El hambre cotiza en Bolsa
La sequ¨ªa en los mercados financieros ha volcado a ciertos inversores en las materias primas. Fondos de alto riesgo y bancos influyen ahora en lo que vale el pan en T¨²nez, la harina en Kenia o el ma¨ªz en M¨¦xico. El Banco Mundial hace sonar la alarma por la explosi¨®n de los precios alimentarios
La sala en la que se reparte la comida del mundo parece cualquier cosa menos apetitosa. En la Bolsa de Chicago hay trozos de papel y vasos de cart¨®n por todas partes, hombres sudorosos con chaquetas de colores chillones van de un lado a otro, gesticulan, gritan y se enzarzan en peleas por los contratos de semillas de soja, carne de cerdo o cereales.
Aqu¨ª, en la sala de negociaci¨®n de la mayor Bolsa de materias primas del mundo se decide sobre los precios de los alimentos, y con ellos sobre el destino de millones de personas. El hambre del planeta se organiza aqu¨ª, adem¨¢s de la riqueza de unos pocos.
Para Alan Knuckman no hay mejor lugar en el mundo: "Esto es el capitalismo en estado puro", comenta este experto en materias primas, con una cara que se ilumina como la de un chiquillo; quiz¨¢ porque nunca ha dejado de jugar. Hace 27 a?os que trabaja aqu¨ª. Al principio por cuenta de agencias intermediarias, pero pronto fund¨® la suya y ahora es analista en Agora Financials, una consultor¨ªa de inversiones en materias primas. "Estoy aqu¨ª para hacer dinero", comenta.
Halima se pregunta qu¨¦ pondr¨¢ hoy en la mesa familiar. La harina ha subido en Kenia un 100% en cinco meses
Que los m¨¢s pobres no puedan comer solo son "efectos colaterales" para un analista de materias primas
Se exagera el impacto de los biocombustibles. Los cultivos para ellos solo representan el 6% de la cosecha de cereales
"La gente pobre sufre cada vez m¨¢s por el alza de precios alimentarios", advierte el presidente del Banco Mundial
C¨®mo lo haga le da igual. Para ¨¦l no hay diferencia ninguna entre petr¨®leo, plata y alimentos. "No creo en la pol¨ªtica, sino en el mercado, que siempre tiene raz¨®n".
?La escalada de los precios de los alimentos? Para ¨¦l, son una simple expresi¨®n del juego de la oferta y la demanda. ?Los especuladores? Son buenos para los mercados, porque predicen con antelaci¨®n los acontecimientos. ?Excesos especulativos? "No veo d¨®nde", afirma.
Esto ¨²ltimo no deja de sorprender, porque en el mundo financiero nunca se ha producido tal volumen de inversi¨®n en las materias primas agr¨ªcolas. Solo en el ¨²ltimo trimestre de 2010 se triplic¨® la inversi¨®n en comparaci¨®n con los tres meses previos. El mercado posee una gran liquidez desde que los Estados trataron de sofocar la crisis financiera con enormes programas antic¨ªclicos y paquetes de ayuda.
El pan del mundo atrae a inversores a los que les interesan tan poco los cereales como, anteriormente, las empresas punto.com o las hipotecas subprime. Estamos hablando de fondos de pensiones que manejan cifras multimillonarias y de peque?os ahorradores que buscan nuevas oportunidades de inversi¨®n m¨¢s seguras, o de bancos que ofrecen apuestas financieras al por mayor sobre fondos de inversi¨®n en productos agr¨ªcolas.
El lado oscuro de todo esto es que, en paralelo al hambre de agroacciones, tambi¨¦n suben los precios de los alimentos. Ya en marzo, la FAO anunci¨® que se hab¨ªan alcanzado nuevos r¨¦cords en los precios, que superaron incluso los de la ¨²ltima gran crisis alimentaria de 2008. Seg¨²n el ?ndice de Precios de los Alimentos de la FAO, el coste de los productos alimenticios experiment¨® un alza del 39% en el curso de un a?o. Los precios de los cereales subieron un 71%, al igual que los de los aceites y grasas destinados a la alimentaci¨®n. El ¨²ltimo ¨ªndice publicado, en julio pasado, marcaba los 234 puntos, solo cuatro por debajo del r¨¦cord hist¨®rico de febrero. "La ¨¦poca de los alimentos baratos se ha acabado", profetiza Knuckman.
Para sus compatriotas estadounidenses, que destinan el 13% de la renta disponible a adquirir productos para la nutrici¨®n, puede que el alza de los precios no pase de ser una molestia. Pero para los pobres del mundo, que dedican a comer el 70% de su magro presupuesto, es una amenaza existencial.
Desde junio del a?o pasado, 44 millones de personas han ca¨ªdo bajo el umbral de la pobreza solo a causa del incremento de los precios de los alimentos, seg¨²n el Banco Mundial. Son personas que tienen que sobrevivir con menos de 1,25 d¨®lares diarios. Hay m¨¢s de mil millones de personas que sufren desnutrici¨®n en el mundo. La actual hambruna del Cuerno de ?frica tampoco es consecuencia exclusiva de la sequ¨ªa, la guerra civil o las ¨¦lites corruptas, sino de los elevados precios de los alimentos.
"Efectos colaterales no deseados del mercado": as¨ª describe Knuckman el hecho de que los m¨¢s pobres entre los pobres no puedan permitirse comer. Halima Abubakar, de 25 a?os, padece ese efecto colateral en sus propias carnes.
Hablamos con la keniana en su chabola de Kibera, el poblado marginal m¨¢s grande de la capital, Nairobi. Abubakar se pregunta qu¨¦ pondr¨¢ en la mesa a su marido y a sus dos hijos esta noche. Hasta hace poco, los Abubakar estaban entre los que mejor iban tirando en su mis¨¦rrimo entorno. Con un salario de 150 euros como guardia en una prisi¨®n, el marido de Halima pod¨ªa alimentar pasablemente a su familia.
Pero ahora, de repente, todo se ha hecho m¨¢s dif¨ªcil: la harina de ma¨ªz, piedra angular de la nutrici¨®n en Kenia, se ha encarecido en un 100% en los ¨²ltimos cinco meses. Un r¨¦cord. Pero el precio de las patatas ha subido un tercio, el de la leche a¨²n m¨¢s y de las verduras, para qu¨¦ hablar.
"Cada vez sufre m¨¢s la gente pobre y m¨¢s gente puede caer en la pobreza por el alza y la fluctuaci¨®n de los precios alimentarios", afirma Robert Zoellick, presidente del Banco Mundial. En congresos, conferencias y reuniones se repiten, como en un rosario, las supuestas razones de la explosi¨®n de los precios, entre otras, el cambio clim¨¢tico y las sequ¨ªas e inundaciones que conlleva; la creciente proporci¨®n de tierras de cultivo dedicadas a los biocombustibles; la mejor¨ªa en la alimentaci¨®n de los pa¨ªses emergentes y su mayor consumo de carne; o el aumento de la poblaci¨®n mundial, que crece m¨¢s deprisa que la producci¨®n agraria.
Todos estos factores parecen l¨®gicos y evidentes, y sin duda contribuyen a las tensiones en los precios. Pero no son su causa.
Oliver de Schutter, redactor de un informe de la ONU sobre el derecho a la alimentaci¨®n, echa por tierra algunos mitos: "El apoyo a los biocombustibles, as¨ª como otros aspectos relacionados con la oferta [como las malas cosechas o la suspensi¨®n de exportaciones] son factores de una importancia relativamente secundaria, pero en el tenso y desesperado estado de las finanzas mundiales desencadenan una gigantesca burbuja especulativa". En su informe se?ala como culpables a grandes inversores que, dada la sequ¨ªa en los mercados financieros, se han pasado en masa al comercio de materias primas, distorsionando los precios m¨¢s all¨¢ de toda proporci¨®n. Los excesos especulativos son, seg¨²n Schutter, la causa primordial del encarecimiento.
De hecho, las razones que se aducen una y otra vez para la explosi¨®n de los precios no resisten un examen detenido. Como es natural, los cultivos para biocombustibles demandan cada vez m¨¢s tierras, pero hasta ahora solo constituyen el 6% de la cosecha mundial de cereales. Seg¨²n el Banco Mundial, el impacto de los biocombustibles es considerablemente inferior a lo que se pensaba.
Lo mismo puede decirse del mayor consumo de carne en los pa¨ªses emergentes. Seg¨²n el Instituto para la Investigaci¨®n de la Pol¨ªtica Alimentaria de Washington (IFPRI, por sus siglas en ingl¨¦s), pa¨ªses como China, India o Indonesia han cubierto el incremento de su demanda sin recurrir de forma significativa al mercado internacional. "Carecemos de cualquier prueba que apunte al supuesto impacto en los precios mundiales de la demanda de los pa¨ªses emergentes", asegura el Banco Mundial en un informe.
Respecto al cambio clim¨¢tico, que sin duda ha inducido un recorte en la producci¨®n, hay que apuntar que esta sigue superando al consumo.
Sin embargo, la histeria que rodea la supuesta emergencia alimentaria probablemente s¨ª forme parte de una estudiada estrategia de inversi¨®n. Al fin y al cabo, cada burbuja financiera se apoya en un guion: en el caso de la burbuja de Internet, lo que hizo que la gente perdiera el sentido com¨²n fue la historia de la Nueva Econom¨ªa. En el de las hipotecas bancarias, el cuento de que los bienes inmuebles jam¨¢s perder¨ªan su valor. Ahora, con la burbuja alimentaria, es el temor a la supuesta carest¨ªa futura de los alimentos, algo que todos necesitamos.
El que la comida haya mutado en objeto de especulaci¨®n en Wall Street tiene sobre todo que ver con un cambio fundamental que describe la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en ingl¨¦s): la reciente metamorfosis del mercado de productos alimentarios en un mercado financiero.
Heiner Flassbeck, economista jefe de UNCTAD, se ocupa desde hace tiempo de este asunto. Tras el desplome financiero de 2008 empez¨® a seguir la evoluci¨®n del mercado de monedas, materias primas, deuda p¨²blica y acciones. Las curvas mostraban un sorprendente parecido. Flassbeck constituy¨® un grupo para investigar el fen¨®meno, que aport¨® unos resultados explosivos: el mercado de materias primas no funciona; en todo caso, no funciona como, seg¨²n los modelos econ¨®micos, lo hace un mercado, en el que los precios se forman a trav¨¦s de la oferta y la demanda. En el informe publicado por el equipo de Flassbeck, las actividades de los actores financieros "empujan los precios de las materias primas mucho m¨¢s all¨¢ de los niveles que justificar¨ªan los datos fundamentales del mercado".
As¨ª se produce una distorsi¨®n masiva de los precios. Estos se forman no bajo la influencia de factores reales, sino bajo la de las expectativas econ¨®micas. La mayor¨ªa de los inversores que se lanzan hoy al mercado de materias primas no tiene la menor idea sobre la materia. "Quieren diversificar su cartera, subirse a un mercado en crecimiento o, sencillamente, hacer lo que todos los dem¨¢s est¨¢n haciendo", afirma el informe de la UNCTAD.
?Pero a qu¨¦ se debe que fondos de alto riesgo y bancos de inversi¨®n influyan en lo que vale el pan en T¨²nez, la harina en Kenia o el ma¨ªz en M¨¦xico? ?Por qu¨¦ se decide en parte en las Bolsas de Chicago, Nueva York o Londres cu¨¢nta gente va a pasar hambre?
La culpa la tiene una mutaci¨®n trascendental de los mercados que ha pasado inadvertida durante varios a?os. Al lado del mercado tradicional, en el que los precios eran el resultado del juego de la oferta y la demanda, ha ido surgiendo un mercado de futuros financieros negociables en Bolsa. Para asegurarse frente a las fluctuaciones de precios, los productores vend¨ªan de antemano sus cosechas a un precio fijado. Cuando venc¨ªa el contrato a futuro y se suministraba la mercanc¨ªa, si el precio en ese momento era m¨¢s bajo que el prefijado, se beneficiaba el agricultor; en caso contrario, el poseedor del contrato de futuros. Con esa operaci¨®n todos ganaban: los productores limitaban sus riesgos, quienes negociaban los futuros prove¨ªan de liquidez al mercado, y los consumidores ve¨ªan cubierta su demanda.
En este mercado pod¨ªan participar sobre todo actores directamente implicados en la industria agroalimentaria. Los bancos ten¨ªan en ¨¦l un papel peque?o; era una especie de negocio a cr¨¦dito, y funcion¨® bien y de forma estable durante d¨¦cadas. Hasta que fue descubierto por la industria financiera.
El truco es que los especuladores nunca convierten los futuros en aut¨¦nticas mercanc¨ªas. Por ejemplo, los fondos venden contratos a 70 d¨ªas poco antes del plazo de vencimiento y reinvierten el dinero fresco en nuevos futuros financieros. El sistema se convierte en un carrusel perpetuo sin que los inversores tengan jam¨¢s contacto con los aut¨¦nticos precios de mercado. No importa, argumentan quienes dudan que los especuladores sean responsables del alza continua de los precios de las materias primas: en el mercado real siguen vigentes las reglas de la oferta y la demanda, que reequilibrar¨¢n las cosas con independencia de lo que ocurra en el mercado de futuros.
Error. De hecho, los precios de los futuros repercuten sobre los aut¨¦nticos precios de mercado, como descubri¨® el responsable del Departamento de Mercados y Comercio del IFPRI, M¨¢ximo Torero. Cuando puso bajo la lupa los mercados del ma¨ªz, la soja y el trigo, constat¨® que, en la mayor¨ªa de los casos, los precios reales segu¨ªan los precios de los futuros. El supuesto futuro transforma el presente; a su vez, las expectativas de mayores ganancias venideras animan al acaparamiento a quienes a¨²n poseen mercanc¨ªas reales, lo que a su vez vuelve a empujar al alza los precios. As¨ª, la entrada de las finanzas ha desequilibrado por completo el mercado alimentario, tan predecible en otros tiempos. Seg¨²n la FAO, solo el 2% de los contratos de futuros sobre materias primas acaban en un suministro real de las mercanc¨ªas. El 98% restante se vende de antemano por especuladores que est¨¢n interesados en la ganancia r¨¢pida y no en 1.000 mitades de cerdo. Hablamos de jugadores como Goldman Sachs, que en 2009 gan¨® m¨¢s de 5.000 millones especulando en materias primas, lo que supuso m¨¢s de un tercio de sus beneficios netos.
"Para restablecer el funcionamiento normal de los mercados de materias primas se requiere una r¨¢pida actuaci¨®n pol¨ªtica mundial", escribe UNCTAD, que exige m¨¢s transparencia en estos mercados y reglas m¨¢s estrictas para sus participantes. Los inversores, por su parte, no consideran parte de su tarea producir alimentos a precios asequibles. Su trabajo es convertir mucho dinero en mucho m¨¢s dinero. Quien preste o¨ªdos a su asesor financiero cuando este le diga que invertir en fondos de materias primas sirve para garantizar la nutrici¨®n mundial, en el futuro deber¨ªa tener clara al menos una cosa: esas inversiones forman parte del problema, no de la soluci¨®n. -
? Der Spiegel Traducci¨®n de Jes¨²s Albores
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