'Betty Blue Eyes': un musical berlanguiano
Richard Eyre es uno de mis h¨¦roes teatrales. Dirigi¨® el National Theatre durante una gran d¨¦cada (1988-1997) y cuenta con triunfos como el Hamlet de Daniel Day-Lewis, el Ricardo III de Ian McKellen, el Rey Lear de Ian Holm o el John Gabriel Borkman con Paul Scofield, Vanessa Redgrave y Eleen Atkins. Y casi todo lo que escribi¨® David Hare en esos a?os, desde Racing Demon hasta Skylight. Y sus dos deslumbrantes puestas de Guys and Dolls. Muchos descubrimos, gracias a ¨¦l, a Harley Granville-Barker: Eyre hizo reeditar a precios populares sus inencontrables Prefaces to Shakespeare. Aprovecho para recomendar aqu¨ª sus libros, porque Eyre es un formidable escritor e historiador. Por orden de aparici¨®n: 1. Utopia and Other Places (1993), una de las mejores biograf¨ªas teatrales que he le¨ªdo. 2. Changing Stages (2000, con Nicholas Wright), una historia del teatro brit¨¢nico del siglo XX abordada con tanta pasi¨®n como estilo. El libro fue la base de la extraordinaria serie (seis cap¨ªtulos) que Eyre hizo al a?o siguiente para la BBC. Si La 2 o Canal + la emitieran se har¨ªan y nos har¨ªan un favor. 3. National Service (2004), los diarios de sus a?os al frente del NT. 4. El impresionante Talking Theatre (2009), las cuarenta entrevistas con la crema de la escena inglesa (actores, actrices, autores, directores) que hizo para la serie.
El principal problema de 'Betty Blue Eyes' es que quiere jugar a dos bandas y conciliar dos tonos antag¨®nicos
La temporada pasada, Eyre dirigi¨® en el Old Vic A Flea In His Ear, el vodevilazo de Feydeau, que lament¨¦ mucho no ver. Este a?o me he sacado la espina con Betty Blue Eyes, el singular espect¨¢culo que ha presentado en el Novello. Singular por la voluntad del megaproductor Cameron Macintosh de hacer un musical "intr¨ªnsecamente brit¨¢nico" y, sobre todo, porque la pel¨ªcula en la que se basa, A Private Function (1985), de Alan Bennett y Malcolm Mowbray, no es precisamente la alegr¨ªa de la huerta: en un tono que recuerda por igual a Berlanga y a las comedias m¨¢s negras de la Ealing, narraba los avatares de un callista y su trepadora esposa para hacerse con un cerdo (en el racionad¨ªsimo Yorkshire de posguerra) y ofrecerlo en un banquete conmemorativo de la boda de la princesa Isabel. Curiosamente, los autores del libreto son americanos: Ron Cowen y Daniel Lipman, guionistas de la serie Sisters y la versi¨®n USA de Queer As Folk. M¨²sica y letras corren a cargo de dos ingleses, Georges Stiles y Anthony Drewe, responsables de Peter Pan, Honk! (muchos han dicho que Betty Blue Eyes deber¨ªa haberse llamado Oink!) y las canciones adicionales de Mary Poppins. La partitura de Stiles, sin embargo, ostenta marcadas influencias de tres gigantes americanos (Loesser, Rodgers y, al menos en un tema, Sondheim) y un gusto innegable por las grandes bandas de swing de los a?os cuarenta. Una de las primeras canciones, la estupenda Magic Fingers, brota de un terceto de amas de casa que sue?an con un imposible mundo de lujo y mimos mientras el callista Gilbert les masajea los pies. Es dif¨ªcil no ver ah¨ª un homenaje al gran Dennis (Pennies from Heaven) Potter, que estallar¨¢ esplendoroso poco m¨¢s tarde cuando Joyce, la esposa de Gilbert, condenada a una vida gris como profesora de piano, imagine una existencia paralela como cantante de cabaret: desaparecen paredes y techo de su comedor suburbial y emerge un on¨ªrico sal¨®n de baile donde, vestida a lo Ginger Rogers y secundada por una orquesta de esm¨®quines n¨ªveos (diez profesores a las ¨®rdenes de Richard Beadle) interpreta Nobody, tal vez el n¨²mero m¨¢s memorable de la funci¨®n. Las coreograf¨ªas, por cierto, llevan la firma de Stephen Mear, que el a?o pasado bord¨® los bailes de Sweet Charity en la Menier y se luce con una descomunal danza de lindy-hop.
Gilbert Chilvers es Reece Shearsmith, famoso por su trabajo como actor y guionista en las series The League of Gentlemen y Psychoville, y al que vi debutar har¨¢ cinco a?os como Leo Bloom en el montaje ingl¨¦s de The Producers. Aqu¨ª est¨¢ tan bien (divertido, humano, vulnerable) como all¨ª estaba. Tiene una voz limitada pero comunica maravillosamente todo lo que canta: su tema estelar es la balada The Kind of Man I Am, cercana (pero sin su sarcasmo) al I Believe in You de Frank Loesser. Hablando de Loesser: Sarah Lancashire es Joyce Chilvers, que deslumbr¨® a la afici¨®n como Miss Adelaide en el Guys and Dolls del Piccadilly (2007), junto a Ewan McGregor. Formidable de voz y presencia, sirve con id¨¦ntica fuerza el ensue?o de Lionheart (otra escena potteriana, que narra su primer encuentro con Gilbert en el Primrose Ballroom durante un bombardeo) y su ¨¢cido perfil de Lady Macbeth provincial (Kill the Pig!) empujando a su timorato marido a poner sangriento remate a su plan. Los personajes m¨¢s desaforados, casi en clave de farsa, son el villanesco Wormold (Adrian Scarborough), un inspector de abastos a caballo entre Go?ring y Donald Pleasence, obsesionado por pintar de verde la carne decomisada (su n¨²mero Painting by heart parece un gui?o al Sondheim de Finishing the hat) y la anciana madre de Joyce (la veterana Ann Emery, que casi dobla su rol de la abuela en Billy Elliott), convencida de que es a ella y no al cerdo a quien quieren sacar de en medio. El principal problema de Betty Blue Eyes es que quiere jugar a dos bandas y conciliar dos tonos antag¨®nicos: el de un mundo que hunde pies y manos en la codicia, el hambre, la mierda y la sangre, y el que, equ¨ªvocamente, anuncian t¨ªtulo y cartel. Betty es el nombre de la disputada cerdita, un adorable animatronic (a quien presta su voz Kylie Minogue en la escena final) de desarmantes moh¨ªnes y dulc¨ªsimas ca¨ªdas de ojos que roban el coraz¨®n de su due?o, el granjero Allardyce (Jack Edwards) y de toda la parroquia. Imagino que los taquilleros del Novello deben perder un buen rato cada tarde explicando a los padres de familia que el espect¨¢culo no es precisamente infantil y que la dulce criatura dise?ada por William Banyard no es hija de Miss Piggy ni novia de Babe. Como taquilla manda, la clausura se decanta por el cuento de hadas, tan inveros¨ªmil como prudente. Pese a ese desajuste conceptual, Betty Blue Eyes es un musical de los que (casi) no se hacen.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.