol¨ªticos, sanidad, sindicatos, partidos pol¨ªticos, etc¨¦tera".
Los disturbios de Londres son una muestra m¨¢s de un nuevo tipo de revueltas sin distinci¨®n de clases, seg¨²n argumenta el antrop¨®logo Feixa. "Lo novedoso aqu¨ª es la direcci¨®n de la protesta: normalmente las inician las clases medias y luego siguen las bajas, como sucedi¨® en la revoluci¨®n francesa y en mayo del 68. Aqu¨ª sucede lo contrario", se?ala. "Las revueltas populares siempre se han visto, al principio, como una forma de vandalismo, mientras que las burguesas suelen tener un componente ideol¨®gico. Quiz¨¢ asistimos a una inversi¨®n de la hegemon¨ªa cultural: la sociedad de consumo no elimina las clases, pero las desclasa, es decir, las desvincula de sus valores tradicionales. Por eso hay j¨®venes acomodados que parecen v¨¢ndalos de suburbio; y seguramente hay muchos j¨®venes pobres que actuaron como j¨®venes conscientes, serios y respetables, aunque eso no se vio. En el fondo hay un mito: solo los pobres se meten en bandas. Mi experiencia demuestra que en las bandas hay mucha clase media, aunque no lo parezca".
Los tumultos han servido como llamada de atenci¨®n sobre los problemas de la sociedad brit¨¢nica, pero estos no explican por s¨ª solos la explosi¨®n de violencia, incendios y pillaje, seg¨²n otros expertos. "No tienen reivindicaciones sociales o pol¨ªticas", se?alaba la semana pasada en este peri¨®dico Jim Waddington, profesor de Pol¨ªtica de la universidad de Wolverhampton y experto en seguridad. Advert¨ªa de la diferencia respecto a las revueltas de Londres en los ochenta. "No se trataba solo de destrozar escaparates. Entonces el objetivo era atacar a la polic¨ªa", a?ad¨ªa. Los manifestantes "representaban a clases trabajadoras que quer¨ªan un cambio".
En la oleada de disturbios que recorri¨® Inglaterra, las reivindicaciones quedaron empa?adas o diluidas. Los robos y saqueos convierten estas algaradas en algo diferente de otras oleadas de violencia callejera que tuvieron un prop¨®sito m¨¢s definido, como la de los suburbios de Par¨ªs de 2005 y los de Grecia en 2008 -por no hablar de las recientes y masivas protestas pac¨ªficas de los estudiantes de Chile y la de los indignados en Espa?a e Israel-. Las de Par¨ªs y Grecia consistieron fundamentalmente en enfrentamientos con la polic¨ªa, quema de autom¨®viles y destrozos del mobiliario urbano. No abundaron los robos.
En Reino Unido, las causas de la participaci¨®n sin distinci¨®n de clases en las revueltas tienen mucho que ver con el comportamiento de masas, similar al que surge en algunas celebraciones de victorias deportivas, seg¨²n indica Jason Nier, profesor asociado de Psicolog¨ªa del Connecticut College, en EE UU, y experto en la psicolog¨ªa social de los actos colectivos. Hubo quien se sum¨® a los destrozos por puro oportunismo. "Muchos -quiz¨¢ la mayor¨ªa- de los saqueadores participaron por puro ego¨ªsmo y avaricia. Como necesitan o quieren cosas, sencillamente se las llevan, sin importar si lo consideran correcto o incorrecto", argumenta Nier. "Y luego parece que hay otros que justifican los saqueos argumentando que, a su modo de ver, todo el sistema pol¨ªtico o econ¨®mico es ileg¨ªtimo, as¨ª que sencillamente se aprovechan de un sistema que creen que ha estado explot¨¢ndoles (o al menos ignor¨¢ndoles)". Finalmente, est¨¢n los que en otras circunstancias nunca habr¨ªan hecho lo que hicieron. "Son algunos, probablemente una minor¨ªa, que quiz¨¢ se acercan a los disturbios o saqueos sin malas intenciones. Puede ser gente normal que pierde temporalmente su br¨²jula moral en el frenes¨ª de la multitud", apunta.
La psicolog¨ªa describe esta actitud como comportamiento de masas. Cuando el individuo se encuentra en medio de una multitud, su capacidad para sentir empat¨ªa y culpa se diluye, seg¨²n indican los psic¨®logos. Entonces puede llegar a asumir los valores del grupo y los propios se aten¨²an, se?ala el profesor Nier. Si uno nunca ha vivido unos disturbios, no sabe c¨®mo desenvolverse, as¨ª que observa lo que hacen los dem¨¢s y lo asume como normal. Incluso hay quien puede elaborarse una moral propia para justificar sus actos. Tras el alboroto de la masa, hubo algunos de los propios saqueadores que fueron por su propio pie a devolver lo que hab¨ªan robado. Como la joven Natasha Reid. Incapaz de dormir por el sentimiento de culpa, seg¨²n recordaba su madre, acudi¨® al d¨ªa siguiente a la comisar¨ªa con el televisor bajo el brazo.
El componente l¨²dico de la protesta urbana tambi¨¦n desempe?a un papel. A los j¨®venes implicados de entornos acomodados, estos destrozos les proporcionan "una situaci¨®n de anonimato y riesgo muy excitante, en la que desaparecen las inhibiciones", sostiene Garrido, autor de Los hijos tiranos. El s¨ªndrome del emperador. "Les parece como una especie de parque tem¨¢tico con la emoci¨®n de enfrentarse a la polic¨ªa". Avisa, con todo, que esos j¨®venes ya suelen estar predispuestos a esa actitud, bien debido a una personalidad adicta al riesgo, a dificultades en los estudios o a problemas familiares. Han sido frecuentes las im¨¢genes de los saqueadores entrando en las tiendas a trav¨¦s de lunas destrozadas y llev¨¢ndose ropa o televisores. Muchos ni siquiera se cubr¨ªan la cara. Otros posaban con sus trofeos para tomar una fotograf¨ªa y colgarla en su red social.
En conclusi¨®n, cada protesta urbana suele responder a una compleja mezcla de causas, y las de Londres siguen sin estar claras. En lo que coinciden los expertos es en que la ense?anza de valores es crucial y que ser¨ªa un error subestimar las revueltas como una simple cuesti¨®n de delincuencia juvenil.
Reivindicaciones a pie de calle
Cada caso de protesta callejera responde a una combinaci¨®n espec¨ªfica de elementos que permiten que el malestar cruce un determinado l¨ªmite y se transforme un movimiento urbano, como recordaba recientemente la analista de Newsweek Saskia Sassen, a ra¨ªz de los disturbios en Reino Unido. Los tumultos de Londres suceden tras una serie de revueltas en las que la calle se ha convertido en el escenario para mostrar el descontento y las reivindicaciones de cambios pol¨ªticos y sociales. En 2005, fueron los suburbios de Par¨ªs. La muerte de dos adolescentes electrocutados cuando hu¨ªan de la polic¨ªa fue la chispa que prendi¨® la ira y el descontento social de los barrios marginales de las afueras de Par¨ªs y otras grandes ciudades francesas. Acusaban a las fuerzas de seguridad de discriminaci¨®n racial. Se quemaron coches y edificios y hubo enfrentamientos con la polic¨ªa. Sirvieron para dar voz a las minor¨ªas inmigrantes y a las dificultades que afrontan para integrarse. Las protestas resurgieron en 2008.
A finales de ese mismo a?o, en Grecia, la muerte de otro joven abatido a tiros por la polic¨ªa en Atenas desat¨® una protesta masiva. Cientos de estudiantes se echaron a las calles para protestar contra la violencia policial y especialmente contra el Gobierno y la falta de perspectivas laborales y los inaccesibles precios de la vivienda. Hubo disturbios y choques con la polic¨ªa en varias ciudades.
En 2011, las protestas han proliferado. En Espa?a, el movimiento del 15-M ha aglutinado las cr¨ªticas contra el sistema pol¨ªtico y financiero como responsable de la crisis financiera global. Mediante concentraciones y manifestaciones, los llamados indignados han exigido reformas. En Israel, cerca de 300.000 indignados marcharon el pasado julio en Tel Aviv contra el paro, la precariedad laboral y los abusivos precios de la vivienda. Profesores, trabajadores sociales, m¨¦dicos y madres solteras exigieron cambios al Gobierno de Benjam¨ªn Netanyahu.
Coincidiendo con los disturbios de Londres, en Chile cientos de estudiantes se han manifestado en la capital para exigir un cambio del modelo educativo impulsado por el Gobierno conservador de Sebasti¨¢n Pi?era. Quiz¨¢ sean revoluciones menores pero, desde la calle y con un prop¨®sito firme, han obligado a los Gobiernos a escuchar sus reivindicaciones.
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