Un Cronenberg espl¨¦ndido (y sin cafe¨ªna)
Aplausos entusiastas acogen en Venecia la proyecci¨®n de 'Un m¨¦todo peligroso', el nuevo trabajo del director canadiense
Todo el mundo sabe que David Cronenberg es muy suyo, un tipo siempre inquietante capaz de convertir cualquier t¨®pico en una pesadilla y de hurgar en lugares que los mortales simplemente ignoran. Siempre ha sido el realizador canadiense un se?or de extremos, un hombre elegante a la par que morboso que te lleva al infierno con un par de planos, sin mayores esfuerzos. Por eso esta ma?ana, y al finalizar el pase para la cr¨ªtica de su ¨²ltima obra, Un m¨¦todo peligroso, los aplausos (entusiastas) se mezclaban con la cara del que ha visto una pel¨ªcula con bobinas cambiadas. Un m¨¦todo peligroso tiene algunos de los tics de Cronenberg aunque los utiliza de forma leve, pero por el otro lado parece la pel¨ªcula de alguien interesado ¨²nica y exclusivamente en demostrar que el cine sigue siendo cosa de algunos -pocos- elegidos.
As¨ª, (de)construye en perfecto orden cronol¨®gico la enfermiza relaci¨®n entre el doctor Freud (¨¦se doctor Freud) y el doctor Carl Jung (¨¦se Carl Jung) con la excusa de una se?ora que anda algo renqueante por lo que se refiere a su salud mental. El impacto de la joven, despu¨¦s paciente, en la vida de ambos se convierte para Cronenberg en un retrato de vicios y virtudes (bastante m¨¢s de lo primero que de lo segundo) en la que el realizador contrapone la exquisita relaci¨®n epistolar de ambas eminencias, carta arriba, carta abajo, al aut¨¦ntico mundo de enga?os y decepciones que surge cuando dos mentes brillantes compiten bajo mano por imponer sus propias teor¨ªas.
Por el camino un relato costumbrista con escasas salidas de tono pero filmado con apasionada asepsia por el ojo cl¨ªnico de Cronenberg. Los actores, magn¨ªficos, con un Viggo Mortensen espectacular en su aproximaci¨®n al doctor Freud: una suerte de can¨ªbal esc¨¦nico, nariz falsa en ristre, que se merienda a un grande como Michael Fassbender, al que se le ve mucho m¨¢s relajado cuando el encuadre respira sin la sombra de Mortensen.
Personajes de hormig¨®n armado
El Jung de Fassbender es t¨ªmido, apocado, hasta que aparece la se?orita de turno y le tumba el andamio. Entonces aparece otro Jung, cinto en mano, aficionado a dar ca?a a la mujer que ama, enamorado de una paciente sin saber que ¨¦sta va a arrastrarle la jeta por el barro. Al otro lado de la mesa, el Freud de Mortensen, despampanante en su contenci¨®n, capaz de decirle a uno (si fuera necesario) que acaba de estrangular al bebe del vecino sin que le tiemblen las manos. Los dos procuran a Keira Knightley un escenario adecuado para su personaje (el m¨¢s complicado de la pel¨ªcula) y a pesar del esfuerzo inmenso que resulta encarnar a una sadomaquista con un cerebro del tama?o de una sand¨ªa la actriz sale -casi- airosa del reto.
Cierto es que en los primeros planos a uno le cuesta disociar la sobreactuaci¨®n de la pretendida sobriedad que impone la obra y queda la duda de si Knightley segu¨ªa ordenes o quiso poner de m¨¢s en el papel. Sea como fuere, la brit¨¢nica despliega velas en la segunda parte y pocos peros hay que ponerle a su esplendida (y atormentada) psiquiatra en ciernes. La cosa es que Cronenberg, incluso cuando se parece menos a ¨¦l mismo que de costumbre, sigue siendo un director excepcional. Si el mensaje era ese, lo hemos captado.
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