Oto?o de vinos
CONCEJO HOSPEDER?A, t¨ªmida aproximaci¨®n a la Ribera del Duero
Con la llegada del oto?o, la vendimia en la Ribera del Duero atrae cada a?o m¨¢s a los entusiastas del enoturismo. En la paramera de los montes Torozos, m¨¢s conocida por la Ruta del Clarete, el pueblecito de Valoria la Buena acoge desde hace tres generaciones el vi?edo y la bodega de la familia Concejo. Enrique, nieto, se hace cargo hoy de la hospeder¨ªa a?adida al complejo, una antigua fortaleza de la Orden de Calatrava transformada a finales del XVII en un palacio muy se?ero cuyos materiales originales se palpan al embocar la arteria principal del pueblo. Su pasi¨®n por el vino justifica las veces que el propietario se ausenta de all¨ª, dejando en su representaci¨®n a un personal de servicio muy atento, pero a veces despistado.
CONCEJO HOSPEDER?A
PUNTUACI?N:5
Categor¨ªa: sin clasificaci¨®n oficial. Direcci¨®n: Sacramento, 4-6. Valoria la Buena (Valladolid). Tel¨¦fono: 983 50 22 63. Internet: www.concejohospederia.com. Instalaciones: jard¨ªn, sal¨®n de reuniones para 300 personas, restaurante. Habitaciones: 10 dobles y 4 suites; todas con calefacci¨®n, aire, tel¨¦fono, sat¨¦lite, minibar. Servicios: algunas habitaciones adaptadas para discapacitados, animales dom¨¦sticos admitidos bajo petici¨®n. Precios: desde 80 euros, con desayuno e IVA.
Jorge G¨®mez, el cocinero, ejerce las m¨¢s de las veces de maestro de ceremonias animoso y amable, pero no conoce la clave para acceder a Internet desde la habitaci¨®n. Ayuda con las maletas, aposenta al viajero y ?ciao! Todo servicio, a partir de entonces, hay que solicitarlo en los vastos salones (para bodas) del hospedaje, que se queda desali?ado despu¨¦s de un banquete. El vi?edo no se ve por ning¨²n lado (est¨¢ en las afueras de Valoria), lo que provoca cierto desconsuelo a los adictos al turismo enol¨®gico.
Un laberinto de pasillos, escaleras y portones dificulta el reconocimiento de los dormitorios, se supone que ideado para impedir que los comensales de las bodas se internen por estos vericuetos. El camino lo flanquean salones vac¨ªos, salas con desechos de catas y alguna m¨¢s con aspecto de comedor de ¨¦poca con muebles imperio y monitores de televisi¨®n.
Para acceder a la habitaci¨®n se usa la misma llave electr¨®nica que abre el port¨®n de entrada al hotel. En su interior, nada especial. Las dobles, peque?as, demasiado encajonadas en los recodos del edificio, decoradas sin mucho sentido, como por casualidad. El televisor pende de la pared, por la que se descuelga un cable zarrapastroso en busca de la toma de corriente. La ducha tiene sus complicaciones de uso, aunque luego se muestra efectiva y ben¨¦fica. No hay repisa sobre el lavabo. Lo peor llega a la ma?ana siguiente con el desayuno en barra o, en su defecto, bajo un porche con vistas al patio de bodas lleno de barriles ornamentales y cubos de basura... Se sirve con amabilidad un zumo plasticoso, un caf¨¦ expreso y una bandeja con boller¨ªa industrial.
Menos mal que la presencia del propietario, a la hora de recogida, apacigua el malestar del hu¨¦sped ante tanta desidia y lo dispone a visitar las instalaciones propias de la bodega. Enrique Concejo se explaya en mil detalles sobre esta honorable actividad cuya ense?anza deber¨ªa ser obligatoria en todos los colegios. ?Qu¨¦ meritorio ser¨ªa iniciar a los ni?os en la enolog¨ªa y el consumo responsable de vino!
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