Cheney sigue metido en el b¨²nker
El exvicepresidente de EE UU reivindica en sus memorias la necesidad de los interrogatorios de la CIA en Guant¨¢namo y de las guerras en Irak y Afganist¨¢n
Dick Cheney no ha esperado a que la Historia le reivindique. Ha decidido hacerlo ¨¦l mismo, a trav¨¦s de una autobiograf¨ªa que public¨® en Estados Unidos el 30 de agosto. Fiel a su estilo, no ha decepcionado a sus cr¨ªticos, haciendo gala de la indolencia que le hizo famoso como vicepresidente. El mundo, seg¨²n su libro, es un lugar en el que una gran red de terroristas ha llevado a Washington a declarar una guerra justa y necesaria, que a¨²n se seguir¨¢ librando durante d¨¦cadas. Para ganarla, ha sido necesario derrocar a los talibanes, espiar a ciudadanos norteamericanos sin pedir permiso a la justicia, torturar a supuestos miembros de Al Qaeda, abrir Guant¨¢namo, y, sobre todo, ha sido inevitable invadir Irak.
Oculto en su refugio, temi¨® que la Casa Blanca estaba siendo "invadida" el 11-S
"Condoleezza vino a mi despacho con l¨¢grimas y admiti¨® que yo ten¨ªa raz¨®n"
Las memorias se titulan En mi tiempo, pero bien podr¨ªa haber usado el exvicepresidente una frase que emplea profusamente en el libro, y que retrata mejor el tono de las memorias: "Yo ten¨ªa raz¨®n". Cheney recurre a esa expresi¨®n al recordar c¨®mo, en el discurso del Estado de la Uni¨®n de 2003, Bush dijo que los servicios de inteligencia brit¨¢nicos le hab¨ªan asegurado que Sadam Hussein hab¨ªa buscado uranio en ?frica. Esa afirmaci¨®n result¨® ser falsa, y Condoleezza Rice, entonces Asesora de Seguridad Nacional, dijo a la prensa que hab¨ªa sido un error realizarla.
Cheney, contra todas las evidencias, sigue manteniendo que Sadam s¨ª busc¨® uranio en N¨ªger -algo que, a la saz¨®n, fue uno de sus grandes argumentos para invadir Irak- y critica duramente a quien en su libro llama, familiarmente, Condi: "Se dio cuenta tiempo despu¨¦s de que hab¨ªa cometido un gran error al dar una disculpa. Vino a mi despacho, se sent¨® frente a mi escritorio, y con l¨¢grimas en los ojos admiti¨® que yo ten¨ªa la raz¨®n". Rice disiente. En una entrevista con Reuters desminti¨® esa an¨¦cdota: "En ocho a?os, nunca fui con l¨¢grimas en los ojos a ver al vicepresidente".
Los hechos no son obst¨¢culos para las opiniones de Cheney. Esta es la definici¨®n que ofrece del penal de Guant¨¢namo: "Es una instalaci¨®n mod¨¦lica -segura, inatacable, digna- donde los detenidos tienen acceso a televisi¨®n, libros, peri¨®dicos, pel¨ªculas, deportes y ejercicios a su elecci¨®n, al Cor¨¢n, a comida sana acorde con sus preceptos religiosos y atenci¨®n m¨¦dica". ?Y los interrogatorios de la CIA, equiparables a la tortura? "Seguros, legales y efectivos". Por si acaso, a?ade que la captura y muerte de Osama bin Laden "se hizo con informaci¨®n que los interrogadores obtuvieron con esas t¨¦cnicas".
Cheney cae ocasionalmente en el error de usar la primera persona del plural para hablar de logros que en realidad son atribuibles al actual presidente, Barack Obama. De la anterior Administraci¨®n ¨¦l es el ¨²nico que ha mantenido un nivel constante e inalterado de cr¨ªticas a las decisiones de Obama: por prohibir la tortura por decreto; por haber querido cerrar Guant¨¢namo y por sacar las tropas de Irak y Afganist¨¢n con precipitaci¨®n.
En su opini¨®n, en sus ocho a?os como vicepresidente Cheney no hizo pol¨ªtica. Eso se lo dej¨® a su jefe. ?l se limit¨® a defender la naci¨®n. Durante el 11-S Bush estaba en Florida. Cheney fue escondido en el b¨²nker de la Casa Blanca. En un momento, dice, temi¨® que la sede del Gobierno "estuviera siendo invadida". Le llegaban informes err¨®neos de decenas de aviones secuestrados. Orden¨®, sin titubear, de que el Ej¨¦rcito abatiera cualquier vuelo de pasajeros que no respondiera a las ¨®rdenes militares.
En ese momento, Cheney sinti¨® que se posaba sobre ¨¦l "la neblina de la guerra". Desde ese momento, esa ha sido la constante de su vida: guerra, guerra y m¨¢s guerra. Horas despu¨¦s de los ataques ya ten¨ªa la certeza de que hab¨ªa que invadir Afganist¨¢n. Pero Cheney necesitaba m¨¢s enemigos. Ya el 15 de septiembre de 2001 afirm¨® en una reuni¨®n del Consejo de Seguridad que era "importante enfrentarse a la amenaza que supone Irak".
Desde entonces, Cheney se convirti¨® en la cara menos amable y m¨¢s agresiva del Ejecutivo. Admite, de hecho, que se siente c¨®modo en ese papel de tipo duro y falto de consideraci¨®n. Tambi¨¦n pas¨® a refugiarse permanentemente en misteriosos lugares secretos. Cuando a los periodistas les llegaban las agendas diarias de la Casa Blanca era habitual recibir el siguiente mensaje: "El vicepresidente se halla es una ubicaci¨®n secreta". Ahora se sabe que esa "ubicaci¨®n" sol¨ªa ser Camp David o su rancho en Wyoming. "Si los terroristas atacaban para decapitar a nuestro Gobierno, quer¨ªamos asegurarnos de que no nos alcanzaban al presidente ni a m¨ª", escribe.
Sus detractores, despu¨¦s de la publicaci¨®n del libro, le han reprochado que su autocr¨ªtica se quedara en aquellas "ubicaciones secretas". Cuando escribe la palabra error es, normalmente, para atribu¨ªrsela a otros: al ex secretario de Estado Colin Powell, al exdirector de la CIA George Tenet, o a la propia Rice. Ah¨ª est¨¢ tambi¨¦n su interpretaci¨®n de lo que sucedi¨® en Irak despu¨¦s de la invasi¨®n de 2003: "Mis advertencias hab¨ªan sido totalmente acertadas, all¨ª se nos dio la bienvenida como libertadores cuando rescatamos a la ciudadan¨ªa iraqu¨ª". As¨ª es el mundo seg¨²n Cheney. Y todos los dem¨¢s est¨¢n equivocados.
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