Cartas secretas, estropicios democr¨¢ticos
Qu¨¦ saben el presidente del Gobierno y el jefe de la oposici¨®n que ignoramos los ciudadanos y permite comprender la repentina decisi¨®n de imponer una reforma expr¨¦s de la Constituci¨®n para autoimponerse una regla de limitaci¨®n de d¨¦ficit p¨²blico? En todo caso, ?qu¨¦ efectos econ¨®micos tendr¨¢? Y, quiz¨¢ m¨¢s importante, ?pueden producirse efectos pol¨ªticos perversos no esperados?
Vayamos por partes.
Sobre la primera cuesti¨®n, casi nada se nos ha explicado a los ciudadanos, que somos los que pagar¨¢n la factura de los destrozos de la crisis y las pol¨ªticas de austeridad. Y lo poco que se ha dicho no es cre¨ªble. ?Alguien piensa que responde solo a un arrebato de responsabilidad del presidente? ?Y que con ese argumento convenci¨® a Mariano Rajoy para ir juntos, por vez primera, al Parlamento? Milagros los hay, pero no de ese tipo. Tiene que haber habido algo m¨¢s.
A los ciudadanos les gusta la democracia, que se cuente con ellos en decisiones importantes
?Una carta personal y secreta del presidente del Banco Central Europeo (BCE) advirtiendo de los riesgos que corre Espa?a en este oto?o y fijando las condiciones para que el banco siga comprando deuda espa?ola, aliviando as¨ª las presiones y evitando un posible rescate? Carta quiz¨¢ acompa?ada de una llamada de Merkel a su correligionario Rajoy, para evitar que los conservadores espa?oles tuviesen la tentaci¨®n de comportarse como lo hicieron sus hom¨®nimos griegos, neg¨¢ndose al acuerdo. Es veros¨ªmil. Porque, vamos a ver, ?es cre¨ªble que Trichet le haya enviado una carta a Berlusconi en ese sentido y no lo haya hecho a Rodr¨ªguez Zapatero por caerle este m¨¢s simp¨¢tico? De hecho, el presidente ha justificado su decisi¨®n diciendo que la reforma constitucional era "la soluci¨®n menos mala de las que ten¨ªa encima de la mesa". Alguien se las puso.
?Es inaceptable esa presi¨®n a trav¨¦s de cartas secretas? Lo ser¨ªa en tiempos normales. Pero estos no son tiempos normales. De ah¨ª que pueda aceptarse, siempre y cuando la constitucionalizaci¨®n de la regla de d¨¦ficit sea la condici¨®n para que el BCE y la pareja Sarkozy-Merkel avancen, por su parte, hacia un verdadero gobierno econ¨®mico del euro que permita una soluci¨®n m¨¢s r¨¢pida a la crisis.
Pero antes de abordar esta condicionalidad, perm¨ªtanme un apunte sobre los probables efectos de esta regla de d¨¦ficit. La experiencia comparada de pol¨ªticas permite afirmar que los Gobiernos y los tecn¨®cratas acostumbran a sobrevalorar el impacto econ¨®mico de las reglas y minusvaloran los estropicios democr¨¢ticos que provocan. La reforma en curso puede acabar respondiendo a esa pauta. De momento, no ha impresionado a los mercados. Habr¨¢ que esperar al oto?o, cuando seguramente se redoblar¨¢n las presiones, para ver si es una medida profil¨¢ctica que frena el contagio financiero y sirve para aliviar las tensiones.
Pero no conviene ser muy optimistas. Los mercados no se dejan impresionar por las buenas intenciones y la voluntad de sacrificio; se fijan en la capacidad de crecer del pa¨ªs al que prestan su dinero. Vaya usted a F¨¢tima de rodillas y despu¨¦s pase por la oficina del banco a pedir un pr¨¦stamo y ver¨¢ lo poco que le impresiona su sacrificio al responsable de riesgos del banco.
Las perspectivas de crecimiento no son nada halag¨¹e?as. Y lo ser¨¢n menos a¨²n con la intensificaci¨®n de la austeridad impl¨ªcita en la regla del d¨¦ficit.
De hecho, la probabilidad de una reca¨ªda en la recesi¨®n es elevada. A aquellos que a¨²n tengan la imagen del Fondo Monetario Internacional (FMI) como el Vaticano de la ortodoxia en pol¨ªtica econ¨®mica les habr¨¢ sorprendido escuchar a Christine Lagarde recomendar vivamente a los Gobiernos limitaci¨®n en la b¨²squeda de la austeridad para evitar esa reca¨ªda que ser¨ªa peor que la recesi¨®n de 2009.
Pero mientras los efectos econ¨®micos no est¨¢n todav¨ªa claros, son visibles ya los estropicios democr¨¢ticos de esa regla. Hay numerosas se?ales en estos primeros d¨ªas que apuntan a la amplitud e intensidad de esos estragos. Quiz¨¢ para algunos sea incomprensible. Pero a los ciudadanos les gusta la democracia, que se cuente con ellos en decisiones importantes, y son celosos de su soberan¨ªa pol¨ªtica.
Con frecuencia, pol¨ªticos y tecn¨®cratas creen que los Gobiernos pueden tomar "decisiones dif¨ªciles" aun en contra del sentir de la gente. Pero en realidad, los Gobiernos pueden hacer menos de lo que piensan. Cuando la opini¨®n p¨²blica est¨¢ en contra, el malestar acaba saliendo. En ocasiones, por los lugares pol¨ªticamente m¨¢s peligrosos. En todo caso, ?puede esta regla de oro del d¨¦ficit ser la condici¨®n inevitable para que el BCE y la pareja Sarkozy-Merkel se decidan a avanzar hacia un verdadero gobierno econ¨®mico de la eurozona, que realmente permita afrontar la crisis de deuda y la recuperaci¨®n econ¨®mica? Si fuese as¨ª, quiz¨¢ los estropicios pol¨ªticos se aliviar¨ªan un poco.
Pero para ello, el BCE tiene que ampliar sus miras. Adem¨¢s del control de la inflaci¨®n tiene que ejercer de verdadero prestamista de ¨²ltima instancia, como lo hace la Reserva Federal de EE UU. Y Merkel tiene que ceder en su tozudez y aceptar poner en com¨²n una parte de la deuda de la eurozona (eurobonos). De lo contrario, la UE seguir¨¢ siendo una uni¨®n no de gananciales sino con separaci¨®n de bienes. Y esas uniones acostumbran a acabar en divorcio.
Sin esos dos pasos, es muy probable que a la regla de oro del d¨¦ficit le acabe sucediendo lo que a la regla del patr¨®n oro despu¨¦s de la Primera Guerra Mundial: impidi¨® el crecimiento, provoc¨® paro masivo y, finalmente, llev¨® a los desastres democr¨¢ticos ya conocidos de los a?os treinta: soluciones pol¨ªticas populistas-fascistas que abocaron a la Segunda Guerra Mundial.
Pero, qui¨¦n sabe, ?quiz¨¢ los caminos de la UE, como los del Se?or, son inextricables y ahora est¨¦ escribiendo derecho con renglones torcidos!
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