Adictos al pasado
Hace 20 a?os estaba de moda una canci¨®n de Celtas Cortos que, sin ser pachanguera, se dejaba bailar. La algarab¨ªa adolescente se desataba a la se?al de 20 de abril del 90, pero la historia que contaba era un pu?etazo en el est¨®mago. "Hoy no queda casi nadie de los de antes, y los que hay, han cambiado", insist¨ªa el estribillo. En esa edad de eternidad desbocada, la canci¨®n era una m¨¢s del repertorio festivo, pero cuando los a?os empezaban a entristecer las borracheras, llegaba el d¨ªa en que comprend¨ªas su sentido real. Ese d¨ªa hab¨ªas perdido la inocencia.
La nostalgia es un juego al que, si apuestas, siempre gana la melancol¨ªa. Recordar embellece el pasado, pero te sirve el presente en blanco y negro. Te lo avinagra. La nostalgia se alimenta de una memoria muy mezquina y casi siempre elige la mentira. La mentira que te conviene. Y como dice el topicazo, cualquier tiempo pasado fue mejor. Pero no nos enga?emos, aquellos eran buenos tiempos pues los tiempos de juventud siempre fueron buenos. Salvo para quienes la vida ni siquiera les ha regalado ese respiro.
Corremos el peligro de dejar escapar lo que podemos ser
As¨ª ocurre con todo. Escribimos "Transici¨®n" con may¨²scula y glorificamos las maneras de los pol¨ªticos de la era previa a Internet. La leche antes no era agua blanquecina. La gente cumpl¨ªa su palabra. En la sobremesa de los s¨¢bados pon¨ªan pelis de Errol Flynn en la tele. Los concejales de Urbanismo todav¨ªa no rivalizaban en el Campeonato Mundial de Construcci¨®n de Hoteles Horteras a Pie de Playa. Y no nos drog¨¢bamos tanto.
Y con las fiestas, el refranero otra vez. Cualquier farra pasada siempre fue mejor. A cierta Vitoria le duele que a la nube de humo de los puros del viejo chupinazo le tomara el testigo la ducha de cava de nuestros d¨ªas. Y que a las dianas de las nueve de la ma?ana se le hayan enredado las s¨¢banas. Se lamentan de que al Rosario de la Aurora se vaya como a la F¨®rmula 1, solo porque est¨¢ de moda. Se recuerda la afici¨®n a los toros, ahora en horas bajas. Y, generaci¨®n a generaci¨®n, seguimos modelando la memoria de lo que fuimos y corremos el peligro de dejar escapar lo que podemos ser.
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