La cajera
De la reina de Espa?a, do?a Sof¨ªa, se dijo como elogio que era "una profesional". Ella tambi¨¦n lo es. La cajera de mi supermercado habitual. Una reina precaria. Sonr¨ªe al dar el tique de la compra, incluso en un d¨ªa como hoy. Un d¨ªa nublado por dentro y por fuera. Me dice adi¨®s. El ¨²ltimo adi¨®s. Se despide porque la despiden. ?Y por qu¨¦ la despiden? Porque se cumplen tres a?os. Le han ido haciendo contratos temporales. Hab¨ªa llegado su hora. Es decir, deber¨ªan hacerla fija. Su salario es m¨ªnimo, pero su trabajo, impagable. Tres a?os poniendo buena cara al gent¨ªo impaciente de las colas. Tres a?os regalando bromas, una sonrisa, un plus personal que nadie le exig¨ªa. Hay momentos en que la caja de un supermercado es un paso abrupto, con sus choques y broncas, pero ella sab¨ªa manejar a ebrios, furtivos o se?oritas faltonas con una popular soltura freudiana. Ese oficio de brega p¨²blica requiere cualidades diplom¨¢ticas, agilidad mental, un estado de vilo durante largas horas. Y aun as¨ª hab¨ªa una huella humana, una tinta invisible, en el tique de la cajera. Esa cajera que dice adi¨®s con una firmeza melanc¨®lica que recuerda a Celia Johnson en la estaci¨®n de Breve encuentro, mientras sus manos atienden ya el nuevo pedido con la velocidad chaplinesca de Tiempos modernos. Trabaja para una cadena que ha incrementado sus beneficios. Cada vez menos gente hace m¨¢s trabajo. He pagado mis mercanc¨ªas, pero marcho con la sensaci¨®n de ser testigo de una sustracci¨®n criminal. Vivimos dominados por un pensamiento ¨²nico, ese ox¨ªmoron de "liberalismo totalitario" que ya presenta la forma de un pensamiento aristont¨®nico, un c¨²mulo de tontos eufemismos. Reformas que aceleran los despidos. Austeridad como expolio p¨²blico, mientras se escabullen los grandes corruptos. De querer ahorrar, los bic¨¦falos suprimir¨ªan las diputaciones, esas escuelas de caciques. Y no tocar¨ªan lo sagrado. La escuela de la cajera.
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