Polanski hace mod¨¦lico cine adaptando teatro
Aunque el talento visual y narrativo de ese individuo turbio y extraordinario director de cine llamado Roman Polanski se adapte a todo tipo de historias, a los espacios abiertos y a los espacios cerrados, resulta transparente que le gustan los retos. Por ejemplo: que su c¨¢mara sea capaz de estremecer al espectador movi¨¦ndose exclusivamente a trav¨¦s de una casa. Lo hizo describiendo la esquizofrenia de una mujer en la claustrof¨®bica Repulsi¨®n. En El quim¨¦rico inquilino y en La semilla del diablo hab¨ªa alguna secuencia que se desarrollaba en las calles de Par¨ªs y de Nueva York, pero lo que se mantiene en la memoria del aterrado espectador es una casa en la que los fantasmas acorralan a su inquilino y el siniestro edificio Dakota en el que la enga?ada Rosemary sufr¨ªa su pavoroso embarazo del mal. La heterodoxia de Polanski tampoco ha desde?ado nunca la adaptaci¨®n del teatro al cine. Lo hizo en Macbeth. Tambi¨¦n en La muerte y la doncella, utilizando una mansi¨®n solitaria en el campo para describir el temible reencuentro entre una mujer traumada y su antiguo y ahora reciclado verdugo, con el m¨¦dico que la viol¨® y tortur¨® a?os atr¨¢s en una c¨¢rcel clandestina.
'Un dios salvaje' es brillante y mal¨¦vola, hace sonre¨ªr y re¨ªr, nunca es previsible
En Carnage, Polanski repite sus viejos experimentos y transforma en cine la obra teatral de Yasmina Reza. Debido a mi enfermiza desidia a pisar los teatros, desconozco el modelo original (en Espa?a la titular¨¢n Un dios salvaje, id¨¦ntico enunciado que cuando se represent¨® en los escenarios) por lo que no puedo opinar sobre la fidelidad al texto original o los cambios que haya introducido Polanski, pero lo que s¨ª puedo constatar es que ha vuelto a realizar un cine admirable, tragic¨®mico, con un lenguaje, una agilidad, un sentido del ritmo y de la atm¨®sfera de primera clase. La ¨²nica secuencia rodada en exteriores ocurre al principio y al final de la pel¨ªcula, acompa?ando a los t¨ªtulos de cr¨¦dito. En ese arranque vemos en un parque a un cr¨ªo que despu¨¦s de discutir con otro le sacude un bastonazo, presumiblemente demoledor, en el careto. A partir de ah¨ª la c¨¢mara se encierra en la casa de los padres del agredido para describir la visita que le hacen a estos los padres del agresor, intentando civilizadamente aclarar las razones de esa violencia, pedir perd¨®n y reparar en lo posible el da?o.
El problema, como en El ¨¢ngel exterminador, es que un fen¨®meno extra?o impide a los invitados largarse definitivamente de esa casa por mucho que se despidan efusivamente y abran la puerta del ascensor. Esa surrealista inmovilidad le sirve a Yasmina Reza y a Polanski para quitarle las m¨¢scaras a los personajes, para que se emborrachen y vomiten sus miserias, para una hilarante galer¨ªa de equ¨ªvocos, encontronazos verbales y gags tan divertidos como pat¨¦ticos. Tambi¨¦n se rodea de los mejores int¨¦rpretes para retratar la catarsis y el desmoronamiento de esa gente risue?a y tan preocupada por su imagen. Dispone de las siempre apasionantes actrices Jodie Foster y Kate Winslet, y de dos actores falsamente secundarios y dotados de tantos registros que logran ser cre¨ªbles en cualquier personaje que interpreten como son Christoph Waltz y John C. Reilly. Al existir un buen guion, solistas virtuosos y un magistral director de orquesta, nada puede fallar en la fiesta. Un dios salvaje es brillante y mal¨¦vola, hace sonre¨ªr y re¨ªr, nunca es previsible, la ves y la escuchas con deleite, se te alegra la expresi¨®n al recordarla.
Nadie duda de la proteica capacidad de Madonna para vender con ¨¦xito su eternamente renovada imagen, convertir en noticia sus estrat¨¦gicos gestos, haber creado un estilo, generar modas e imitaciones, vender discos y llenar estadios. Pero tantas confirmadas virtudes no garantizan que tambi¨¦n est¨¦ dotada para crear ficciones detr¨¢s de la c¨¢mara. Ignoro si W. E., que as¨ª se titula el relamido, cursi y megapijo engendro que acaba de presentar en la Mostra, era un proyecto de Madonna anterior a que se rodara la notable El discurso del rey, pero curiosamente ambas se ocupan de la misma y distinguida familia. Madonna describe de pasada al rey tartamudo que logr¨®, con la ayuda de un logopeda, hacerse entender entre sus s¨²bditos. Lo que le interesa a ella es contar la incombustible historia de amor entre el hermano de este y Wallis Simpson.
Este romance tan sofisticado y ardiente, por el que el rey Eduardo VIII tuvo que abdicar del trono de Inglaterra, se alterna paralelamente con el ¨¦xtasis que siente una mujer casada e infeliz ante la l¨ªrica historia de la plebeya divorciada y el pr¨ªncipe valiente, con sus obsesionadas visitas al museo donde se exponen las pertenencias y la biograf¨ªa sentimental de esa arriesgada pareja, antes de que estas sean subastadas en Sotheby's. Todo en esta boba pel¨ªcula tiene pretensiones de dise?o, incluida su exaltaci¨®n del romanticismo. Los personajes son involuntarias caricaturas, las situaciones y el tono desprenden falsedad, su sentimentalismo es de cart¨®n.
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