Os debo una explicaci¨®n: pijotadas
En Bienvenido, Mr. Marshall, la genial pel¨ªcula que Luis Garc¨ªa Berlanga rod¨® en 1953 en la localidad madrile?a de Guadalix de la Sierra, Pepe Isbert, que hac¨ªa de alcalde del pueblo, asomaba a la balconada del Ayuntamiento y se dirig¨ªa as¨ª a sus vecinos: "Como alcalde vuestro que soy, os debo una explicaci¨®n, y esa explicaci¨®n os la voy a dar porque os la debo". Tal frase representaba el discurso m¨¢s brillante y democr¨¢tico que pod¨ªa articular un alcalde por aquellas fechas, en las que el r¨¦gimen franquista andaba baj¨¢ndose los pantalones verde caqui para aspirar a la leche en polvo americana y, ya de paso, a una ayudita para reprimir comunistas; a cambio, claro, de que los atl¨¢nticos instalaran aqu¨ª sus bases militares. El alcalde berlanguiano estaba, adem¨¢s, bastante sordo, as¨ª que casi ni se entera cuando el coche de los ansiados americanos pasa de largo por delante de su pat¨¦tico balc¨®n.
Con ese libelo en forma de ordenanza, el alcalde de Guadalix ha tenido su minuto de gloria
Cincuenta y ocho a?os despu¨¦s, y Transici¨®n mediante, ?ngel Luis Garc¨ªa Yuste, joven alcalde por el PP de Guadalix de la Sierra, califica de pijotadas a un buen n¨²mero de las prohibiciones y obligaciones que incluye la Ordenanza de convivencia ciudadana cuyos 51 folios ha firmado ¨¦l mismo, con el objeto, dice, de favorecerla. La convivencia. Y son tan aut¨¦nticas pijotadas, desde luego, que no es dif¨ªcil imaginar al se?or Garc¨ªa Yuste asomando al balc¨®n del Ayuntamiento de Guadalix a dar su debida explicaci¨®n: prohibido sacudir el mantel por la ventana (no vaya a ser que pase un gorrioncillo por ah¨ª y pille una miga, oiga, ?menudo jeta!); prohibido cantar en la calle (huy, perd¨®n, que se me ha escapado un estribillo, qu¨¦ cabeza la m¨ªa, me ha dado un vuelco el coraz¨®n cuando me he o¨ªdo); prohibido darse un masaje, jugar a las cartas o tumbarse en un banco del parque (no me extra?a, se?or alcalde, diga usted que s¨ª, a cosas tan contrarias a la convivencia hay que plantarles cara con un par, es usted un valiente); prohibido tocar instrumentos (faltar¨ªa m¨¢s, que esto es como con los porros, se empieza tocando la flauta y se acaba tocando cualquier cosa).
Tampoco se puede bailar en la calle (?cuidado, un bailar¨ªn!), jugar a la pelota o hacer el caballito con la bici (?como no dejes la pelota, ni?o, te doy dos hostias bien dadas, que viene el alcalde y me mete un puro de 750 euros!). Y, por supuesto, prohibido dibujar en el suelo, "por tanto, se proh¨ªbe la rayuela" (ah, si Julio Cort¨¢zar levantara su enorme cabeza... (Julio Cort¨¢zar, s¨ª, se?or alcalde, aquel escritor, no, mexicano no, argentino, del boom, no, no, nada que ver con bombas, hombre, aquel fen¨®meno literario latinoamericano, no, tampoco tiene que ver con inmigrantes, no, con novelas y cuentos, s¨ª, nada, que no, que no le suena, ya...).
Todo esto parece muy gracioso. Berlanguiano. Parece, de hecho, una lista de idioteces que bien podr¨ªan hab¨¦rsele traspapelado al alcalde de Bienvenido, Mr. Marshall para unas hipot¨¦ticas ordenanzas que contentaran a unos no menos idiotas americanos (antes de sospechar, claro, que iban a pasar de largo por su pueblo). Pero es que resulta que semejantes memeces encubren en realidad asuntos mucho menos chistosos, como son la cacicada y la represi¨®n de la libertad de expresi¨®n y de reuni¨®n. Porque entre pelotas y manteles, y dado que 51 p¨¢ginas de prohibiciones dan para mucho, aunque nada se diga de las novilladas, encierros y dem¨¢s salvajadas contra los animales que se est¨¢n perpetrando en sus fiestas, tambi¨¦n se encuentra la de celebrar asambleas "sin autorizaci¨®n previa". ?Tate! As¨ª que torturas en la calle s¨ª, pero asambleas no. Y esa autorizaci¨®n ha de concederla el lumbrera de las pijotadas. O sea, el alcalde. No solo eso: insta tambi¨¦n a los de Guadalix a informar sobre las actividades de sus vecinos. O sea, a vigilarlos y a denunciarlos. Como en el 53. Un gustazo de convivencia, vamos.
Con esta suerte de libelo en forma de ordenanza, lo que ha hecho el alcalde de Guadalix es reprimir las asambleas del 15-M, que se han venido celebrando pac¨ªficamente en la localidad. Y, de paso, ha tenido su minuto de gloria, como recientemente le espet¨® Felipe de Borb¨®n a la ciudadana que de forma educada se dirigi¨® a ¨¦l para preguntarle por qu¨¦ no se celebraba un refer¨¦ndum para consultar a los espa?oles sobre la continuidad de la Corona. (Eso le dijo el Pr¨ªncipe a la plebeya; ¨¦l, que anda sobrado de minutos de gloria. Aunque por debajo de ese di¨¢logo estuviera el importante debate de las reformas constitucionales, ya que la Constituci¨®n de 1978 es casi intocable. Hasta que PSOE y PP se ponen de acuerdo para modificarla. Sin consultar. Ni Pepe Isbert y Manolo Mor¨¢n podr¨ªan haber hecho mejor semejante papel¨®n).
Pero adem¨¢s el alcalde de Guadalix se pone as¨ª a las ¨®rdenes de la presidenta de la Comunidad, que ha dicho que "se acab¨® la broma" de la Puerta del Sol, pues se quiere "transformar es la Bastilla". No, se?ora Aguirre, ni la voz de los ciudadanos es ninguna broma ni, por supuesto, esto ninguna Bastilla: aqu¨ª se quieren referendos, no guillotinas. El 15-M es pac¨ªfico, hasta cuando es reprimido con violencia. No pretenda confundir con palabrejas, como lo intenta su cachorro con pijotadas peregrinas.
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