La base donde el 11-S sigue presente
Miles de ni?os decidieron su vocaci¨®n militar por la ca¨ªda de las Torres Gemelas
Una nueva generaci¨®n de soldados surgi¨® de los atentados perpetrados contra Estados Unidos hace hoy diez a?os. Son hombres y mujeres j¨®venes que entonces eran solo ni?os y en cuyas memorias qued¨® grabada a fuego la imagen de las Torres Gemelas desmoron¨¢ndose.
Con el transcurso de los a?os, estos norteamericanos decidieron responder a la llamada al deber de su patria. Aqu¨ª, en la base desde la que se controla la seguridad de Kabul, la capital afgana, no parece que haya pasado toda una d¨¦cada desde entonces. Es un hecho a¨²n muy reciente, recordado a diario en la l¨ªnea de fuego. Aquel ataque cambi¨® las estrategias b¨¦licas, inici¨® una nueva forma de luchar y sigue exigiendo numerosos sacrificios a estas j¨®venes tropas.
La misi¨®n de Robert es buscar terroristas que preparan atentados
Desde Afganist¨¢n persigue la seguridad en suelo de EE UU
"Lo importante es evitar que algo as¨ª vuelva a suceder", dice un soldado
La mayor¨ªa de los militares muertos en el conflicto no supera los 28 a?os
"Los ataques del 11-S fueron la ¨²nica raz¨®n que me llev¨® a alistarme en el ej¨¦rcito en 2008", admite el soldado Robert Malinowski, de 22 a?os, cargado con su rifle y su chaleco antibalas mientras descansa de una de las labores m¨¢s importantes y peligrosas aqu¨ª en Camp Phoenix: inspeccionar todos y cada uno de los camiones que entran en la base, a la b¨²squeda de explosivos. Malinowski y sus compa?eros no libran una guerra como las de anta?o. ?l no lucha para ganar terreno en zonas enemigas ni asume labores de artiller¨ªa. ?l solo rastrea a diario, busca a terroristas que quieran atentar contra soldados o civiles.
Lo mismo hace el soldado Joseph Head, de 24 a?os, que sirvi¨® en el frente entre 2006 y 2009 y que ha regresado aqu¨ª este mismo a?o. "Lo que hicieron los extremistas isl¨¢micos el 11-S tuvo un gran significado para mi generaci¨®n y para todo el mundo. Cada vez que venimos aqu¨ª, a la zona de guerra, tenemos esos atentados muy presentes", asegura en uno de los controles de seguridad de esta base.
"Lo importante para nosotros es evitar que un ataque como aquel vuelva a suceder". Estos j¨®venes, que entonces no superaban los 14 a?os, han asumido como propia esa labor de defensa de la naci¨®n. Presumen con orgullo del que consideran su mayor logro: la ausencia de otro atentado terrorista en suelo norteamericano.
Ese es el que ven como su principal cometido aqu¨ª: proteger a EE UU. Y aunque ya cayeran los talibanes y muriera el l¨ªder terrorista Osama bin Laden, consideran necesario seguir de momento en este pa¨ªs, para evitar que vuelva a caer en el fundamentalismo que auspici¨® el 11-S.
Estos j¨®venes, a los que el presidente Barack Obama bautiz¨® en un discurso en agosto como la Generaci¨®n 11-S, quieren a toda costa desprenderse de la imagen de crueldad e indolencia que convirti¨® guerras pasadas, como la de Vietnam, en malditas.
El analista de inteligencia Thomas Murphy, de 19 a?os, pasea en sus ratos libres por la base tratando de ayudar a los civiles que trabajan aqu¨ª como int¨¦rpretes, vendedores o contratistas; escuchando a diario las penurias de sus vidas m¨¢s all¨¢ de este per¨ªmetro de seguridad. "Nuestra generaci¨®n ha aprendido a venir aqu¨ª no solo a derrocar a los talibanes y mantenerles d¨¦biles, sino a fortalecer a esta gente, que son los que deber¨¢n tomar el relevo. Esta no es una guerra tradicional. Por supuesto que hay combates de guerrilla. Pero tambi¨¦n es muy importante la reconstrucci¨®n de Afganist¨¢n, para evitar que ataques como los del 11-S se vuelvan a producir. Tener un contacto humano con la gente es esencial. De ellos depende nuestra salida", explica.
El dolor que vivieron el 11-S pas¨® a convertirse en empat¨ªa y cierto idealismo cuando vieron en persona los da?os que los talibanes hab¨ªan infligido tambi¨¦n aqu¨ª a la poblaci¨®n civil. "Esta es la guerra de los j¨®venes", explica todo un veterano, el sargento John O'Riordan, de 54 a?os, que se alist¨® en el ej¨¦rcito en 1976. Entonces sirvi¨® solo cuatro a?os. El 13 de septiembre de 2001 le llamaron del Pent¨¢gono para que volviera al frente. Acept¨® y lleg¨® a Afganist¨¢n en un batall¨®n de infanter¨ªa en enero de 2002. "No estar¨ªa aqu¨ª si no fuera por el 11 de septiembre de 2001, eso es seguro", explica. "Los atentados nos sumieron en una nueva ¨¦poca de guerra. Antes ignor¨¢bamos la amenaza del extremismo islamista. Hab¨ªamos decidido no implicarnos en Oriente Pr¨®ximo y en Asia. Pero los ataques nos obligaron a hacerlo. Llegamos tarde, pero llegamos".
En sus primeros meses aqu¨ª, O'Riordan s¨ª tom¨® parte en operaciones de artiller¨ªa. Pero tal ha sido el cambio de estrategia b¨¦lica, que a d¨ªa de ayer, ¨¦l, todo un veterano de la Guardia Nacional, se encargaba de dar instrucciones a contratistas civiles a los que se les paga para que ayuden a los soldados a construir sus muebles con tableros de madera.
"Esta guerra se est¨¢ desarrollando bajo la supervisi¨®n de los j¨®venes", a?ade el general. "Su generaci¨®n debe seguir libr¨¢ndola a¨²n por muchos a?os. Para ellos, el 11-S es lo que para hornadas anteriores fue la Segunda Guerra Mundial: algo que cambi¨® el mundo. Y as¨ª seguir¨¢ siendo. Siempre hay un nuevo acto militar que cambia las reglas del juego y que exige grandes sacrificios a alguna generaci¨®n".
Esos sacrificios tienen una cifra concreta: 1.750 soldados muertos. Cuando el Pent¨¢gono emite, casi a diario, los partes de aquellos que han fallecido en combate en Afganist¨¢n, siempre a?ade su edad. La inmensa mayor¨ªa no supera los 28 a?os. Algunos ni siquiera llegan a los 20. Son los ca¨ªdos que han dado su vida en este pa¨ªs desde que comenzara la guerra en 2001. Aqu¨ª quedan sus compa?eros de filas, 101.000 soldados que comenzar¨¢n a replegarse en unas semanas y que podr¨ªan abandonar el pa¨ªs, seg¨²n los planes de Obama, en 2014.
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