LO QUE HACE FALTA
Aprendi¨® tantas cosas -escribi¨® Machado sobre un erudito- que no tuvo tiempo para pensar en ninguna de ellas. Ese ha sido el drama de las humanidades en Espa?a, donde la pasi¨®n por los ¨¢rboles ha ido acompa?ada muchas veces de un obtuso desd¨¦n por el bosque, como si los datos fueran enemigos de las ideas. A ese provincianismo no ha hecho m¨¢s que contribuir la moderna parcelaci¨®n del conocimiento -por barrios, autonom¨ªas y comunidades de vecinos- y el cultivo de cierta "ignorancia de investigaci¨®n" que, salt¨¢ndose otro aviso machadiano, ha cre¨ªdo que cuando el saber se especializa crece el volumen total de la cultura. "?Lo que sabemos entre todos!", clamaba el poeta, "?Eso es lo que no sabe nadie!".
Pero en un panorama al que se une la progresiva entrada de las letras en la cadena educativa de desguace surgen figuras que adquieren una dimensi¨®n de patrimonio p¨²blico. Es el caso de Jos¨¦-Carlos Mainer, un historiador de la literatura cuya obra ya es parte de la historia del ensayo espa?ol, alguien que demuestra sin ponerse estupendo que el detalle y el panorama no son incompatibles, que no hace falta ser oscuro para ser profundo. Catedr¨¢tico en Zaragoza y nacido en 1944, Mainer transita ya las fronteras de la jubilaci¨®n. Por eso, La Veleta acaba de publicar un volumen cuyo t¨ªtulo lo dice todo: Para Mainer de sus amigos y compa?eros de viaje. Esos amigos son a veces maestros -Mart¨ªn de Riquer-, a veces disc¨ªpulos -Jordi Gracia- y casi siempre escritores que saben lo que vale un lector como ¨¦l: de Emilio Lled¨® a Caballero Bonald pasando por Mill¨¢s, Cercas, Trapiello o Luis Mateo D¨ªez.
Pocos como Mainer conocen la literatura del siglo XX. No solo la espa?ola. Y en el fondo, no solo la literatura, tambi¨¦n la tormentosa relaci¨®n entre ¨¦tica y est¨¦tica. Cualquier profano que quiera hacerse una idea de la "vida de la cultura" durante la Segunda Rep¨²blica har¨¢ bien en leer un librito -solo por el tama?o- como A?os de v¨ªsperas (Espasa), sobre todo ahora que algunos quieren hacer pasar los hechos por meras opiniones. La sabidur¨ªa de Mainer parece de otro tiempo, pero en ninguno es m¨¢s necesaria que en este. Hegel, que cre¨ªa en el progreso, dec¨ªa que los grandes hombres no son solo los grandes inventores sino tambi¨¦n aquellos que cobraron conciencia de lo que era necesario. Puede que en una ¨¦poca que piensa que las humanidades son poco m¨¢s que un lujo, un humanista sea el que sabe lo que a¨²n hace falta.
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