S¨¢lvora, la reserva aut¨¦ntica
El ecosistema del archipi¨¦lago evoluciona sin intromisi¨®n humana
Si hay una isla de entre las del parque nacional Illas Atl¨¢nticas en la que la idea de reserva natural se cumple al dedillo es la de S¨¢lvora. La flora evoluciona libremente en un lugar donde ni siquiera el propio personal del parque, con sede en Vigo, acude con toda la frecuencia que le gustar¨ªa. Tan solo dos vigilantes que se turnan cada semana duermen en la isla. Conviven con el farero y de vez en cuando se cruzan con los grupos guiados -nunca m¨¢s de 125 personas al d¨ªa- que de vez en cuando pasean con cuidado por las dos rutas de la isla, dos caminos en su parte central que dejan fuera de las pisadas del hombre la mayor parte de su superficie.
La presencia humana nunca ha sido mucho mayor desde que en los a?os setenta los ¨²ltimos pobladores abandonasen la isla, que fue propiedad del marqu¨¦s de Revilla hasta 2007. Ya llevaba unos a?os buscando el marqu¨¦s desprenderse de ella cuando pact¨® venderla a Caixa Galicia. El Ministerio de Medio Ambiente decidi¨® el mismo a?o ejercer su derecho de tanteo y tras abonar 8,6 millones de euros recuper¨® la isla para el Estado. A Francisco de Borja Otero Zuleta de Reales no se le ha vuelto a ver por el lugar, pero la huella de su familia s¨ª perdura. A la f¨¢brica de salaz¨®n que data de siglo XVIII se le a?adieron unas almenas para reconvertirla en pazo, en un concepto de lo chic muy imitado en el continente a partir de la segunda mitad del siglo pasado. Tambi¨¦n dos poblaciones de ciervos y caballos, atracci¨®n del coto de caza que durante a?os fue la isla, sobreviven. Una estatua de sirena, levantada a mayor gloria de los Mari?o, los primeros propietarios del lugar, completan el legado de la nobleza. El acto m¨¢s heroico lo protagonizaron sin embargo los isle?os que en 1921 se lanzaron al mar embravecido y liderados por sus mujeres consiguieron salvar a una cincuentena de na¨²fragos del vapor Santa Isabel.
Las visitas acuden en grupos m¨¢ximos de 125 personas y siguen dos rutas
"Los ciervos van aguantando, pero los caballos lo pasan mal en invierno". Marcos, vigu¨¦s, es vigilante desde hace tres a?os, donde duerme una semana s¨ª y otra no. Bocadillo en ristre, conduce la minicamioneta con que lleva a Vicente, t¨¦cnico del parque, a comprobar las trampas de conejos, de los que todav¨ªa no est¨¢n muy seguros si benefician o perjudican el h¨¢bitat. De momento solo marcan a los ejemplares que abundan en el extremo norte de la isla, el terreno m¨¢s llano donde todav¨ªa resiste alg¨²n muro de mamposter¨ªa que delimitaba las tierras de cultivo que trabajaban los ¨²ltimos habitantes. Y sirven de alimento a los azores que, tambi¨¦n en S¨¢lvora, anidan en el bosque de eucaliptos de su parte central.
La aldea, tambi¨¦n en el norte, permanece en pie, aunque en estado ruinoso, con las viviendas distribuidas en torno al patio bastante desvencijadas. Construida en el siglo XIX, no fue el primer asentamiento en S¨¢lvora, diezmada por la pirater¨ªa en el XVII. Hace dos a?os, el presidente del patronato del parque, Fernando Garrido Valenzuela, anunci¨® un proyecto para restaurarla que todav¨ªa est¨¢ por empezar. La rehabilitaci¨®n de momento alcanza solo al pazo, a¨²n sin concluir, y donde el guardia tendr¨¢ su vivienda. Hasta entonces Marcos, o Marta, la otra vigilante, duermen en el faro, en el sur de la isla. El farero, 30 a?os en el oficio, ha colgado un cartel ante la entrada que pocos tienen ocasi¨®n de leer. "Prohibido el paso. Recinto oficial". Los perros ladran al encuentro del visitante, pero el farero no sale. "Puede que est¨¦ durmiendo a¨²n", cavila, aunque advierte que su reacci¨®n ante los visitantes oscila dependiendo de su humor.
S¨¢lvora es mucho m¨¢s llana que C¨ªes y Ons. Los inviernos son virulentos y las marcas del viento se hacen notar en uno de los bosques m¨¢s batidos de Galicia. Abunda la xesta, que en el peque?o islote de Vionta, al norte de S¨¢lvora, existe en una variedad en peligro descubierta hace una d¨¦cada que solo est¨¢ presente ah¨ª y en Ons. Completan la geograf¨ªa otro islote, Noro, y las islas Sagres al noroeste.
La protecci¨®n extrema de la tierra no es tal en las aguas que la rodean, que siguen frecuentando los pescadores de la cofrad¨ªa de Agui?o. Las restricciones que propone el plan rector de usos y gesti¨®n del parque, solo afectan a un 3% del agua que rodea tanto a S¨¢lvora como a C¨ªes y Ons, tras sucesivas rebajas por la presi¨®n de los p¨®sitos. El alcalde de la isla arousana, Manuel Ruiz Rivas (PP), dice que los pescadores siempre han sido respetuosos y que no hace falta limitar las capturas. De momento la reserva solo ser¨¢ terrestre.
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