Tecnolog¨ªa y desigualdad
Hasta ahora, el implacable avance de la tecnolog¨ªa y la globalizaci¨®n ha favorecido enormemente la mano de obra altamente cualificada, lo que ha ayudado a generar niveles sin precedentes de desigualdad en el ingreso y la riqueza en todo el mundo. ?Ser¨¢ que, a fin de cuentas, se renovar¨¢ la lucha de clases en la que los Gobiernos populistas lleguen al poder y se lleve al l¨ªmite la redistribuci¨®n del ingreso, y el Estado retome el control de la vida econ¨®mica?
No hay duda de que la desigualdad en el ingreso es lo que m¨¢s amenaza a la estabilidad social en todo el mundo, ya sea en Estados Unidos, en la periferia europea o en China. Con todo, es f¨¢cil olvidar que las fuerzas del mercado, si se les permite actuar libremente, a la larga podr¨ªan ejercer un papel estabilizador. En pocas palabras, cuanto mayor sea la prima para los trabajadores altamente cualificados, m¨¢s grande ser¨¢ el incentivo para encontrar la forma de economizar en el empleo de sus talentos.
Sin duda, la desigualdad en el ingreso es la mayor amenaza a la estabilidad social en todo el mundo
El mundo del ajedrez, con el cual estoy muy familiarizado, ilustra claramente la manera en la que la innovaci¨®n puede tener un efecto muy diferente en los salarios relativos en las siguientes d¨¦cadas del que tuvo en los ¨²ltimos 30 a?os.
Entre finales del siglo XVIII y principios del XIX, un "aut¨®mata" que jugaba ajedrez de modo genial y creativo hizo una gira por las capitales del mundo. El Turco gan¨® partidas contra personas como Napole¨®n y Benjam¨ªn Franklin, mientras que desafiaba a mentes brillantes para conocer sus secretos. A los observadores les llev¨® varias d¨¦cadas averiguar c¨®mo funcionaba realmente El Turco: un jugador humano se ocultaba en un compartimento movedizo en medio de un laberinto de vistosos aparatos.
Ahora, la estafa se revirti¨®: las m¨¢quinas de ajedrez pretenden ser jugadores humanos de ajedrez. Los programas de escritorio de ajedrez han superado considerablemente a los mejores jugadores humanos en la ¨²ltima d¨¦cada, y hacer trampa se ha convertido en un flagelo. Hace poco, la Federaci¨®n Francesa de Ajedrez suspendi¨® a tres de sus mejores jugadores por conspirar para obtener asistencia computarizada (curiosamente, una forma de descubrir a los tramposos es mediante un programa de ordenador que detecta si las movidas del jugador se parecen sistem¨¢ticamente a las jugadas favoritas de varios de los mejores programas inform¨¢ticos).
Por supuesto, hay muchos otros ejemplos de actividades que alguna vez se pens¨® que eran del dominio exclusivo de los humanos intuitivos, pero que los ordenadores han logrado manejar. Ahora, muchos maestros y escuelas usan programas inform¨¢ticos para escanear ensayos y as¨ª detectar copias, una falta antigua que se hace f¨¢cilmente mediante Internet. En efecto, calificar ensayos es una ciencia en ascenso, y algunos estudios han mostrado que las evaluaciones por ordenador son m¨¢s justas, m¨¢s coherentes y m¨¢s informativas que las de un profesor promedio, aunque no necesariamente del mejor.
Los sistemas de ordenador avanzados tambi¨¦n est¨¢n ganando terreno en la medicina, las leyes, las finanzas e incluso el entretenimiento. En vista de estos avances, hay razones para creer que la innovaci¨®n tecnol¨®gica conducir¨¢ finalmente a la comercializaci¨®n de muchas destrezas que ahora parecen ¨²nicas y valiosas.
Mi colega de Harvard Kenneth Froot y yo hicimos un estudio de los movimientos relativos de los precios en un periodo de 700 a?os de una serie de productos. Para nuestra sorpresa, encontramos que los precios relativos de cereales, metales y muchos otros productos b¨¢sicos volv¨ªan a ubicarse en una tendencia media durante periodos suficientemente largos. Nuestra conjetura era que aunque los descubrimientos aleatorios, los eventos clim¨¢ticos y las tecnolog¨ªas pod¨ªan causar variaciones espectaculares durante determinados periodos, los diferenciales de precio resultantes crear¨ªan incentivos en los innovadores para poner m¨¢s atenci¨®n en los bienes cuyos precios hab¨ªan aumentado dr¨¢sticamente.
Por supuesto, las personas no son bienes, pero los mismos principios se aplican. Como la mano de obra cualificada se hace cada vez m¨¢s cara respecto de la no cualificada, las empresas tienen mayores incentivos para encontrar formas de "hacer trampa" mediante el uso de sustitutos en los insumos de precio elevado. El cambio podr¨ªa llevar muchas d¨¦cadas, pero tambi¨¦n podr¨ªa llegar mucho m¨¢s r¨¢pido mientras la inteligencia artificial estimule la nueva ola de innovaci¨®n.
Tal vez los trabajadores cualificados intentar¨¢n asociarse para lograr que los Gobiernos aprueben leyes y reglamentos a fin de que sea m¨¢s dif¨ªcil para las empresas hacer obsoletos sus empleos. Sin embargo, si el sistema de comercio global sigue abierto a la competencia, la habilidad de los trabajadores cualificados para impedir indefinidamente la tecnolog¨ªa que prescinde de la mano de obra ser¨¢ m¨¢s eficaz que los intentos en el pasado de los trabajadores no cualificados.
La pr¨®xima generaci¨®n de avances tecnol¨®gicos tambi¨¦n podr¨ªa promover una mayor equidad en el ingreso si se ofrece un acceso igualitario a la educaci¨®n. Actualmente, los recursos educativos -en particular, los del nivel superior (universidad)- en muchos pa¨ªses pobres est¨¢n seriamente limitados respecto a los pa¨ªses ricos, y, hasta ahora, Internet y los ordenadores han exacerbado las diferencias.
Sin embargo, no tiene por qu¨¦ ser as¨ª. Con seguridad, la educaci¨®n superior, en ¨²ltima instancia, se ver¨¢ afectada por el mismo tipo de ola de tecnolog¨ªa que ha aplastado a las industrias del autom¨®vil y de los medios de comunicaci¨®n, entre otras. Si la comercializaci¨®n de la educaci¨®n en ¨²ltima instancia se extiende al menos al nivel universitario inferior, el impacto en la desigualdad del ingreso podr¨ªa ser profundo.
Muchos comentaristas parecen creer que la brecha en aumento entre ricos y pobres es un efecto colateral inevitable de la globalizaci¨®n y la tecnolog¨ªa crecientes. Seg¨²n su punto de vista, los Gobiernos tendr¨¢n que intervenir radicalmente en los mercados para restaurar el equilibrio social.
No estoy de acuerdo. S¨ª, necesitamos realmente sistemas de impuestos progresivos, respetar los derechos de los trabajadores y pol¨ªticas generosas de ayuda por parte de los pa¨ªses ricos. Sin embargo, el pasado no es necesariamente pr¨®logo: dada la extraordinaria flexibilidad de las fuerzas del mercado, ser¨ªa una tonter¨ªa, si no peligroso, inferir la creciente desigualdad en los ingresos relativos en las siguientes d¨¦cadas mediante la extrapolaci¨®n de las tendencias recientes.
Kenneth Rogoff, gran maestro internacional de ajedrez, es profesor de Econom¨ªa y Pol¨ªticas P¨²blicas de la Universidad de Harvard y execonomista en jefe del FMI. ? Project Syndicate, 2011. Traducci¨®n de Kena Nequiz.
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