La otra mejilla
Minutos despu¨¦s se encender¨¢n los insultos, la polic¨ªa golpear¨¢ a unos y defender¨¢ a otros, pero a¨²n no ocurre nada en la fotograf¨ªa. Si la dobl¨¢semos por la mitad, separar¨ªamos a los unos de los otros; al desdoblarla, la fuerza de los dedos actuar¨¢ como barrera. En un extremo, varios participantes de la autorizada manifestaci¨®n laica; en el otro, los peregrinos de la JMJ. Los primeros alcanzaron Sol pese a las zancadillas de la polic¨ªa -luego amenazas, insultos y violencia-, y los segundos se han arrodillado para rezar en el centro de la plaza, conscientes del encuentro, quiz¨¢ por eso.
Sin embargo, esa fotograf¨ªa que divide a unos frente a otros contiene rostros equivocados. Las caras de los peregrinos deben sustituirse por las de quienes el jueves esperaban a pie de avi¨®n en Barajas. El pecado que los peregrinos confesar¨¢n en el Retiro no excede de una provocaci¨®n que empieza ingenua -o no tanto: piensen mal, acertar¨¢n- y termina desproporcionada -y m¨¢s-; no pasa de la falta de respeto a quienes buscaban manifestarse en paz, y despu¨¦s gloria. Ese respeto, por cierto, que tanto reclaman para sus creencias: las de una religi¨®n que el Papa asegura perseguida en un pa¨ªs que, parad¨®jicamente, dispone alfombra roja y privilegios econ¨®micos al toque del humo blanco.
Quienes suben el precio del transporte prefieren no identificar a los peregrinos como turistas
Los primeros rostros que debieran sumarse son los del Gobierno estatal: los de quienes borran la palabra aconfesional de la Constituci¨®n y declaran barra libre para gastos eclesi¨¢sticos, y conservan una casilla de la renta para donar a la Iglesia -ir¨¢ de todas formas-, y declaran la JMJ acontecimiento de inter¨¦s general, con jugosas ventajas fiscales para las empresas -hay una lista: tomen nota, t¨¢chenlas de su rutina- que la apoyen. Y toleran -?y fomentan?- la brutalidad policial contra quienes ejercen su derecho a manifestarse, y obvian las explicaciones igual que obvian la l¨®gica. Y ampl¨ªan el horario del Museo del Prado, gratis para los peregrinos. ?Qu¨¦ chollo creer!
Las segundas caras, regode¨¢ndose en su habitual desprecio por lo p¨²blico, las del Gobierno regional. Quienes devastan la educaci¨®n y recortan la plantilla de profesores, abren colegios e institutos para que los peregrinos duerman gratis. ?Qu¨¦ opinan de esto los hoteleros? Y quienes venden la sanidad al primer postor obligan a no facturar la asistencia sanitaria a los peregrinos, aunque despu¨¦s reculen por las manos en la cabeza, eufemismo del manos arriba, esto es un atraco. Y quienes en plena crisis suben un 50% el precio del billete del transporte para sanear cuentas, prefieren no identificar a los peregrinos como turistas y aprovecharlo, sino rebajar los precios -sus precios- hasta el inframundo. Y el defensor del menor, Arturo Canalda, investiga si alguien insult¨® a menores cat¨®licos durante la manifestaci¨®n, y no si alguien -?polic¨ªas, por ejemplo?- agredi¨® a menores laicos durante la manifestaci¨®n, que de todo hubo en la vi?a del Sol.
Los terceros elementos, los del Gobierno municipal: un Ayuntamiento que responde a sus deudas con gastos, con proyectos que no flotan sino que -oh, Zeus- se sumergen, que descabeza celebraciones con repercusiones econ¨®micas reales como el Orgullo, invierte tiempo, esfuerzo y dinero en difundir un mensaje que no ata?e a todos, que no compartimos todos, que se impone y discrimina y criminaliza. Desde ayer hasta hoy escuchamos condenas al aborto, a la eutanasia, faltan las de la homosexualidad, qui¨¦n sabe cu¨¢l m¨¢s: las habituales en la Iglesia espa?ola, amplificadas con un potente equipo de sonido y la respectiva cobertura.
No me gusta esa fotograf¨ªa porque los rostros est¨¢n equivocados: los reproches deben hacerse no a los peregrinos, sino a quienes permiten el esperpento. Tienen nombres y apellidos; suelen aparecer en las fotograf¨ªas. Est¨¢n ah¨ª porque muchos -cat¨®licos, musulmanes, jud¨ªos, agn¨®sticos, ateos- escogieron la papeleta y la depositaron en la urna. Y permiten que la fotograf¨ªa principal, la de una Iglesia que impone unos principios que ni ella misma respeta, y que es tema grave y aparte, tome nuestras calles y arrincone a quienes no comparten sus dogmas. No me molesta que los peregrinos recen o tomen Cuatro Vientos: molesta que se posibilite con nuestro dinero, que paralicen por unos la ciudad de todos, que las Administraciones p¨²blicas difundan un mensaje parcial y extremista, lleno de odio y contrario a la tolerancia que ruegan para ellos. Por Madrid y los madrile?os, que nadie se preocupe: est¨¢n acostumbrados a poner la otra mejilla.
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