La urbe no le sienta bien al cerebro
Vivir en una ciudad no es malo pero favorece la enfermedad mental - Los investigadores buscan el porqu¨¦ y llaman a los urbanistas a no olvidarlo
Que vivir en la ciudad aumenta significativamente el riesgo de padecer depresi¨®n, ansiedad y sobre todo esquizofrenia se sabe hace d¨¦cadas, y el v¨ªnculo es tan claro que los expertos aceptan que debe de haber una relaci¨®n causal: en la vida urbana hay algo que no le sienta bien al cerebro humano. La cuesti¨®n es encontrar qu¨¦. Los culpables se buscan hace a?os: estr¨¦s, falta de apoyo social, mayor consumo de drogas... incluso un virus. A¨²n no hay una respuesta. La ¨²ltima pista llega de la neurociencia: un grupo de investigadores ha descubierto que el cerebro de quienes han crecido entre edificios reacciona de forma distinta al estr¨¦s social.
Las estad¨ªsticas apuntan al h¨¢bitat urbano, as¨ª sin m¨¢s, como uno de los principales factores de riesgo para la esquizofrenia. Y el fen¨®meno deber¨ªa ser tenido en cuenta -opinan los expertos- de cara a la planificaci¨®n urbana de las megaciudades. Hoy en d¨ªa las 500 ciudades de entre uno y 10 millones de habitantes que hay en el planeta albergan a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n mundial, unos 3.300 millones de personas, y Naciones Unidas estima que hacia 2050 el porcentaje llegar¨¢ al 70%.
Los culpables se buscan hace a?os: estr¨¦s, drogas, incluso un virus
Hace 70 a?os que se sabe que los urbanitas sufren m¨¢s esquizofrenia
La mejor salud urbana se ha ganado a base de mejoras sanitarias
"Conviene no dejarse llevar por el ritmo fren¨¦tico", dice un psiquiatra
Las primeras evidencias de que los habitantes de las ciudades sufren m¨¢s esquizofrenia datan de los a?os cuarenta. Desde entonces no han dejado de explorarse hip¨®tesis, peinando las estad¨ªsticas en busca de asociaciones que ayuden a enfocar el problema. Pero sigue faltando "el elemento clave para pasar de una mera asociaci¨®n a un v¨ªnculo causal: el de un mecanismo plausible que describa las v¨ªas entre la exposici¨®n y la aparici¨®n de los s¨ªntomas psic¨®ticos", dice Jim Van Os, del departamento de Psiquiatr¨ªa y Neuropsicolog¨ªa de la Universidad de Maastricht (Holanda) y uno de los principales estudiosos en el ¨¢rea.
Se sabe ya que los sospechosos a los que apuntar¨ªa la intuici¨®n, aunque tal vez tengan un papel, no son los ¨²nicos culpables. Factores como pertenecer a una minor¨ªa, contar con una mayor o menor red social, el acceso a los servicios m¨¦dicos y sociales o un mayor consumo de drogas han sido restados de la variable vida urbana, y el resultado es que vivir en la ciudad sigue sobresaliendo como factor de riesgo. Tampoco influyen cuestiones como malas condiciones prenatales o un parto complicado, ni la posici¨®n socioecon¨®mica. Y la idea de que el culpable sea un virus es poco probable: los hogares con muchos miembros -en los que un hipot¨¦tico contagio ser¨ªa m¨¢s probable- no son "un factor de riesgo para la esquizofrenia", dice Van Os.
?Y si el culpable fuera el estr¨¦s? Se admite que los sucesos estresantes son un desencadenante de los trastornos de tipo psic¨®tico, como la esquizofrenia. Y ese ha sido el punto de partida para los primeros neurocient¨ªficos en abordar el misterio de las ciudades y la salud mental.
Andreas Meyer-Lindenberg, del Instituto Central de Salud Mental de la Universidad de Heidelberg, en Alemania, se propuso escanear el cerebro de voluntarios procedentes de entornos rurales y urbanos en situaciones de estr¨¦s social. Dise?¨® un curioso experimento: mientras 32 estudiantes resolv¨ªan problemas aritm¨¦ticos complejos, los experimentadores los estresaban con comentarios negativos y actitudes reprobatorias. "Les dec¨ªamos que sus resultados estaban siendo inferiores a la media, y les suger¨ªamos con impaciencia que se dieran un poco m¨¢s de prisa...", ha contado Meyer-Lindenberg en Nature.
De entre las ¨¢reas cerebrales que se activaban durante la prueba, dos variaban en funci¨®n de la procedencia urbana o rural de los voluntarios. La am¨ªgdala, un ¨¢rea clave en el procesado de las emociones, se activ¨® exclusivamente en quienes viv¨ªan en ciudades en el momento de la prueba. El c¨®rtex cingulado -la regi¨®n PACC-, que contribuye a regular la am¨ªgdala y a procesar emociones negativas, se activ¨® m¨¢s intensamente en quienes crecieron en ciudades. Los investigadores detectaron variaciones incluso seg¨²n el tiempo transcurrido en la ciudad durante la infancia, y seg¨²n el tama?o de la ciudad en cuesti¨®n.
La asociaci¨®n aparec¨ªa tan clara que Meyer-Lindenberg desconfi¨® y repiti¨® el experimento con m¨¢s voluntarios, teniendo en cuenta factores como -entre otros- edad, nivel educativo, ingresos, situaci¨®n familiar, estado de salud, personalidad y estado de ¨¢nimo. Pero "ninguno de ellos alteraba el efecto de la urbanicidad, lo que sugiere que vivir en un ambiente urbano cambia la respuesta del cerebro en situaciones de estr¨¦s social, por un mecanismo claro aunque misterioso", escriben en un comentario en la misma revista Daniel P. Kennedy y Ralph Adolphs, del Instituto Tecnol¨®gico de California.
"Mucha gente especulaba con que el problema ten¨ªa que ver con entornos sociales, pero no hab¨ªa ninguna evidencia directa", ha comentado Meyer-Lindenberg a Nature. "Este es el primer mecanismo que relaciona las ciudades con la salud mental por v¨ªa del estr¨¦s".
Para Van Os se trata de "un interesante primer paso". Kristina Sundquist, de la Universidad de Lund, tambi¨¦n dice que "los hallazgos son importantes", aunque no definitivos. Sundquist public¨® en 2004 los resultados de un seguimiento a todos los suecos de entre 25 y 64 a?os tras su primer ingreso hospitalario por psicosis o depresi¨®n. "La incidencia aumenta con el grado de urbanizaci¨®n", escribe en The British Journal of Psichiatry; los habitantes de las ¨¢reas m¨¢s densamente pobladas "ten¨ªan un riesgo entre un 68% y un 77% mayor de desarrollar psicosis, y entre un 12% y un 20% mayor de desarrollar depresi¨®n".
Ning¨²n investigador defiende, no obstante, que sea malo vivir en las ciudades. En realidad es al contrario. Hist¨®ricamente "la urbanizaci¨®n va asociada a un descenso en la mortalidad", y a que la mayor carga de enfermedad se deba a las dolencias cr¨®nicas de los mayores en vez de a las infantiles, escrib¨ªa en Science en 2008 el epidemi¨®logo de la OMS Chistopher Dye. "Los habitantes de las ciudades, de media, disfrutan de mejores condiciones de salud que los de ¨¢reas rurales", dice Dye, y esto es as¨ª incluso considerando las grandes diferencias entre las ciudades de pa¨ªses ricos y pobres, y tambi¨¦n dentro de la misma ciudad -las cifras son distintas en una ciudad de Am¨¦rica Latina y una europea, pero tambi¨¦n en los suburbios y el centro de R¨ªo de Janeiro, por ejemplo-.
Sin embargo, no siempre fue as¨ª. La mejor salud urbana es un triunfo ganado a pulso a base de mejoras higi¨¦nicas y sanitarias a mediados del siglo XIX, entre ellas la instalaci¨®n de alcantarillado y el transporte de agua potable a los hogares. Y lo que temen Dye y otros expertos es que si el crecimiento urbano actual no se planifica, las futuras megaciudades podr¨ªan recordar al Londres o Par¨ªs de hace apenas siglo y medio.
"En la Europa del 1800 solo entre el 10% y el 15% de la poblaci¨®n viv¨ªa en las ciudades, en parte por las atroces condiciones de vida", escribe Dye. "El c¨®lera, la disenter¨ªa, la viruela, la tuberculosis, el tifus y otras infecciones, agravadas por la desnutrici¨®n, hac¨ªan que las muertes, especialmente de los ni?os de menos de un a?o, superaran a los nacimientos".
Y la planificaci¨®n del crecimiento urbano deber¨ªa tener en cuenta tambi¨¦n la salud mental, opina Sundquist: "Es importante que los expertos en urbanismo sepan m¨¢s sobre los mecanismos espec¨ªficos que act¨²an sobre la salud mental, y esto podemos proporcionarlo los investigadores". Ella coincide con Van Os en que hay que estudiar m¨¢s el papel de factores como el soporte social y el grado de estr¨¦s cotidiano, y profundizar en las diferencias entre estilos de vida dentro de la propia ciudad. No es lo mismo, suponen, un entorno urbano con muchas zonas verdes que una zona industrial.
Jos¨¦ Fari?a Tojo, del departamento de Urban¨ªstica y Ordenaci¨®n del Territorio de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, admite la relaci¨®n entre vida urbana y salud mental, y coincide en la necesidad de identificar el mecanismo subyacente: "Para planificar adecuadamente deber¨ªamos saber cosas en este campo que todav¨ªa desconocemos". Director de un curso sobre Planificaci¨®n Urbana Saludable de la Universidad Internacional Men¨¦ndez Pelayo (UIMP), en Menorca en septiembre, y colaborador de la Red Espa?ola de Ciudades Saludables, Tojo cree que "los planificadores urbanos se han dormido un poco en los laureles" y no est¨¢n considerando los nuevos retos: "Por supuesto se tiene en cuenta la contaminaci¨®n del aire o el ruido. Pero tambi¨¦n hay temas nuevos, como el estr¨¦s, el hecho de que se vaya a una sociedad de mayores, la necesidad del ejercicio f¨ªsico o la de estar en un entorno con un cierto grado de naturaleza".
Ana Dolado, del estudio Araujo-Dolado Arquitectos, reflexiona sobre lo que considera un exceso de est¨ªmulos en el espacio urbano actual: "La ciudad es un soporte que cambia a una velocidad dif¨ªcil de procesar. La gente reconoce el entorno pero no se identifica con ¨¦l. El ritmo es tal que a los habitantes no les da tiempo a establecer v¨ªnculos con su espacio".
Conviene no dejarse llevar por ese ritmo fren¨¦tico, dice Enrique Baca, jefe del servicio de Psiquiatr¨ªa de la Fundaci¨®n Jim¨¦nez D¨ªaz. Y recuerda que, incluso en el entorno social urbano actual, "cada vez m¨¢s exigente con el individuo" y que "cambia m¨¢s r¨¢pido que nunca" -por ejemplo, con nuevas formas de comunicaci¨®n instant¨¢nea y horarios laborales distintos a los tradicionales-, "hay elementos culturales protectores de la salud mental". Resume uno de ellos: "En vez de pasarte cuatro horas en Facebook, queda con un amigo a tomar una ca?a".
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