EE UU y Europa necesitan una alianza fiscal
La Administraci¨®n de Obama, en sus comienzos, se precipit¨® al pensar que la antigua relaci¨®n econ¨®mica atl¨¢ntica ya no era tan imprescindible o esencial. A los europeos y norteamericanos nos afectan con igual intensidad y simultaneidad los movimientos financieros. Sufrimos ambos el p¨¢nico de los mercados, o sus estampidas especulativas. Sin embargo, estamos inermes ante ellos porque el dinero flotante es infinitamente superior a las econom¨ªas reales, y nos puede.
El desarrollo de la "madre de todas las crisis" demuestra que el enfoque adecuado es forjar una fuerte alianza en el espacio euroamericano. Sin eso ser¨¢ mucho m¨¢s dif¨ªcil salir de una crisis que empez¨® en la desregulada Wall Street como burbuja inmobiliaria / financiera nadando sobre un aluvi¨®n de cr¨¦dito exterior barato, que estall¨® en Estados Unidos pero se traslad¨® a Europa derivando hacia una recesi¨®n y, por tanto, originando una ca¨ªda en picado de los ingresos fiscales. La larga crisis ha terminado por ensa?arse con las deudas soberanas.
Hay que aumentar los impuestos de los m¨¢s ricos, las grandes corporaciones y las entidades financieras
De modo que hoy tenemos un panorama compartido en Estados Unidos y en la mayor parte de la Uni¨®n Europea: una crisis bancaria global que no ha terminado de resolverse, creando desconfianza en los inversores sobre la solvencia de los activos en los balances de las entidades financieras; una desoladora sequedad en el cr¨¦dito a particulares y empresas; una situaci¨®n productiva plana, y, en consecuencia, sin creaci¨®n de empleo; y una dificultad evidente en los Gobiernos para ejecutar una pol¨ªtica que, a la vez, sea austera -bajando los d¨¦ficits p¨²blicos acumulados- y no destroce las posibilidades (necesidades) de crecimiento, es decir, que combata el "c¨ªrculo de fuego" en que viven nuestras econom¨ªas y nuestras sociedades y aleje as¨ª el espectro de otra recesi¨®n.
Este paralizante c¨ªrculo vicioso, en Estados Unidos y en la UE, solo puede romperse con inversi¨®n, que ¨²nicamente los Estados pueden activar. No a trav¨¦s de m¨¢s deuda -que ya es insostenible-, sino de tributos que graven a las mayores rentas, que han sido golpeadas menos por la crisis, y a quienes han sido m¨¢s ayudados a soportarla (servicios financieros) despu¨¦s de una responsabilidad clara en su desencadenamiento. Esto requiere una decisi¨®n pol¨ªtica. Pero a¨²n no se ha adoptado en Europa y Am¨¦rica.
EE UU y la Uni¨®n Europea cometieron el mismo pecado en el ¨²ltimo cuarto de siglo, durante la era del neoliberal Consenso de Washington: la elevaci¨®n incontenible de la deuda y el papel cada vez m¨¢s reducido de los impuestos (especialmente sobre las rentas del capital) en los ingresos p¨²blicos. Hace ya tiempo que vengo insistiendo en el callej¨®n sin salida en que nos ha metido esta pol¨ªtica ciega, que explica las desigualdades sociales y generacionales cada vez m¨¢s visibles y desestabilizadoras en EE UU y Europa.
Las cifras son demoledoras. Desde 1987 a 2007, justo antes de la crisis, los ingresos por impuestos de los Estados de la OCDE, como media, crecieron desde un 36,3% a un 38% del PIB (en Europa, de un 38,5% a un 39,7%). Es un aumento de algo m¨¢s de un punto de presi¨®n fiscal en 20 a?os. Vayamos ahora a la otra gran fuente de ingresos del Estado, la deuda. En el mismo periodo 1987-2007, la deuda en la OCDE pas¨® de representar un 55% del PIB hasta un 100% (en el ¨¢rea euro hasta un 85%). Estos porcentajes se han disparado a¨²n m¨¢s desde 2008. Es decir, en los ¨²ltimos 25 a?os, la emisi¨®n constante de deuda (que es en realidad un impuesto diferido) ha sido el deporte favorito de los Gobiernos occidentales, arrumbando en una esquina a los impuestos, que es sabido lo impopulares que son ante el electorado.Lo que estamos viviendo estos mismos d¨ªas en lo que llamo espacio euroamericano -no en los pa¨ªses emergentes- es el resultado de este sobreendeudamiento sin l¨ªmites ni fronteras. Los mercados inventores de la crisis han estado castigando a las deudas de varios pa¨ªses de la Uni¨®n, entre ellos Espa?a, porque recelan del crecimiento que se requiere para poder devolverlas en un futuro. Los inversores recelan si no hay suficiente ajuste, y tambi¨¦n recelan si este ajuste, como sucede, estrangula a las econom¨ªas. Es el perfecto ejemplo del dilema del prisionero. De ah¨ª los desplomes intermitentes en las Bolsas de medio mundo. En estas condiciones, Estados Unidos y la Uni¨®n Europea, con estructuras econ¨®micas y pol¨ªticas cercanas, est¨¢n obligados a mostrar un liderazgo compartido, s¨®lido y firme, que los ciudadanos echan en falta.
A mi juicio, hay dos estrategias cruciales que el mundo occidental ha de lanzar para volver a crecer de forma estable y crear empleo, especialmente entre los j¨®venes.
La primera, una pol¨ªtica conjunta de estabilidad financiera, sin la cual el crecimiento se paraliza. En esto, la UE ha de dar m¨¢s pasos para ser cre¨ªble. Eso se llama Gobierno econ¨®mico. La Uni¨®n tiene que poner en marcha, siempre que lo necesite, la emisi¨®n de obligaciones o la compra masiva de bonos soberanos de pa¨ªses de la UE, por el Banco Central Europeo, como acaba de hacer, pero sobre todo por el embri¨®n de Fondo Monetario que estar¨¢ en vigor en septiembre. La Uni¨®n ha de dotarse de los mismos instrumentos de intervenci¨®n que tiene la Reserva Federal norteamericana. Solo ambas jurisdicciones pueden acabar con los para¨ªsos fiscales -a¨²n tan abundantes en Europa- y los abusos especulativos, y abordar de una vez la regulaci¨®n y supervisi¨®n del sistema financiero internacional.
Y la segunda estrategia, seguramente la m¨¢s trascendente, es una alianza en la pol¨ªtica fiscal. Para decirlo muy elementalmente: la deuda tiene que bajar, y los impuestos directos progresivos tienen que subir, para ocupar el lugar preeminente que hoy ostenta la gigantesca deuda que colapsa a las Haciendas p¨²blicas y que amenaza el Estado de bienestar.
El discurso de Obama frente al Partido Republicano es impecable. No basta con restringir gasto p¨²blico; hace falta que los estratos sociales altos y las grandes corporaciones que se amparan en la "ingenier¨ªa fiscal" de deducciones y exenciones, especialmente las entidades financieras, aporten mucho m¨¢s de lo que lo hacen ahora.
Hay cuatro figuras tributarias que ser¨ªan cualitativamente m¨¢s potentes si fueran establecidas de forma coordinada entre Estados Unidos y Europa para evitar el manido argumento de la deslocalizaci¨®n: la tasa de transacciones financieras, que la Comisi¨®n Europea ha propuesto como ingreso propio de la Uni¨®n; la tasa sobre el carbono; el impuesto sobre beneficios financieros y sobre el tama?o de la entidad por su riesgo sist¨¦mico; y un impuesto sobre las grandes fortunas. Sin contundentes nuevos ingresos fiscales p¨²blicos, en estos momentos en que la recuperaci¨®n no est¨¢ viniendo ni va a venir de la inversi¨®n privada, que tiene cegadas las fuentes de cr¨¦dito, ser¨¢ pr¨¢cticamente inviable volver a crecer y crear empleo de calidad a corto o medio plazo de forma significativa.
Las intervenciones de la Reserva Federal o del Banco Central Europeo son necesarias para la estabilidad financiera, pero no crean por s¨ª mismas empleo, ni animan a fundar empresas. Lo que crea empleo sostenible y de calidad es la inversi¨®n, en infraestructuras tecnol¨®gicas, educativas y f¨ªsicas b¨¢sicamente, y esto solo lo pueden impulsar o incentivar hoy los Estados. Esa acci¨®n, ahora m¨¢s que nunca, ha de ser acordada y coordinada desde ambos lados del Atl¨¢ntico.
Diego L¨®pez Garrido es secretario de Estado para la Uni¨®n Europea.
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