Tras la estela de Ava Gardner
Dos amigos reconstruyen las rutas nocturnas de la estrella de Hollywood, que vivi¨® sin tregua, durante 15 a?os, el ambiente de fiesta de Madrid
Viv¨ªa m¨¢s de noche que de d¨ªa. Volv¨ªa a casa con el cami¨®n de la basura y toreaba coches en el Paseo de la Castellana. Ava Gardner se bebi¨® Madrid durante los 15 a?os que vivi¨® en ella atra¨ªda por su romance con Luis Miguel Domingu¨ªn. La huella que dej¨® en Espa?a entre 1952 y 1967 ya la han seguido autores como el novelista y cr¨ªtico teatral Marcos Ord¨®?ez en Beberse la vida, o el cronista estadounidense Lee Server en su biograf¨ªa Ava Gardner, una diosa con pies de barro. El ¨²ltimo en hacerlo es Isaki Lacuesta, que desnuda a la condesa descalza en el documental La noche que no acaba, estrenado recientemente.
Se sol¨ªa decir que "no hay hombre en Madrid que no se haya acostado con Ava Gardner ni bar en el que no se haya emborrachado Hemingway". Paco Miranda detesta esta afirmaci¨®n. "Ella eleg¨ªa a qui¨¦n se llevaba a la cama porque pod¨ªa, pero desde luego no era a cualquiera". ?ntimo amigo del animal m¨¢s bello del mundo y compa?ero de juergas, Miranda presume de ser el ¨²nico hombre en compartir cama con ella y no haberla tocado. Fue pianista durante tres lustros del Oliver (Calle Almirante, 12), del que eran propietarios entonces Adolfo Marsillach y el periodista Jorge Fiestas, y uno de los lugares que frecuentaba la condesa descalza. "Adolfo quer¨ªa que el local lo compr¨¢ramos nosotros. Ava ten¨ªa que poner 100.000 pesetas, yo otro tanto, y el diplom¨¢tico Miguel Gordomil y Arturo de C¨®rdoba, el bailar¨ªn, otras 100.000. Pero a Ava, que era muy lista, no le convenci¨®". Al final, se lo qued¨® Antonio Gades. En 2002, el local volvi¨® a ser rebautizado como Caf¨¦ Oliver por sus nuevos propietarios: Fr¨¦d¨¦ric F¨¦tiveau y Karim Chauvin. Se trata de un restaurante especializado en cocina mediterr¨¢nea que por las noches se transforma en un local de copas.
Cuando los bares cerraban a las tres, la actriz segu¨ªa la juerga en una venta
Paco Miranda sol¨ªa acompa?ar a la diva en sus rutas festivas por Madrid. Le es dif¨ªcil enumerar todos los locales. "Zambra (calle Victoria, 10) le encantaba". Pero uno de los sitios favoritos de la Gardner era la terraza del restaurante Riscal (Calle Marqu¨¦s de Riscal, 11), actualmente cerrado. Nada m¨¢s subirse al ascensor, ya se quitaba los zapatos y pasaba la velada descalza. Como toda estrella internacional o no que pisaba Madrid, Ava tambi¨¦n acud¨ªa al Chicote (Gran V¨ªa, 12). "aunque era el lugar que menos le gustaba, porque hab¨ªa mucha gente y ten¨ªa que estar constantemente firmando aut¨®grafos", cuenta Miranda. En las instant¨¢neas que recuerdan la ¨¦poca ¨¢lgida de Chicote aparece Gardner charlando con Hemingway o con su amiga Lana Turner. Hoy es el Museo Chicote, que todav¨ªa sigue siendo punto habitual de las estrellas de cine que pasan por Madrid, como Hugh Grant o Catherine Zeta-Jones.
La casa de Paco Miranda es como un templo dedicado a los dioses de la edad dorada de Hollywood. Las estrellas de cine le firmaban fotograf¨ªas que cuelgan de cada pared. Gregory Peck, Sof¨ªa Loren o Liza Minelli. Pero la protagonista es, casi siempre, su amiga Ava Gardner. M¨¢s de 50 fotos dedicadas, cartas enmarcadas que ella le escribi¨® cuando se traslad¨® a vivir a Londres, regalos. "Se iba a Chelsea y me compraba cristal porque dec¨ªa que daba suerte". Y ah¨ª est¨¢ la prueba. Un aut¨¦ntico muestrario de cristal en forma de botellas de licor, mandadas a grabar por Ava Gardner con dedicatorias a su amigo. "Para mi querido amigo Paco", "For my capricorn friend Paco" o un simple "Dear Pesado". "Es que las siestas sin sexo unen mucho", se justifica, guas¨®n, mientras sirve t¨¦ fr¨ªo.
Paco Rom¨¢n tambi¨¦n fue un espectador de lujo de las fiestas de Gardner, pero desde el otro lado de la barra. A principios de los 50 trabaj¨® de camarero en el bar del hotel Castellana Hilton (actual Intercontinental, Paseo de la Castellana, 49). Ava Gardner se alojaba all¨ª. Esa fue la primera vez que la vio. "El trato hacia ella siempre ten¨ªa que ser de Se?ora. Me mandaba recados que me pagaba con buenas propinas: 2000 pesetas de entonces". Una vez le pidi¨® que le comprara cuatro velas. Las coloc¨® en el sal¨®n, mand¨® apagar las luces y mientras los m¨²sicos cantaban, ella apareci¨® con una bata verde. "Se tir¨® al suelo y se quit¨® la bata. Fueron dos minutos, pero, ?qu¨¦ dos minutos!". Cuando termin¨® la fiesta, Ava Gardner se despidi¨® de todos excepto de uno de los cantaores: "No, t¨² te quedas aqu¨ª". A ver qui¨¦n le dec¨ªa que no.
Los otros hu¨¦spedes del hotel echaban humo, as¨ª que la diva alternaba las fiestas en la suite con juergas en locales de moda, con especial preferencia por los tablaos flamencos. El Corral de la Morer¨ªa (Calle Morer¨ªa, 17), Torres Bermejas (Calle Mesonero Romanos, 11), Los Gabrieles (Calle Echegaray, 17), actualmente cerrado, o Villa Rosa (Plaza de Santa Ana, 15), propiedad de Lola Flores y El Pesca¨ªlla, y que despu¨¦s de pasar a ser discoteca, ha vuelto a convertirse en tablao. Pero del que era clienta asidua era de El Duende (actual Los Gitanillos, calle Claudio Coello, 48), que ahora es un restaurante. Con Antonio El Bailar¨ªn, el pianista Paco Miranda o Enrique Herreros, el dibujante, entre otros, se sentaba junto a Pastora Imperio, una de las due?as del local, a ver cuadros flamencos. Paco Rom¨¢n tambi¨¦n fue camarero del tablao. "Miraba el baile con much¨ªsimo inter¨¦s. Le gustaba sentarse y charlar con los artistas, y algunas veces se los llevaba al hotel para que le cantaran".
A quienes no pod¨ªa soportar era a los periodistas. "Una vez dio con un vaso a un fot¨®grafo y le hiri¨® en la cara, y a otro le tir¨® al suelo la m¨¢quina y pidi¨® que llam¨¢ramos a la polic¨ªa". Los periodistas continuaron yendo en busca de instant¨¢neas reveladoras sobre la "ligera vida nocturna" de la diva, pero sab¨ªan que ten¨ªan que estar lejos. "?ltimamente ya iba sola al local". De ah¨ª pasaba, a veces, a la Cervecer¨ªa Alemana (Plaza de Santa Ana, 6), un bar muy taurino al que tambi¨¦n acab¨® yendo sola durante los ¨²ltimos a?os de su estancia en Madrid. Contin¨²a intacto.
Paco Rom¨¢n coincidi¨® con ella en otro sitio: en Manolo Manzanilla, una venta en la carretera de Barajas a la que acud¨ªan los famosos para continuar la fiesta a partir de las tres de la madrugada, cuando cerraban todos los locales de la ciudad. All¨ª iba con Domingu¨ªn. La polic¨ªa cerraba el local cada dos por tres, hasta que finalmente dej¨® de existir. "Beb¨ªa mucho, y lo que le pusieran: aguardiente, co?ac, whisky, caf¨¦, ginebra, bourbon...". Lo mismo dice Enrique Herreros, hijo del dibujante con el que compart¨ªa fiestas. ?l trabajaba para la United Artists en Espa?a, y ella quiso ver el pase especial de la primera pel¨ªcula de Stanley Kramer, No ser¨¢s un extra?o (1955), al lado de la Puerta del Sol. "Vino con su hermana. Se sent¨® a mi lado durante el visionado, con dos perros babosos asquerosos". Al terminar quiso beber, y Enrique la llev¨® al bar m¨¢s cercano: La Mallorquina (Calle Mayor, 2). "Se pidi¨® un whisky con cerveza y a mi me pidi¨® otro. Al segundo ya no sab¨ªa ni d¨®nde estaba, pero ella tan fresca".
Ava Gardner viv¨ªa sin tregua. Hasta que se mud¨® a Londres, lejos de la vida de continuas fiestas que hab¨ªa elegido para s¨ª misma. Paco Miranda lo recuerda: "Unos a?os antes de morir me dijo desde Londres que ten¨ªa un amor. Bajito, cari?oso... Yo le dec¨ªa: 'Ten cuidado, que te sacar¨¢ el dinero'. En la siguiente carta me mand¨® una foto. Era un perro".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.