El repecho m¨¢s feliz de Lastras
El madrile?o se adjudica la etapa y el liderato aprovechando una audaz escapada
La veteran¨ªa es un grado y ese grado te faculta para saber cu¨¢ndo atacar, all¨ª en el ¨²ltimo repecho de un puertecito que con el calor parec¨ªa un puertazo, el Alto de la Santa, que quebr¨® las piernas y el aliento de muchos ilustres. Hasta Igor Anton, la ardilla del Euskaltel, dio muestras de una m¨ªnima flaqueza. Quiz¨¢ le fall¨® el aire acondicionado.
El ¨²ltimo repecho suele ser la mina para un buen bajador como Pablo Lastras, que se fue sin decir adi¨®s a sus tres compa?eros de fuga, Chavanel, Ir¨ªzar y Pydgornyy. Lo hizo como un escalador nato, sabiendo que es un bajador nato. Ah¨ª os qued¨¢is, debi¨® de pensar, y se tir¨® cuesta abajo a falta de 12 kil¨®metros para la meta, con buena carretera y a 50 kil¨®metros por hora en el llano. Solo Chavanel intent¨® amargarle la tarde con relevos largos y profundos que sus dos colegas no fueron capaces de seguir. Fue un leve intento antes de que Lastras recibiera por el pinganillo la noticia de que sus perseguidores hab¨ªan arrojado la toalla. Entonces, la veteran¨ªa es un grado, tuvo tiempo de pensar en la escenificaci¨®n del triunfo. Primero, tres dedos, uno por cada victoria conseguida en la Vuelta. Despu¨¦s de santiguarse, mirada al cielo en memoria de Xavi Tondo, su compa?ero fallecido en mayo. Luego, beso en la mu?eca (asunto privado). Y, por ¨²ltimo, una dedicatoria al p¨²blico que le aplaud¨ªa en la meta. Y todo ello, mordiendo su cadena de oro con la rabia de la felicidad. Los fot¨®grafos, felices.
Atac¨® como un escalador y dej¨® a sus tres compa?eros de fuga sin decirles adi¨®s
Fue el triunfo de la veteran¨ªa y de la fortaleza en una jornada que proporcion¨® grandezas (el Movistar ya ha ganado etapas en las tres grandes vueltas este a?o) y otorg¨® a Lastras el maillot rojo de l¨ªder como premio a?adido. Pero tambi¨¦n caus¨® da?os. Un puertecito, sumado al calor, el Alto del Berro, ya hizo estragos en el pelot¨®n y empez¨® a borrar ciclistas de la carrera (Cavendish, Kloden...) antes de que La Santa pasara la guada?a. No iba a ser un buen d¨ªa, con un pelot¨®n cortado y una escapada, fraguada en el kil¨®metro 7, que parec¨ªa destinada a la rutina de la muerte anunciada y acab¨® siendo la primera de verdad de la Vuelta.
El calor empieza a hacer mella y esto no ha hecho m¨¢s que comenzar. Queda can¨ªcula para rato, as¨ª que conviene acostumbrarse. A Lastras le dio igual. Su ataque fue tan seco despu¨¦s de tantos kil¨®metros de escapada que dio la sensaci¨®n de que su gasolina estaba intacta y su cuerpo humedecido por la sed de victoria. Los tres quijotes restantes de la fuga no pudieron o no quisieron entenderse.
Se supone que estas etapas son el reino de los sprinters, sus momentos de gloria, su ¨²nico inter¨¦s a sabiendas de que hay muchas m¨¢s en las que toca subir a remolque. El desorden es maravillosamente total. Descontada la contrarreloj por equipos, la siguiente etapa la gan¨® un desconocido, Sutton, y la tercera premi¨® una escapada audaz, coronada por un ciclista inteligente. Es la Vuelta, en la que la jerarqu¨ªa tiene muchos l¨ªmites y las revueltas son constantes. A¨²n no ha habido un sprint cl¨¢sico. S¨ª, en cambio, una contrarreloj individual de 12 kil¨®metros, la de Lastras, cuesta abajo, sin tocar el freno, sin mirar atr¨¢s, convencido de que la ocasi¨®n la pintaban calva y a ¨¦l le sobra pelo y sabidur¨ªa para engatusarla.
"Me he planteado la etapa como una cl¨¢sica. Y lo que pase ma?ana me da igual", dec¨ªa radiante Lastras, feliz y sin secretos; "llevo 27 a?os montado en la bici y ser el l¨ªder de la Vuelta es un magn¨ªfico premio aunque no estuviera en mi libro de ruta". El repecho, s¨ª. El repecho de la felicidad.
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