"Toca que haya muertos"
Todos los carteles colombianos han mandado a sus 'delegados' a Espa?a. Tienen la misi¨®n de crear toda la infraestructura para montar una v¨ªa de entrada a la droga. Los narcos gallegos, por sus continuas estafas a los sudamericanos, se limitan a ser transportistas
El Enano no desembarc¨® en Madrid para hacer turismo. Ten¨ªa una misi¨®n. Tareas encomendadas como empleado cualificado de una multinacional. Bajito y de rostro arrugado, H¨¦ctor Manuel Torres Silva, El Enano (L¨ªbano Tolima, Colombia, 1966), era el presunto representante en Espa?a de uno de los narcos m¨¢s poderosos de Sudam¨¦rica, cuyo nombre, sugiere la polic¨ªa, no es conveniente citar. Su hombre de confianza. Un tipo discreto pero efectivo. Capaz de patear cualquier piedra en su camino. Asuntos del negocio: a un sujeto apodado El Checheno lo contrat¨® la organizaci¨®n para que asesinase a Nicol¨¢s Rivera. El sicario se lo confesaba a un polic¨ªa mientras se beb¨ªa una botellita de agua mineral en la cafeter¨ªa de El Corte Ingl¨¦s de Vigo. Giraba la mano derecha, como quien busca el clic definitivo de una llave en la cerradura, y luego la extend¨ªa hacia delante, "una pu?alada basta". Lo peor de su oficio, dec¨ªa con asco, es cortar el cad¨¢ver y meterlo en bolsas: "Acuchillar s¨ª, trocear no". El mat¨®n ruso sigue libre. Nicol¨¢s Rivera G¨¢mez (Guadalajara, M¨¦xico, 1961) est¨¢ vivo, pero preso en la c¨¢rcel de Le¨®n desde septiembre de 2010, acusado de intentar introducir en Espa?a desde Sudam¨¦rica 3.000 kilos de coca¨ªna. Sus socios estaban hartos de ¨¦l. Se consult¨® con Colombia. Y el capo de nombre proscrito dijo "no" desde la selva.
Al 'delegado' a veces le llaman a la central y nadie le vuelve a ver entero: "En este negocio no existe el despido"
El cari?o entre Torres Silva y Rivera G¨¢mez era mutuo. "Aki estan del enano hasta los cojones", se lamentaba en un SMS uno de los socios de Rivera. "Eran enemigos ¨ªntimos", apunta uno de los investigadores de la trama. Ambos pretend¨ªan una misma ruta "casi perfecta, lo indetectable". Un negocio de importaci¨®n de fruta que colocaba en Espa?a "6.000 kilos de coca¨ªna antes del verano y dejaba de funcionar hasta el a?o siguiente". El bisnes lo hab¨ªa montado El Enano, al servicio del cartel. Luego quiso sumarse Rivera, un tipo emprendedor. Intocable. Con una vida a todo trapo. Era vecino del futbolista Cristiano Ronaldo en la urbanizaci¨®n La Finca de Pozuelo de Alarc¨®n (Madrid), usuario de 12 coches de lujo y propietario de varios Rolex de colecci¨®n. Cuando la polic¨ªa lo detuvo en su chal¨¦, a las una de la tarde de un viernes, acababa de contratar a un ch¨®fer para que condujera su Rolls Royce hasta M¨®naco. Pretend¨ªa pasar una temporada de vacaciones. Algo le ol¨ªa raro. El mismo d¨ªa y a la misma hora, los agentes de la UDYCO tumbaban la puerta de un piso modesto junto al Ikea de San Sebasti¨¢n de los Reyes (Madrid): la casa de El Enano. Nada de lujos. Fajos aparte, s¨®lo encontraron las llaves de un Volskwagen. Con ellos cayeron "dos organizaciones en una", seg¨²n el inspector que dirigi¨® Guada?a, "la operaci¨®n m¨¢s espectacular de contenedores hasta el momento". Nico y el Enano ten¨ªan dos formas de ver el negocio. Uno, ostentoso, iba por libre. El otro, seg¨²n la investigaci¨®n, cumpl¨ªa ¨®rdenes de Colombia. El Enano era el delegado comercial del clan. As¨ª lo denominan los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Un tipo gris con una tarea. La pieza clave del puzle. La foto en el centro del organigrama.
"Si la operaci¨®n es importante, hay colombiano. Siempre. Desde 2009, cada banda tiene a su hombre en Espa?a. Nadie se f¨ªa ya de los de aqu¨ª", zanja el inspector jefe de los GRECO Alicante. Una bombilla desnuda oscila sobre su cabeza. Su oficina perdida en una localidad costera y efervescente. En el local de al lado, un futuro asador, est¨¢n de obras y retumban los martillazos. "No se f¨ªan porque han fallado en el juego demasiadas veces". Cada familia mafiosa colombiana, atomizadas desde los 90, tiene un hombre en Madrid. "?Qu¨¦ co?o pintar¨ªa un sudamericano en Pontevedra o en Amberes!", exclama un miembro de An¨¢lisis Criminal de la Guardia Civil. El delegado cambia de identidad y en ocasiones tambi¨¦n de nacionalidad. Se vuelve venezolano o mexicano. Y no solo porque su pasaporte es sospechoso: a los colombianos se les exige visado para entrar en la Uni¨®n Europea desde 2001. Viene a Espa?a a montar un negocio o a calibrar sobre el terreno una propuesta: "Te mando a uno de mis hombres y se lo cont¨¢s a ¨¦l". As¨ª despachan los narcos colombianos a los aventureros. La misi¨®n consiste en trasladar, por mar o por aire, la droga desde Sudam¨¦rica hasta Europa. Es un negocio donde no hay firmado nada. Pero todo son tratos cerrados. No se puede trabajar con nadie m¨¢s ni en m¨¢s operaciones a la vez. El man est¨¢ atado a su organizaci¨®n. Y su funci¨®n es "redistribuir la riqueza desde la selva hasta Europa", resume con sorna un agente calvo. No maneja dinero. Ofrece participaciones sobre la mercanc¨ªa.
"Es un se?or que tiene contactos", simplifica un te¨®rico de la Polic¨ªa Judicial. Necesita hombres de confianza en los puertos, empresas de importaci¨®n cre¨ªbles, naves industriales de almacenaje y transportistas de la mercanc¨ªa. Cada uno se quedar¨¢ su porciento. Un pago que se hace en especie, hasta el 30% si la misi¨®n es importante o "por puntos" (cada punto son 1.000 euros) si es subalterna. La oficina del cartel en Espa?a precisa tiempo. A veces hasta dos a?os. "Oficina pura y dura", sentencia un comandante de la Guardia Civil.
Casi nunca se encarga de hacer los cobros y conseguir que el dinero cruce el oc¨¦ano hasta la casa del jefe. Hay otra oficina paralela que se encarga de eso. Al representante, en una fugaz cita en alguna ciudad europea, le dan dinero para sus gastos o mercanc¨ªa para que se costee su estancia vendi¨¦ndola. La red de cobros controla a la oficina de sicarios.
"El dinero y la droga nunca se juntan. Eso es ley". Nadie maneja "los dos maletines" al tiempo "como en las pel¨ªculas". El dinero se entrega en un sitio y la merca en otro. Las respectivas entregas se hacen con rehenes y contra vigilancias. Todo coordinado por tel¨¦fonos m¨®viles y usando palabras en clave: "Ya tenemos os nenos en casa". Alguna vez, seg¨²n la polic¨ªa, han llegado a patinar: "Lleg¨® ni?o y medio". Pero no suelen cometer errores, siempre alerta ante las escuchas.
"Es un hombre con experiencia, luego cada uno tiene sus particularidades", titubea un mando de la Polic¨ªa Judicial. Pero los cuerpos policiales manejan un retrato robot de este embajador de la coca. Es un tipo de confianza, de m¨¢s de 40 a?os y que ya ha desempe?ado otros cargos en la organizaci¨®n. Un tipo serio que no puede "estar de farra todas las noches ni llamar la atenci¨®n".
Vive en un piso de las afueras y conduce un coche de gama media, como un Citro?n C5. El T¨ªo Charlie, enviado por la banda de Los Comba, llevaba la norma al extremo: viajaba a sus citas en cafeter¨ªas de hotel en el metro. El observador no usa mucho el tel¨¦fono, aunque puede llegar a almacenar hasta 500 m¨®viles. Lo normal es que tenga cuatro o cinco. Las marcas que m¨¢s le gustan son Nokia y BlackBerry. Los subordinados llevan LG. Quiz¨¢ emplee un HTC, como El Enano. Pero no suele apostar por los Vertu, una marca de lujo cuyas artesan¨ªas alcanzan los 30.000 euros -se encontraron cuatro en casa de su enemigo Nicol¨¢s Rivera-. Pero prefiere dar los mensajes y ¨®rdenes en persona. Si no puede, su medio de comunicaci¨®n favorito es "la secretaria", como llama al correo electr¨®nico. No llega a las citas sin haber observado el lugar varias veces. Anota matr¨ªculas y es capaz de conducir en direcci¨®n prohibida para cerciorarse de que nadie le sigue. "He visto a uno estar siete horas dando vueltas", ejemplifica un agente especializado en seguimientos, que encuentra una raz¨®n muy simple: "A todos les han hecho putadas y a veces esa putada son dos tiros". A esas "conferencias" llega camuflado. Puede hacerse pasar por el ch¨®fer, el traductor o un recadero. Le gusta observar las caras. Teme a la polic¨ªa, pero tambi¨¦n a los estafadores. O a los paleros. Y, si se acuerda, rompe en trocitos los papeles en los que escribe sus planes. Este fue uno de los errores que cometi¨® la organizaci¨®n en una cafeter¨ªa de Vigo. "Es fundamental tras las reuniones pasarse a ver qu¨¦ queda en la mesa", dice quien recogi¨® aquel rompecabezas de contenedores, puertos y toneladas escrito sobre una servilleta.
El Enano nunca se olvidaba de comprar algo a su mujer si viajaba. La echaba de menos, le dec¨ªa a su brother, Javier Tenorio (Cali, Colombia, 1954). Ella segu¨ªa en Colombia. A los capos les gusta tener cerca a las personas a las que quieres mientras est¨¢s de viaje. Rige el "principio de responsabilidad": cada uno debe hacer lo suyo y hay que pagar siempre, con dinero o en especie; con la vida propia o la de la familia. En ocasiones el delegado debe regresar a la central para dar explicaciones. A veces nadie le vuelve a ver entero: "Le ejecutan en la selva. En este negocio no existe el 'te despido". Los familiares del narco Le¨®nidas Vargas asesinado en enero de 2009 mientras estaba ingresado en el hospital 12 de Octubre de Madrid, conocen las reglas. Por eso pidieron protecci¨®n policial, que fue aprobada por un juzgado, y retirada poco m¨¢s tarde, cuando se consider¨®, a insistencia de la polic¨ªa, que el tren de vida de las hijas y las protecciones con las que ya contaban se sufragaban con el narcotr¨¢fico. Un abogado apunta a que el hijo de Vargas, en prisi¨®n por delitos contra la salud p¨²blica, ha negociado "colaborar" a cambio de su seguridad. No son raras esas ofertas, aunque no suelen ser fruct¨ªferas. "Te piden que les sueltes y que ya te contar¨¢n", revela un agente.
El delegado tambi¨¦n quiere conocer a los familiares de la gente con la que va a hacer negocios. Una comida en el domicilio del nuevo socio, a la que el representante va solo o con una acompa?ante pagada. La fiesta es con toda la familia sentada a la mesa; quiere conocerlos a todos y que sepan que los conoce "por si los tiene que matar". Incluidos los ni?os. Si no hay comida, no hay negocio. Adem¨¢s, los socios preferentes est¨¢n obligados a mandar un hombre de confianza a Colombia para que responda por la mercanc¨ªa. Los colombianos son "serios"; no estafan y esperan no ser estafados.
La empresa empieza a rodar. la bola se mueve y para la log¨ªstica de la operaci¨®n necesita empleados: machacas, ch¨®feres, recaderos, matones, gente dedicada al pitufeo o blanqueo de dinero a trav¨¦s de locutorios. Los encuentra entre sus compatriotas en Espa?a o los trae de Colombia, a veces grupos enteros de un mismo pueblo. Es gente muy humilde que cobra, seg¨²n su misi¨®n, entre 2.000 y 30.000 euros al mes. A los que gozan de mejor enchufe se les encomiendan tareas que no implican contacto directo con actividades il¨ªcitas. A lo largo de 2011, 7.649 personas han sido detenidas por tr¨¢fico de coca¨ªna.
El notario certifica que la mercanc¨ªa sali¨® de su punto de origen y lleg¨® al de destino. Sus ojos son los ojos del jefe. Los transportistas rezan para que las autoridades den una nota de prensa cuando les aprehenden la merca. Si hay tele, est¨¢n a salvo. Si no, est¨¢n perdidos: el distribuidor creer¨¢ que le han robado y se vengar¨¢.
Una vez que la coca¨ªna entra en Espa?a, primero adelgaza: hay muchos comisionistas y casi todos cobran en especie. Pero una vez que ha menguado, tiene que engordar. De eso se encarga el cocinero, experto en el proceso qu¨ªmico del clorhidrato coca¨ªna. No se trata de un "renegado de la Bayer", sino que es un sujeto de extracci¨®n humilde, a veces casi analfabeto, que ha crecido en las plantaciones de coca y tiene un talento especial para multiplicarla o rescatarla de la sustancia en la que venga camuflada. Su trabajo cuesta mucho dinero; se traslada en avi¨®n privado, y a veces tiene un representante que lo alquila por d¨ªas, como un DJ de ¨¦xito. El riesgo es que al estar en contacto con distintas organizaciones, puede "tener rabo". O sea, venir contaminado por alguna investigaci¨®n policial. En el proceso de venta hay otro personaje muy valorado: el prob¨®n, una especie de catador.
Nono y Pumuki se pasaron todo el verano de 2010 esnifando coca¨ªna en el pub Ed¨¦n y paseando en sus BMW. Eran los chicos de confianza de Jacobo Portabales, El Gordo, que a su vez era, presuntamente, el escogido por El Enano para montar la v¨ªa de la entrada de droga desde Argentina hasta los puertos de Barcelona y Alicante. El delegado nunca habla con la gente de los puertos. No usa dinero. No corrompe directamente. Observa y pide garant¨ªas, eso s¨ª: "Tr¨¢eme al guarda o al aduanero". Los colombianos tambi¨¦n contactaron con David Temes, un empresario de la fruta de cierto renombre en el puerto de Vigo, jugador de padel y asiduo del club n¨¢utico, que aportaba a la organizaci¨®n su compa?¨ªa, con una larga vida dedicada a la importaci¨®n de fruta, y las naves industriales donde se guardar¨ªa la mercanc¨ªa hasta que la trasladasen a la caleta o piso de seguridad. All¨ª vigila el caletero, cuya ¨²nica funci¨®n consiste en "no mover el culo de la mercanc¨ªa" hasta nueva orden. Una vez la coca "ha reposado" unos d¨ªas, los comerciales se van llevando paquetes de 10 a 15 kilos. Las nacionalidades son variadas y el lugar donde se vender¨¢, tambi¨¦n. El episodio final, poco glamouroso, lo resume un agente haciendo aspavientos: "Vienen unos negros y se llevan sus kilos a un primo de Dusseldorf".
Ah¨ª concluye la tarea del delegado.
El Enano ten¨ªa sus billetes de avi¨®n para Bogot¨¢ guardados en un peque?o ba¨²l cuando la polic¨ªa irrumpi¨® en su casa. El hombre que lo meti¨® entre rejas gira el volante con suavidad y comenta c¨®mo los narcos gallegos, que antes no necesitaban intermediarios para tratar con Colombia, ahora venden supuestos contactos por un caf¨¦ y un poco de gasolina. "Podr¨ªa haber muertos a montones si a los colombianos se les acabase la paciencia". Al otro lado del Atl¨¢ntico, dice, se est¨¢n cansando de la falta de seriedad. Mientras el polic¨ªa conduce, el paisaje se abre desde un montecillo. El bar El ca?¨®n queda a la derecha. Naves industriales, barcos, restaurantes de bodas. El esqueleto de una mansi¨®n inacabada. Sitios m¨ªticos del contrabando gallego. El sol golpea a media tarde y todo parece en calma.
"Toca que haya muertos", sentencia despu¨¦s de una pausa el jefe de los GRECO en Galicia. Un abogado penalista lo hab¨ªa dicho una semana antes: "Toca que haya muertos". El jefe asiente con la cabeza: "El abogado sabe. Toca".
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