La misi¨®n que se convirti¨® en un objetivo imposible
EE UU lleva diez a?os inmerso en el atolladero de la guerra de Afganist¨¢n
Diez a?os despu¨¦s, el frente principal y, finalmente, ¨²nico de la guerra contra el terrorismo de Estados Unidos es un atolladero. Desde esta base a 11 kil¨®metros de Kabul, en la inestable carretera a Jalalabad, se coordinan las labores de seguridad de la capital. Y es, probablemente, lo ¨²nico que controlan estos soldados en un pa¨ªs que es ingobernable y hostil. Las mismas tropas reconocen que est¨¢n librando una guerra tan poco convencional que no saben si el pr¨®ximo repliegue, que comenzar¨¢ en unas semanas, es en realidad una victoria o, simplemente, una retirada.
El camino que trae a Camp Phoenix es un testimonio de lo que la guerra contra los talibanes ha supuesto para Afganist¨¢n: cementerio tras cementerio, con tumbas marcadas por piedras y banderas; vertederos y escombreras; residencias bombardeadas y nunca reconstruidas; poblados compuestos ¨ªntegramente por camiones abandonados y contenedores de metal. El lugar est¨¢ a pocos kil¨®metros de Kabul, pero muy lejos de su zona segura y fortificada, donde viven los diplom¨¢ticos y la poca clase media que aqu¨ª queda. Afganist¨¢n, m¨¢s all¨¢ del espejismo del centro de Kabul, sigue arrasado por la guerra cuando se cumplen diez a?os del terrible acontecimiento que la provoc¨®, los ataques terroristas del 11 de Septiembre.
"No somos capaces de proteger a la poblaci¨®n civil", dice un militar
Los 9.000 soldados que hay destinados en las 11 bases de Kabul se encargan de la seguridad de la regi¨®n y de apoyar y entrenar a las fuerzas armadas y a la polic¨ªa nacional de Afganist¨¢n.
Esta no es ya una guerra convencional. No hay artiller¨ªa. No hay cuerpo a cuerpo. Los soldados salen a la calle, en veh¨ªculos acorazados o a pie, siempre armados y protegidos por sus cascos y chalecos antibalas, cargando a diario como m¨ªnimo 30 kilos de peso, bajo un sol asfixiante y en unos caminos polvorientos y llenos de baches.
"El ¨¦xito del ej¨¦rcito norteamericano y de las tropas internacionales destinadas aqu¨ª tiene esa consecuencia desafortunada. Somos muy buenos a la hora de defendernos, pero eso ha llevado al enemigo a atacar objetivos de la poblaci¨®n civil", explica el primer teniente George Gay, de la divisi¨®n de infanter¨ªa 128 de la Guardia Nacional. "Cuando los insurgentes efect¨²an ese tipo de ataques, eso supone una p¨¦rdida para el gobierno y tambi¨¦n para nosotros, y es una victoria para ellos, ya que demuestra que, hagamos lo que hagamos, no somos capaces de proteger a la poblaci¨®n civil".
Estos soldados, con sus expediciones diarias y sus proyectos m¨¦dicos y de ayuda a la reconstrucci¨®n, son la cara visible de la nueva forma de luchar del ej¨¦rcito norteamericano, cuya filosof¨ªa b¨¦lica ha virado en los a?os pasados hacia la contrainsurgencia. Los grandes logros de esta guerra, como la muerte de Osama bin Laden y sus lugartenientes, los han protagonizado cuerpos de ¨¦lite, como los SEAL de la Marina, y la CIA, con sus ataques remotos con misiles. Y esas gestas ni siquiera se han efectuado aqu¨ª. Para pacificar Afganist¨¢n los norteamericanos han tenido que atacar en Pakist¨¢n.
A los soldados les queda la tarea de dar a la poblaci¨®n el nivel de seguridad que requiere una naci¨®n que aspira a reconstruirse. En los primeros meses de invasi¨®n, en 2001, s¨ª se entr¨® en un combate tradicional. Los talibanes huyeron, sobre todo al sur y, por el este, a Pakist¨¢n. Kabul cay¨® en un mes. Pero eso no significaba que quedara pacificada.
Adem¨¢s de soldados eficientes se necesita a los que saben conectar con los civiles. Es el caso del especialista y m¨¦dico de combate Mounir Belrhitri, del primer batall¨®n de la divisi¨®n de infanter¨ªa 182, que lleva dos meses aqu¨ª en Camp Phoenix. Nacido en Marruecos y nacionalizado norteamericano, es musulm¨¢n. Su religi¨®n le abre numerosas puertas. "Para m¨ª, ser musulm¨¢n me ayuda en las cosas que parecen m¨¢s peque?as, como la forma de dirigirse a alguien o preguntar por un nombre. Te ganas su confianza", asegura.
Salvando las distancias, la vida en la base es como en casa: un Pizza Hut, un Burger King, una tienda de libros, un gimnasio, grandes pantallas de plasma, un proyector que emite el juego de hockey de ayer.
De Camp Phoenix saldr¨¢n en los pr¨®ximos meses parte de las 33.0000 tropas que iniciar¨¢n el repliegue militar y el final de la guerra, que el presidente Barack Obama ha anunciado para antes de finales de 2014. Entonces comenzar¨¢ la prueba que medir¨¢ el ¨¦xito de esta misi¨®n: si las fuerzas de seguridad afganas ser¨¢n capaces o no de contener la m¨¢s que probable embestida de los talibanes. Para entonces estar¨¢n ya solas en esa misi¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.