Un 'thriller' real en los suburbios
El autor del libro 'Hood rat' describe la vida de las bandas de j¨®venes brit¨¢nicos tras convivir con ellas
Cuando muri¨® Damilola Taylor en el a?o 2000, muchos consideraron que aquello marcaba el declive moral de Gran Breta?a. Una banda de j¨®venes clav¨® una botella rota en la pierna a un ni?o de 10 a?os que se desangr¨® y muri¨® 30 minutos despu¨¦s, en la escalera de un edificio muy pobre de viviendas protegidas. Nueve a?os despu¨¦s, eran tan frecuentes los apu?alamientos, los disparos y los asesinatos entre adolescentes que los medios de comunicaci¨®n dejaron de interesarse por informar de ellos, salvo para decir que los asesinos eran "ej¨¦rcitos de matones", "v¨¢ndalos" o "ni?os salvajes".
Pens¨¦ que detr¨¢s de los titulares hab¨ªa tremendas historias humanas de las que no se estaba hablando. As¨ª que empec¨¦ a salir con los polic¨ªas a patrullar y, por otro lado, a entrevistarme con j¨®venes miembros de bandas cara a cara. Me parecieron elocuentes y listos. En medio de toda la violencia y la desesperaci¨®n, vi cualidades humanas prometedoras que no hab¨ªan desaparecido. Poco a poco, descend¨ª a los bajos fondos.
M¨¢s de 100 horas de grabaci¨®n digital supusieron las entrevistas que hice para mi libro Hood rat [que en Espa?a editar¨¢ pr¨®ximamente Suma de Letras]. Solo la transcripci¨®n me cost¨® mucho tiempo. Escrib¨ª el relato de los acontecimientos y las citas como si fuera una obra de ficci¨®n, en tiempo presente. Esta t¨¦cnica no es nueva. Tiene sus ra¨ªces en el Nuevo Periodismo de los a?os sesenta, con escritores como Tom Wolfe, Norman Mailer y Truman Capote.
Acompa?¨¦ a los agentes en persecuciones e incautaciones de armas y drogas, y me incrust¨¦ en una unidad del Departamento de Investigaci¨®n Criminal durante una larga operaci¨®n de vigilancia de un asunto de drogas. Trat¨¦ de hablar con delincuentes, presos, miembros de bandas, heroin¨®manos, trabajadores sociales, animadores de grupos juveniles, organizaciones ben¨¦ficas, cirujanos de urgencias, v¨ªctimas de cr¨ªmenes violentos y sus familias.
En la parte dedicada a Manchester, el primer tercio del libro, el personaje principal es un detective noruego duro y amargado, Anders Svensson. Tiene tres tel¨¦fonos m¨®viles: uno para el trabajo, otro personal, y otro para los informantes. Se ha quedado en agente y nunca ha querido que le asciendan. Entr¨® en la polic¨ªa para estar en las trincheras. As¨ª que tiene que trabajar con hombres mucho m¨¢s j¨®venes que no entienden lo que hace y a veces tienen celos de ¨¦l. No me odies por no ser yo: ese tipo de situaci¨®n. Destaca porque es un buen detective, y lo que le hace serlo es su astucia, adem¨¢s de la capacidad de sacar de quicio a los criminales. Se ha le¨ªdo todos los libros sobre Sutcliffe. Recuerda la cita de Ian Brady en The gates of Janus de que un asesino en serie es como un gran tibur¨®n blanco que recorre la sociedad, y los dem¨¢s no somos m¨¢s que peces. En la zona tristemente famosa de Moss Side, en el sur de Manchester, me coloqu¨¦ el chaleco antibalas con Svensson y los demacrados detectives de la unidad especial antibandas XCalibre en una fortificada comisar¨ªa de polic¨ªa. Ante nosotros ten¨ªamos una pared de 13 metros totalmente cubierta con las fotos, en DIN A4, de 200 miembros violentos de bandas. Las dos bandas locales, Gooch y Doddington, mantienen una guerra desde hace 20 a?os en el barrio de Alexandra Park, separadas por una calzada doble. En la parte de abajo de la pared hab¨ªa ni?os de solo 10 a?os, los llamados "peque?os" o "beb¨¦s". El orden jer¨¢rquico sub¨ªa hasta arriba, donde estaban uno o dos generales. Salimos en una flota de coches camuflados para patrullar hasta las tres de la ma?ana las calles sin salida -aut¨¦nticas fortalezas- de Longsight, Moss Side y Fallowfield. Las bandas emplean t¨¢cticas militares. Sin que se le viera en el cielo nocturno, un avi¨®n esp¨ªa obtuvo im¨¢genes por infrarrojos de una formaci¨®n en rombo de figuras encapuchadas que llevaban a cabo una "incursi¨®n" en bicicleta. Cuando se encuentran con polic¨ªas o con bandas rivales, los que van en los flancos salen en todas direcciones y crean una distracci¨®n. El del centro es el que lleva el arma.
El l¨ªder de la banda Gooch, Merlin, gobierna mediante el miedo absoluto. Su mat¨®n se llama Flow. Flow es lo que la polic¨ªa de Estados Unidos llama un "jugador de impacto" ultraviolento, porque, cuando est¨¢ en un sitio, sirve de catalizador de incidentes brutales. Flow ha confesado en los ¨²ltimos a?os que tiene gran talento para matar a alguien y salir andando. Se ha creado una reputaci¨®n de asesino a sangre fr¨ªa. Es capaz de hacer cosas que a la mayor¨ªa de la gente le parecer¨ªan repugnantes, como disparar de cerca a alguien en la cabeza, sin sentirse afectado. Uno puede ver a Flow una hora despu¨¦s de que haya apretado el gatillo, tomarse una copa con ¨¦l y considerarlo encantador, sin saber nada de lo que ha hecho. Parece un chico normal, sensato. Svensson habla a menudo con miembros de bandas que han asesinado a alguien, y dice que se nota la tensi¨®n en el rostro. A Flow no le se ve nada. Tiene un rostro p¨¢lido, infantil, y unos ojos muy grandes. Parece m¨¢s joven de sus 27 a?os y lleva un corte de pelo militar. Las gruesas cejas est¨¢n levantadas y las pesta?as oscuras se abren y se cierran como si estuviera agradablemente sorprendido todo el tiempo. Posee una extra?a seriedad.
Luego, en Londres, pas¨¦ cierto tiempo con Pilgrim y otros miembros de bandas. En la parte del libro dedicada a la ciudad muestro las vidas de esos criminales. A los 19 a?os, Pilgrim estaba condenado por robo a mano armada y era ya un temido l¨ªder de banda. Hab¨ªa llegado procedente de Jamaica con su padre cuando ten¨ªa ocho a?os, para vivir con su madrastra y su hermanastro. En la casa abundaban las discusiones por dinero. Pronto le fue imposible seguir compartiendo habitaci¨®n con el hermano y se instal¨® en un armario en el piso de abajo que ten¨ªa un congelador y carec¨ªa de ventanas. Un Ceniciento moderno. A medida que fue creciendo, se convirti¨® en un g¨¢nster.
Pilgrim se ha molestado en aprender c¨®mo funciona un arma. Su pistola est¨¢ cubierta con un calcet¨ªn estirado, para no dejar huellas en ella. Es una pistola Browning de 9 mil¨ªmetros autorrecargable, la habitual en la RAF. La compr¨® en el almac¨¦n del Ej¨¦rcito en Bethnal Green, y pag¨® por ella, con municiones de fogueo, 100 libras [unos 114 euros]. Perfor¨® las balas de fogueo y las convirti¨® en balas reales. Cort¨® el pl¨¢stico y puso dentro una cabeza cargada. Fue a la ferreter¨ªa, compr¨® el ca?¨®n y lo coloc¨®. Luego no era m¨¢s que cuesti¨®n de cepillo y cargador. Solo le faltaba comprar las balas, cartuchos, de 9 mil¨ªmetros Parabellum. Todos los chicos creen que son expertos en bal¨ªstica, pero no tienen ni idea. La mayor¨ªa de las armas que hay en la calle son imitaciones, pistolas de principiantes, pistolas de aire comprimido transformadas para poder disparar balas de verdad. Pilgrim se ha convertido en un t¨¦cnico. Sabe que, despu¨¦s de disparar una pistola varias veces, el ca?¨®n se hincha y, cuando se enfr¨ªa, se empeque?ece. Se atasca o saca un tiro por la culata. Y te puede dejar sin dedo. Cuando la gente se dispara en la mano es porque el ca?¨®n est¨¢ rectificado y quemado. A veces puede joderse si se pone demasiada p¨®lvora. O porque no ha metido el percutor. Son muchas cosas las que pueden salir mal.
Cuando Pilgrim sal¨ªa a conducir de noche con sus chicos, ve¨ªa Londres como una vasta zona de guerra en llamas, dividida en grandes campos de batalla: sur, norte, este y oeste. Un Londres muy diferente al de los p¨®steres de la pared en su infancia en Jamaica, sin ninguna menci¨®n de la reina, la Commonwealth, madame Tussauds ni las reproducciones doradas del Big Ben que hab¨ªa sobre la chimenea de su abuela. Cada regi¨®n rivaliza en historias de guerreros brutales, temidos en varios distritos postales por su violencia.
Sparks era un l¨ªder despiadado que pod¨ªa dejar sin sentido a cualquiera con un derechazo como un yunque. A su funeral fueron 350 personas en se?al de respeto. No hab¨ªa nada m¨¢s honorable para un joven que ser soldado, guardar ferozmente su "territorio" contra las incursiones y proteger los ingresos de la droga. Un conductor de autob¨²s secuestrado y torturado con una plancha de vapor durante cinco d¨ªas, con quemaduras horribles en todo el cuerpo, los genitales abrasados... Todo por no pagar una deuda de droga.
Hab¨ªa historias de fortalezas impenetrables como Stonebridge, en Brent, donde dejaron a un beb¨¦ de ocho meses gateando durante 16 horas entre los cuerpos acribillados de su madre, su t¨ªa y su padrastro de 62 a?os. O Broadwater Farm, en Haringey, donde estallaron unos violentos disturbios y cortaron la cabeza a un polic¨ªa con un machete. Esas eran las historias que se contaban de Londres. Ser temido es ser respetado. No tenemos miedo a la muerte. Nosotros te respaldamos. Esa es la ley de la calle. Da un paso al frente y s¨¦ un buen soldado.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia. Gavin Knigth es autor del libro Hood rat, a¨²n no publicado en Espa?a, que editar¨¢ Suma de Letras
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