Un tigre de papel menos
La ca¨ªda de Gadafi es un ¨¦xito de la insurgencia, que ha superado la desorganizaci¨®n e incompetencia iniciales, y de los aviadores europeos
Qu¨¦ no habremos escuchado!
La guerra se estancaba.
Los insurgentes estaban desorganizados, eran indisciplinados, incompetentes.
El Consejo Nacional de Transici¨®n estaba dividido, desgarrado por la rivalidad de las distintas facciones, tribalizado.
Por otra parte, llegado el momento, las tribus fieles a Gadafi iban a oponer una resistencia encarnizada y prolongada desde sus baluartes de Tripolitania.
Y en cuanto a Nicolas Sarkozy, se hab¨ªa embarcado en una aventura incierta, mal calculada y de la que sus socios pol¨ªticos so?aban con sacarlo.
La verdad es que, una vez m¨¢s, en este conflicto se enfrentaban esos dos grandes bandos tan viejos como la pol¨ªtica que son, por una parte, la eterna familia, no tanto de los enemigos de los pueblos o de los amigos de los d¨¦spotas como de los paralizados por el poder y los hechizados por la tiran¨ªa, la eterna familia, en efecto, de quienes no llegan a imaginar -y digo bien: a imaginar- que el orden de las dictaduras es transitorio, ef¨ªmero como todos los ¨®rdenes humanos, o puede que m¨¢s; y por otra parte, el gran bando de aquellos a quienes esa extra?a pasi¨®n, esa par¨¢lisis del alma ante la Gorgona o el monstruo fr¨ªo, no les ha nublado el juicio y son capaces de concebir, nada m¨¢s concebir, que las dictaduras solo se mantienen gracias al cr¨¦dito que se les concede, es decir, al miedo que suscitan entre sus s¨²bditos y a la reverencia que inspiran en el resto del mundo, y que cuando ese cr¨¦dito desaparece, cuando se evapora como un mal conjuro o un espejismo, se derrumban como castillos de arena o se convierten en tigres de papel.
El fin no era imponer la democracia a un pueblo silencioso, sino apoyar una insurrecci¨®n que ya la reclamaba
Las dictaduras solo se mantienen gracias al cr¨¦dito que se les concede, es decir, al miedo que suscitan
Cuando llegue el momento, contar¨¦ en detalle todo lo que he presenciado, en Libia y fuera de Libia, durante estos seis meses que tal vez hayan cambiado la faz de este comienzo de siglo.
Pero, por ahora, quiero rendir homenaje a todos aquellos que, aqu¨ª y all¨ª, no dieron por perdida esta apuesta, tan natural, pero que a muchos les parec¨ªa insensata, a favor de la simple libertad de los seres humanos.
Quiero hacer justicia a esos combatientes libios, de los que alguien se atrevi¨® a decir que sal¨ªan corriendo como conejos ante las legiones de un diablo de opereta, con los que tuve el privilegio de codearme en los frentes de Brega, Ajdabiya, Goualich y Misrata, y que una vez m¨¢s han demostrado la invencible fuerza que, a lo largo de toda mi vida, siempre he hallado en quienes hacen la guerra sin amarla.
Quiero proclamar la probidad de ese CNT al que vi nacer, luego madurar y que, con sus hombres y mujeres de or¨ªgenes diversos, dem¨®cratas de siempre o tr¨¢nsfugas del gadafismo, retornados de un largo exilio u opositores del interior, apenas ten¨ªa, ¨¦l tampoco, experiencia de la democracia, no m¨¢s que de lo militar, y a pesar de todo ha sabido a?adir una p¨¢gina magn¨ªfica a la historia mundial de la resistencia.
Quiero saludar a esos aviadores europeos, y en particular a los franceses, que han librado una guerra que no era exactamente la suya, y cuya misi¨®n era dedicar el tiempo que fuera necesario a ese auxilio a la poblaci¨®n que les encomendaron las Naciones Unidas, as¨ª como exponerse, si era necesario, a las iras de los impacientes que, durante los 42 a?os de dictadura, no encontraron que el tiempo discurr¨ªa lentamente y ahora, cuando se trataba de salvar inocentes y apenas hab¨ªan pasado cien d¨ªas, se les hac¨ªa interminable, y a veces arriesgarse ellos para evitar alcanzar un blanco civil.
Y en cuanto a Nicolas Sarkozy, uno puede no ser de su misma cuerda, uno puede -y es mi caso- oponerse al resto de su pol¨ªtica, pero ?c¨®mo no reconocer que fue Francia quien, bajo su presidencia, tom¨® la iniciativa de apoyar el nacimiento de la Libia libre? ?C¨®mo no aplaudir la in¨¦dita tenacidad que demostr¨® en cada etapa de la guerra? ?Y c¨®mo no admitir que ha hecho por Libia lo que Fran?ois Mitterrand se neg¨® a hacer por la Bosnia despedazada?
Los rebeldes, apoyados por Francia y sus dem¨¢s aliados, han escrito una nueva p¨¢gina de la historia de su pa¨ªs. M¨¢s all¨¢ de su pa¨ªs, han inaugurado una era que cuesta creer que no vaya a tener efectos sobre el conjunto de la regi¨®n, y especialmente sobre Siria.
Y esta antiguerra de Irak, esta intervenci¨®n militar cuyo objetivo no era imponer la democracia a un pueblo silencioso, sino apoyar una insurrecci¨®n que ya la reclamaba y que se hab¨ªa dotado de una representaci¨®n transitoria pero leg¨ªtima, tambi¨¦n permanecer¨¢ en los anales.
Lo que muere: una concepci¨®n antigua de la soberan¨ªa en virtud de la cual todos los cr¨ªmenes est¨¢n permitidos mientras tengan lugar dentro de las fronteras de un Estado.
Lo que nace: una idea de la universalidad de los derechos que ya no es un deseo vano, sino una ardiente obligaci¨®n para todo aquel que crea realmente en la unidad de la especie humana y en las virtudes del derecho de injerencia que es su corolario.
Naturalmente, llegar¨¢ el tiempo de las preguntas, las dudas y, tal vez, los pasos en falso o los primeros reveses, pero habr¨ªa que ser muy mediocre para darle la espalda a la pura alegr¨ªa que debe inspirar este acontecimiento de todo punto asombroso. -
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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