LA DIETA DEL AGUACATE
Siempre que viene el Papa, pasan cosas. Por ejemplo, el fin de semana pasado, un peri¨®dico publicaba la dieta que segu¨ªa Mick Jagger a sus casi setenta a?os para estar tan indiscutiblemente en forma: cero psicotr¨®picos, puro aguacate. S¨ª, el aguacate que durante los ¨²ltimos a?os fue tratado como mantequilla vegetal, es lo que consigue que Jagger est¨¦ delgado y saltar¨ªn en sus macroconciertos.
Hay diferencias y coincidencias entre Jagger y Ratzinger, tanto en el escenario como fuera de ¨¦l. Jagger ha sido hombre de muchos amores; Ratzinger de solo uno. Ambos poseen ese magnetismo ¨²nico para llenar estadios o cualquier extensi¨®n grande de terreno. En los a?os sesenta, cre¨ªamos que Jagger se inflaba de todo para rendirle su simpat¨ªa al diablo, mientras que Ratzinger le daba vueltas a la neoescol¨¢stica y a c¨®mo salir de ella. Ahora, para poder cantarla a pleno pulm¨®n, Mick engulle un peque?o aguacate al d¨ªa. La fibra vegetal afina su garganta canalla. Y aunque no lo podamos constatar, porque el Vaticano es muy herm¨¦tico, el aguacate no debe ser frecuente en la dieta del Sumo Pont¨ªfice. All¨ª son muy reacios a los cambios, seguir¨¢n pensando que el aguacate engorda. Hasta que se les aparezca Mick y les convenza de lo contrario diciendo: "El aguacate es la comunicaci¨®n entre el bien y mal a trav¨¦s de m¨ª mismo".
Una reflexi¨®n sobre los vampiros: para ser eterno, debes rodearte de j¨®venes Mourinho es el l¨ªder de los malos oficiales sin los que no podemos vivir
Ratzinger ha tenido un momentazo habl¨¢ndoles al Rey en italiano y a la Reina en alem¨¢n. A Su Majestad por haber nacido en Roma y porque un romano es para siempre. El alem¨¢n a la Reina es un ejercicio de complicidad. El Papa infiere que Alemania salvar¨¢ a Europa. Y los que lo hablan ya tienen el cielo ganado. Con las divorciadas, ?en qu¨¦ idioma hablar¨ªa?
Ha sido energizante ver a Madrid inundada de j¨®venes. En el centro de la ciudad no se hab¨ªa visto esa excitaci¨®n desde que se rumore¨® que Madonna iba a comprarse trapitos en Chueca, el barrio gay de la capital, que es un dolor de cabeza para los organizadores de la JMJ, precisamente porque, como Dios, es omnipresente. En Madrid los taxistas sugieren a los j¨®venes que visiten el barrio para ver "algo diferente". Agobiados por el calor infernal, los j¨®venes cat¨®licos se encontraron dentro, y Chueca, con sus tiendas, su rollo cool y permisivo, les atrap¨® un poco. Deambulaban uniformados y portando banderas en tonos pastel, mientras en cada esquina les esperaban carteles ofertando sexisaunas o espect¨¢culos de striptease masculino con chicos depilados a lo Capit¨¢n Am¨¦rica. Cuando consiguieron alejarse de tanta tentaci¨®n, en otro barrio un c¨¦lebre local de showgirls les abri¨® sus puertas a una hora tempranera, regalando refrescos y un peque?o atisbo a su universo de mobiliario rojo y barras donde en la madrugada rumanas y b¨²lgaras encantadoras ense?an sus pechos a caballeros deseosos de morder un aguacate. Dad de beber al sediento y de comer al hambriento.
Todo el mundo quer¨ªa ser amable con los JMJ, hasta que Dios les puso a prueba con la manifestaci¨®n de los laicos. Descubrieron que su mundo pastel se te?¨ªa de oscuro. A pesar de ello, no deber¨ªamos dejar pasar el talento de algunos de los esl¨®ganes coreados en la manifestaci¨®n: "Menos crucifijo y m¨¢s trabajo fijo", tiene la virilidad de un coro de obreros en una ¨®pera de Verdi. El "S¨ª, s¨ª, s¨ª, Benedicto ya est¨¢ aqu¨ª", de la parte creyente, parec¨ªa coreado por esas fervorosas showgirls del bar donde les ofrecieron piadosos avituallamientos.
Antes de terminar con los JMJ, deber¨ªamos extraer una conclusi¨®n sobre la imagen de toda esa juventud global en torno a unos cardenales octogenarios. Una reflexi¨®n acerca de los vampiros. Para ser eterno, tienes que rodearte de j¨®venes. Y hacerles creer que puedes gestionarles correctamente la vida y el aguacate. Dejad que los ni?os se acerquen a m¨ª.
De pronto, Madrid se vio atrapada en el redil de la violencia. Y la violencia se extendi¨®, como el aguacate en el guacamole, hasta el gran evento futbol¨ªstico que milagrosamente coincidi¨® con las jornadas. Mucho se ha comentado el dedazo de Mourinho en el ojo de Vilanova, pero convendr¨ªa observarlo, por el otro ojo, como uno de los grandes momentos del verano. Lo primero es el perfecto sentido de orientaci¨®n del t¨¦cnico portugu¨¦s para inferir da?o. Uno practica meterle el dedo a alguien en casa y no consigue semejante punter¨ªa.
No deber¨ªa extra?arnos que se desatara violencia en el partido. Vivimos necesitando acontecimientos permanentes, no nos basta con ganar o perder, anhelamos el plus gigantesco de la emoci¨®n s¨²per fuerte que nos haga creer que formamos parte de algo inmenso, extraordinario, que est¨¢ sucediendo en directo delante de nosotros. Se ha vuelto una demostraci¨®n de Dios en el mundo, la clave de la cultura de masas. L¨¢stima que Ratzinger no se refiriera a ello en su homil¨ªa, porque es la creaci¨®n de una fascinaci¨®n por el mal: nos enloquece todo lo que transpire mal rollo, barullo y agresi¨®n. Mourinho, sin necesidad de dietas, es el l¨ªder indiscutible de los malos oficiales, sin los cuales no podemos vivir. Si A¨ªda N¨ªzar es la villana oficial de Telecinco; Mourinho es su r¨¦plica testoster¨®nica. Todo parece estar guionizado para satisfacer esa necesidad de agitaci¨®n caliente que hemos aceptado para sentirnos tambi¨¦n protagonistas y menos mediocres.
Un d¨ªa de estos alguien dir¨¢: la culpa de todo es la falta de aguacate.
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