Malas hierbas
La 'cruzada' del alcalde de Getafe y sus colegas contra el estramonio es un gesto propagand¨ªstico
Unos d¨ªas despu¨¦s de la visita del papa Benedicto a Madrid, el alcalde de Getafe, Juan Soler, anim¨® a sus colegas del PP en la Comunidad a seguirle en una nueva cruzada para erradicar una hierba demoniaca, la datura estramonio de sus predios. Unos d¨ªas antes, dos j¨®venes que participaban en una rave con visos de aquelarre en un antiguo monasterio de carmelitas descalzas murieron tras ingerir una infusi¨®n de la planta maldita. A esta quim¨¦rica cruzada que pretende poner puertas al campo se sumaron con ardor herbicida otros alcaldes madrile?os de la misma cuerda. Quimera por quimera, la iniciativa de exterminar esta solan¨¢cea, alucin¨®gena como tantas otras de su misma familia, es calificada como un sinsentido, una alucinaci¨®n institucional, una tarea tan ¨ªmproba como condenada al fracaso, se necesitar¨ªan miles de hombres y millones de horas para localizarla y extirparla de ra¨ªz y de momento, puesto que la sabia naturaleza que no sabe de cruzadas volver¨ªa a producirla intensivamente y con mucha m¨¢s fuerza. El estramonio, apunta don P¨ªo Font Quer, farmac¨¦utico y qu¨ªmico leridano, en su magna obra Plantas medicinales. El Diosc¨®rides renovado, "se cr¨ªa en las huertas poco cuidadas, en los barbechos no demasiado secos, al borde de los campos, en los escombros, junto a las construcciones rurales, corralizas, lugares estercolados, etc¨¦tera, de todo el pa¨ªs, pero solo ac¨¢ y all¨¢, de manera que, a menudo, no se da con ella cuando se la busca".
El Nuevo Diosc¨®rides, de don P¨ªo fue en los a?os setenta del pasado siglo biblia de jipis herborizadores en busca de alcaloides recreativos, de plantas alucin¨®genas sin contaminar a¨²n por el mercado negro. La buscada, y casi siempre frustrada, inmersi¨®n en la naturaleza de los hijos de las flores criados en el asfalto inclu¨ªa el uso y el abuso de las malas hierbas, y el voluminoso y apasionante libro del boticario catal¨¢n se consagraba como gu¨ªa de caminantes psicotr¨®picos, gu¨ªa exhaustiva, compilada desde la sensatez y el conocimiento, que advert¨ªa de los efectos y calibraba los riesgos de consumir alegremente y sin prescripci¨®n facultativa estas drogas vegetales conocidas y utilizadas con fines medicinales o cham¨¢nicos desde la m¨¢s remota antig¨¹edad. Tengo a la vista la duod¨¦cima edici¨®n de 1990 de esta obra, que ya hab¨ªa consultado y apreciado veinte a?os atr¨¢s, abierta por las p¨¢ginas con minuciosas ilustraciones dedicadas al estramonio (datura stramonium). Basta pasar revista a los nombres con los que la sabidur¨ªa popular ha bautizado a la planta para hacerse una idea de c¨®mo se las gasta esta especie que los animales evitan por sus letales efectos y por su nauseabundo olor. He aqu¨ª algunos: hierba hedionda, higuera del infierno, mata del infierno, berenjena del diablo, burladora, herba do morto en Galicia y vu¨¦lvete loco en algunos lugares de Latinoam¨¦rica.
Como dijo Paracelso, no hay veneno sino dosis, pero conocer las dosis para alucinar sin demasiados riesgos con el estramonio es tarea imposible para los profanos, es imposible reconocer sin an¨¢lisis la cantidad de alcaloides de cada planta que var¨ªan en funci¨®n de inescrutables factores, incluido el de la hora en la que fue recolectada. El vu¨¦lvete loco es precisamente el efecto que buscan sus consumidores l¨²dicos y no cabe duda de que lo consiguen, siempre m¨¢s all¨¢ de lo que pretenden; las alucinaciones del estramonio no son amables y coloreados ensue?os psicod¨¦licos. En la mayor parte de los casos se resuelven en asfixiantes pesadillas fuera de todo control. Los locos del estramonio se adentran en un paisaje virtual que se sobrepone al de la realidad, pero el paisaje real sigue bajo sus pies y provoca frecuentes y a veces letales encontronazos. Hablo de o¨ªdas, pero he visto algunos casos y he escuchado numerosos testimonios de usuarios ocasionales que nunca quisieron repetir la experiencia.
La cruzada exterminadora que predican el alcalde de Getafe y sus colegas es simplemente un gesto propagand¨ªstico que puede volverse contra ellos. La informaci¨®n y la pedagog¨ªa son las ¨²nicas armas y la legalizaci¨®n de las drogas el ¨²nico camino racional para terminar con sus plagas. Cuando la hero¨ªna hizo eclosi¨®n en el mercado de las drogas juveniles, muchos j¨®venes desconfiaron de sus peligros y adicciones, ya hab¨ªan sido enga?ados muchas veces por los informadores sobre los grav¨ªsimos peligros de fumarse un porro o ingerir un ¨¢cido. Hoy se mantiene una pol¨ªtica semejante y los avisos seguir¨¢n cayendo en saco roto.
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