Sand¨ªa y Sciascia
El verano tiene sus buenas costumbres: la sand¨ªa, la nataci¨®n, Leonardo Sciascia... Desde hace unos a?os, cuando aprieta el calor, la editorial Tusquets reedita un libro del escritor italiano, que convirti¨® la cr¨®nica hist¨®rica en novela negra y viceversa. Este a?o el elegido ha sido Muerte del inquisidor, el favorito de su autor, que recoge una investigaci¨®n sobre el proceso contra un agustino nacido en su pueblo, Racalmuto, y que en el siglo XVII mat¨® al representante del Santo Oficio golpe¨¢ndolo con los grilletes que llevaba en las manos. Hereje sin herej¨ªa, Sciascia convierte su caso en un relato sobre el problema de la justicia en una ¨¦poca injusta y en una tierra en la que, dice, "el privilegio no consiste tanto en la libertad de gozar de determinadas cosas como en el gusto de prohibirlas a los dem¨¢s". Eso es para ¨¦l Sicilia, una isla poblada por gente a la que no le gusta el mar.
Ning¨²n autor mejor para convertirse en costumbre veraniega que Leonardo Sciascia. ?l mismo ten¨ªa las suyas: acumular lecturas en torno a un "centro de inter¨¦s", releer en bucle todo Stendhal y escribir "un librito". Normalmente esa escritura era un ejercicio placentero, pero el libro que termin¨® en agosto de 1978 le caus¨® "una inquietud rayana en la obsesi¨®n". No se trataba de una obra cualquiera sino de El caso Moro, redactado a partir del secuestro y asesinato del dirigente democristiano a manos de las Brigadas Rojas ese mismo a?o. Laico, ilustrado, volteriano -"y todo lo dem¨¢s que se dice de m¨ª y que no niego"-, el novelista se vio envuelto en una enorme pol¨¦mica por una obra que es, ante todo, un impecable ejercicio de lectura: la de las cartas enviadas por el secuestrado desde su cautiverio pidiendo que el Estado negociara con sus secuestradores.
Mientras los colegas de partido de Aldo Moro sosten¨ªan que aquellos textos nac¨ªan de la coacci¨®n, el escritor (y luego diputado) se afan¨® en demostrar que nac¨ªan de la lucidez. El tiempo le dio la raz¨®n, lo mismo que a sus denuncias de la connivencia entre mafia y poder, pero antes tuvo que aguantar que lo descalificaran llam¨¢ndolo "artista". ?l, que ten¨ªa la sensaci¨®n de ser no un vidente sino un fantasma, prefiri¨® perder la confianza de sus lectores que traicionarla. Este a?o Sciascia hubiera cumplido 90 a?os. Pens¨® sin anteojeras y dio un paso adelante. Sobre todo cuando hab¨ªa que elegir no entre el bien y el mal, cosa f¨¢cil, sino entre dos males.
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