China, ol¨ªmpica dictadura
Liu Xiaobo, el premio Nobel preso en su propio pa¨ªs, desmitifica la operaci¨®n de propaganda llevada a cabo por el r¨¦gimen de Pek¨ªn con los Juegos Ol¨ªmpicos de 2008. El art¨ªculo extractado aqu¨ª, escrito antes del encarcelamiento, forma parte de un libro que se publica ahora en Espa?a
En los siete a?os que transcurrieron desde la candidatura ol¨ªmpica hasta la inauguraci¨®n de los Juegos Ol¨ªmpicos, la promoci¨®n del patriotismo oficial estuvo recre¨¢ndose una y otra vez en el "centenario sue?o ol¨ªmpico". Y luego, cuando por fin lleg¨® la inauguraci¨®n, la batalla patri¨®tica se despleg¨® primero en el regocijo de una ceremonia grandiosa y lujosa como un sue?o, y despu¨¦s, en la lista de medallas de oro. Desde la primera medalla que gan¨® el equipo chino, la CCTV (Televisi¨®n Central de China) y las cadenas locales se lanzaron a la carrera de "contar medallas de oro", recuento que ha ocupado las primeras portadas informativas durante el resto de los Juegos Ol¨ªmpicos, repetido hasta la saciedad por todos los programas ol¨ªmpicos de todos los canales. Televisi¨®n, radio y locutores repiten tanto, que cierras los ojos y solo ves una nebulosa de medallas de oro. El tono de los locutores y las preguntas de los periodistas a los campeones est¨¢n como embriagados con el opio de las medallas. No se ha visto por ninguna parte el disfrute de las magn¨ªficas competiciones, y sobra decir el esp¨ªritu ol¨ªmpico o el valor humano, pues aparte de medallas de oro y bandera nacional, solo ha habido medalla de oro y bandera nacional. ?Estos s¨ª que han sido unos Juegos Ol¨ªmpicos bien rojos y amarillos!
Y claro, la cantinela de los primeros en la lista del oro sigue repiti¨¦ndose desde la clausura de los Juegos Ol¨ªmpicos, a partir de la cual florecen todo tipo de proclamas y promociones.
(...) Al mismo tiempo, bajo la direcci¨®n del ministro de Deportes, Liu Peng, los campeones han tenido que hacer pase¨ªllos por Hong Kong y Macao para deslumbrarles con la luz dorada de las medallas del continente. La rudeza de Liu Peng y los dem¨¢s enviados se hizo bien visible en la rueda de prensa que dieron en Hong Kong, no solo quit¨¢ndoles el micr¨®fono a los deportistas cada vez que hab¨ªa una pregunta sensible, sino preparando y dictando las respuestas previamente, con un tono que parec¨ªa decirles a los periodistas: estos deportistas son h¨¦roes nacionales, ustedes no est¨¢n autorizados a ofenderles.
(...) Ganar o perder en una competici¨®n internacional es en China un s¨ªmbolo politizado y nacionalizado. Las medallas de oro cargan con el muy pesado sue?o de hacer al pa¨ªs poderoso, con la muy pesada carga del "complejo de alcanzar y superar" heredado de la era Mao.
No s¨¦ si otros pa¨ªses poseen semejante fiebre por las medallas, pero lo que s¨ª s¨¦ es que ning¨²n otro pa¨ªs podr¨ªa llevar a cabo tal gran salto adelante de la medalla implicando al pa¨ªs entero. El llamamiento de Hu Jintao (presidente de China) antes del evento dec¨ªa: "Los Juegos Ol¨ªmpicos de Pek¨ªn tienen que mostrar las ventajas del r¨¦gimen socialista, que es capaz de concentrar los esfuerzos para una causa mayor", me recuerda ese gran salto de Mao que quer¨ªa alcanzar a Reino Unido y superar a EE UU, que hizo a todo el mundo fan¨¢tico por el acero. Pues, ciertamente, ?la locura colectiva de la producci¨®n de acero de hace cincuenta a?os es id¨¦ntica al entusiasmo ol¨ªmpico cincuenta a?os despu¨¦s!
(...) Todo comenz¨® a fraguarse cuando, en los pasados Juegos de Atenas, Liu Xiang gan¨® la medalla de los 100 metros, alcanzando el r¨¦cord mundial de 12,91 segundos, siendo el primer asi¨¢tico en obtener tan inusual gloria. El triunfo de Liu Xiang dio pie a innumerables halagos y locas proclamas en las cadenas nacionales, y el mismo Liu Xiang hizo gala de una chuler¨ªa ilimitada cuando, en la ceremonia de entrega de los premios, dijo: "Asia me tiene, China me tiene". Tal altisonancia le hizo convertirse en el "h¨¦roe nacional" en un santiam¨¦n. Trayendo el carnaval de la "competici¨®n por una nueva China", el "volador Xiang" se convirti¨® tambi¨¦n en un sin¨®nimo del deporte chino, un h¨¦roe nacional cargado con la mayor de las esperanzas.
A medida que se aproximaban los Juegos de Pek¨ªn, el halo nacionalista de Liu Xiang fue iluminando toda China. Carteles y postes con su imagen inundaban todos los rincones del pa¨ªs, exageraciones con el n¨²mero de la camiseta de Liu Xiang (1356) se repet¨ªan por doquier, r¨¢pidamente se transform¨® en la estrella del espect¨¢culo; y su medalla, la m¨¢s reluciente en el coraz¨®n de los chinos. El p¨²blico iba solo para ver el espect¨¢culo individual de Liu Xiang. Pero todo esto se vino abajo cuando Liu Xiang abandon¨® la competici¨®n debido a unas lesiones, frustrando la expectativa del atletismo chino al tiempo que se apagaba su halo heroico, y transformando la desesperaci¨®n extrema de los patriotas en olas de un criticismo semejante a apaleamientos p¨²blicos.
(...) En mi opini¨®n, solo el sistema de la "implicaci¨®n nacional colectiva" puede generar tal fanatismo por el oro, y tan solo este fanatismo puede generar el teatrillo absurdo de los Juegos Ol¨ªmpicos —donde el deportista que dej¨® de competir por lesiones tiene que pedir p¨²blicamente perd¨®n al pueblo—. Lo m¨¢s absurdo es que, bajo el r¨¦gimen dictatorial, es del todo razonable pedirle disculpas a Liu Xiang, ya que tanto su ¨¦xito como su t¨ªtulo heroico fueron posibles gracias al dinero del Partido-Estado con el benepl¨¢cito de los patriotas, y as¨ª sus ¨¦xitos no tienen tanto que ver con sus p¨¦rdidas o victorias individuales, sino con la p¨¦rdida y victoria, honor o fracaso, de toda la naci¨®n.
(...) Los Juegos son el mayor proyecto de la fachada del Partido-Estado. Por tal fachada no les ha importado hacer trabajar sin descanso ni ganancia al pueblo, lo que ha causado una polarizaci¨®n sistem¨¢tica en la distribuci¨®n de los recursos. Durante siete a?os, el proyecto ol¨ªmpico del Gobierno ocup¨® todos los recursos deportivos, dejando a la gente sin ninguno. Al igual que la reforma paticoja, que ha creado el fanatismo malsano del PIB, y que ha hecho de la China actual un para¨ªso para ricos y pudientes y un infierno sufriente para los que nada tienen, el fanatismo del oro de la "implicaci¨®n nacional colectiva" solo puede crear el para¨ªso del deporte elitista y el infierno del deporte popular.
(...) No existe en todo el Tercer Mundo un deporte tan costoso como este, y comparado con los pa¨ªses desarrollados, es tambi¨¦n un deporte lujoso, posiblemente una inversi¨®n sin precedentes en la historia de los Juegos Ol¨ªmpicos. La inversi¨®n que haga Londres, financiera y humana, no tiene ninguna posibilidad de superar a la de Pek¨ªn, porque un deporte tan lujoso como este solo puede realizarlo un pa¨ªs dictatorial. (...) Por la medalla de oro, los deportistas chinos fueron seleccionados para entrar en una escuela oficial de deporte desde muy ni?os, para recibir un entrenamiento completamente cerrado y medio militarizado, comiendo y durmiendo entre sus cuatro paredes. No solo han perdido la libertad personal, tambi¨¦n han tenido que sacrificar la cercan¨ªa de su familia. Como dicen los responsables de deporte del PCCh (Partido Comunista de China), "el honor ol¨ªmpico de la patria es una tarea sagrada designada por el PCCh".
(...) La m¨¢xima desventaja del n¨²mero uno en medallas es que aumenta la fuerza que impide reformar al viejo r¨¦gimen. Ante todo, porque fortalece la confianza en la "implicaci¨®n nacional colectiva" del PCCh, provocando que la gente se hunda en la alucinaci¨®n de los primeros del mundo, haciendo m¨¢s cre¨ªble la eficiencia del r¨¦gimen. Como bien dijo Zhang Yimou, el director de la ceremonia de inauguraci¨®n, en una entrevista: "La inauguraci¨®n ha concentrado tres cosas en una: el lujo extravagante, la fuerza cohesiva y la narraci¨®n ¨¦pica. Una inauguraci¨®n as¨ª tiene necesariamente que implicar una cantidad ingente de recursos humanos, materiales y financieros. Actualmente, solo China y Corea del Norte pueden hacerlo". As¨ª, no solo se ralentiza la reforma del anticuado r¨¦gimen, sino que viene a fortalecerlo por nadie sabe cu¨¢nto.
No tengo enemigos, no conozco el odio, de Liu Xiaobo. Editorial RBA. Precio: 18 euros. Se publica el 15 de septiembre.
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