El maestro de la II Rep¨²blica que intuy¨® el futuro
Rodolfo Llopis emprendi¨® la reforma docente m¨¢s ambiciosa que conoc¨ªa Espa?a
"De ahora en adelante, quien elija la profesi¨®n de maestro, pudiendo seguir otros caminos, lo har¨¢ porque a ello le impulse la vocaci¨®n", asegur¨® Rodolfo Llopis, director general de Primera Ense?anza entre 1931 y 1933. A las ¨®rdenes de Marcelino Domingo, a la saz¨®n ministro de Instrucci¨®n P¨²blica, Llopis puso en marcha una ambiciosa reforma de la formaci¨®n docente que pretend¨ªa, sin ambages, alejar a los mediocres del Magisterio y dotar a la reci¨¦n nacida Rep¨²blica de la mejor generaci¨®n de maestros que hab¨ªa conocido Espa?a. Ten¨ªan que serlo, porque la misi¨®n que se les hab¨ªa reservado era la m¨¢s audaz y ¨¦pica que se encomendara a profesional alguno: formar a los nuevos ciudadanos, los republicanos. Sobre sus espaldas reca¨ªa, pues, la responsabilidad de despiojar la yerma escuela espa?ola y cambiar con ello el rumbo de un pa¨ªs entero.
Los aspirantes pasaban una dura prueba de acceso a la titulaci¨®n
"El esfuerzo mayor se hizo en primaria", dice Francisco de Luis
Los inspectores revisaban los progresos de los estudiantes
Un a?o completo se dedicaba a impartir clases que se pagaban
La formaci¨®n de los profesores era por entonces el asunto estrella en cualquier congreso docente que se celebrara en Europa. Tambi¨¦n en Espa?a. Y 80 a?os despu¨¦s, el debate sigue abierto. Y las soluciones que se abordaron en la Rep¨²blica no son tan diferentes de las que se han manejado en la democracia ni de las actuales.
Llopis endureci¨® el acceso a la carrera exigiendo el bachillerato a todo aquel que pretendiera ingresar en las Escuelas Normales para preparar el Magisterio. "Eso era darle categor¨ªa universitaria, porque nadie que quisiera matricularse en cualquier otra titulaci¨®n pod¨ªa hacerlo sin el bachillerato", explica el catedr¨¢tico de Historia de la Educaci¨®n de la Universidad de Alcal¨¢ de Henares Antonio Molero.
La profesi¨®n la constitu¨ªan entonces destartaladas filas reclutadas de las clases m¨¢s humildes, con escasa formaci¨®n cultural y nulas nociones pedag¨®gicas. Eso iba a acabar. Completado el bachillerato, los aspirantes pasar¨ªan una exigente prueba de selecci¨®n para entrar en las Escuelas Normales. "Ese era el cribado realmente duro, solo ingresaban unos 40 estudiantes en cada escuela provincial", se?ala Carmen Agull¨®, profesora titular de la Escuela de Magisterio de la Universidad de Valencia. Ingresaron 965 por ese m¨¦todo en un primer momento. Una vez dentro, los aspirantes -hombres y mujeres por primera vez juntos- pasar¨ªan tres a?os de formaci¨®n m¨¢s uno de pr¨¢cticas, pagadas, en las escuelas. Los inspectores y los profesores de la Normal tutelaban el aprendizaje y compon¨ªan los tribunales. Sin oposiciones, los estudiantes que pasaran con ¨¦xito esa etapa eran ya maestros funcionarios. "Esa fue una de las grandes novedades, la desaparici¨®n de las oposiciones. Los maestros ya sal¨ªan perteneciendo al escalaf¨®n nacional", dice Francisco de Luis, profesor de Historia Contempor¨¢nea de la Universidad de Salamanca. "El esfuerzo mayor se hizo en primaria, lo dem¨¢s no se concluy¨®", a?ade
La Rep¨²blica, en su primer bienio, despreciaba las oposiciones, un sistema en el que "desaparece la personalidad del opositor y queda solo el ejercicio escrito. Pero ?qu¨¦ clase de valores pod¨ªan juzgarse de este modo? ?Qu¨¦ noci¨®n de la cultura, qu¨¦ noci¨®n de la escuela, qu¨¦ idea de la vocaci¨®n pedag¨®gica ten¨ªan las autoridades ministeriales que montaron aquel complicado artificio?", se pregunta Llopis en su libro titulado La Revoluci¨®n en la escuela (Biblioteca Nueva). Pero el director general de Primera Ense?anza no pudo evitarlas por completo y algunas plazas se "regalaron" por oposici¨®n, en palabras de Llopis. Porque la reforma afectaba a "los futuros maestros de la Rep¨²blica", pero, mientras esas promociones sal¨ªan a la calle se necesitaba contar con muchos otros que ya estaban en el proceso y que hab¨ªan de atender las miles de escuelas que se constru¨ªan. Hubo una tercera v¨ªa de acceso al Magisterio para los reci¨¦n graduados: los cursillos de selecci¨®n. Con ellos, como con la reforma de la carrera, se pretendi¨® formar a la vez que se seleccionaba. Eran de tres meses. El primero de asistencia a clases que impart¨ªan otros maestros; los aspirantes tomaban notas y, finalmente, ten¨ªan que impartir, por sorteo, una de esas clases. "Con el visto bueno de un tribunal, pasaban al segundo mes, todo ¨¦l de pr¨¢cticas en la escuela. Una o dos veces por semana el inspector revisaba el aprendizaje. Con las notas del maestro y del inspector se pasaba al tercer mes. En este, el futuro maestro asist¨ªa a conferencias de car¨¢cter cultural y pedag¨®gico dictadas por profesores universitarios o de instituto. Finalmente, ten¨ªan que exponer por escrito uno de esos temas", detalla Carmen Agull¨®, que ha tenido acceso a algunos de aquellos cuadernos de pr¨¢cticas de los estudiantes. La nota de los tres meses decid¨ªa el orden para elegir la plaza.
"Sin buenos maestros, todo lo que se haga en beneficio de la escuela resultar¨¢ est¨¦ril", dec¨ªa Llopis. Y eso val¨ªa tambi¨¦n para los maestros de los maestros.
El profesorado de las Escuelas Normales proced¨ªa de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio, una r¨¦plica francesa. "Esa Escuela se suprimi¨® en 1932, pero los mejores de ella, que eran muchos, pasaron como catedr¨¢ticos a la nueva secci¨®n de Pedagog¨ªa que se cre¨® en la Facultad de Filosof¨ªa y Letras en la Universidad de Madrid. Ah¨ª se formaron directores de grupo escolar, inspectores y los nuevos profesores de las Escuelas Normales", resume Molero. Una buena cantera que esculpi¨® "la mejor generaci¨®n de maestros y maestras que ha tenido este pa¨ªs". Como el de La lengua de las mariposas, ?recuerdan? Ya saben como acab¨® la pel¨ªcula.
Una escuela mezclada y libre
La reforma de la ense?anza emprendida en el primer bienio de la II Rep¨²blica ten¨ªa numerosas fuentes de inspiraci¨®n. Bull¨ªan en toda Europa, y tambi¨¦n en Espa?a, diversas corrientes pedag¨®gicas. "No podemos detenernos solo y siempre en la Instituci¨®n Libre de Ense?anza (ILE), que ya ten¨ªa un espacio y que fue muy importante, desde luego, mucho. Hubo otras", empieza la profesora de la Universidad de Valencia Carmen Agull¨®. Cierto, la ILE jug¨® un papel destacado, prest¨® su esp¨ªritu a numerosas iniciativas que se emprend¨ªan en el terreno de la educaci¨®n p¨²blica y muchos de los responsables de ella se hab¨ªan formado bajo su auspicio.
"Muy importante fue tambi¨¦n la Escuela Moderna, de Ferrer i Guardia, anarquista. Libertaria, fue el modelo pedag¨®gico espa?ol m¨¢s exportado, por todo el mundo", dice Agull¨®. Era de doble coeducaci¨®n, de sexos y de clases. Se pretend¨ªa la mezcla de ni?os y ni?as, y de ricos y pobres. Se hac¨ªan excursiones al campo, como en la ILE, y se visitaban museos, pero tambi¨¦n f¨¢bricas, para que los alumnos se impregnaran del quehacer laboral, de la lucha obrera.
"Y estaba la Escuela Unificada, del Partido Socialista, que preconizaban Llopis y Lorenzo Luzuriaga. Hoy equivaldr¨ªa a una escuela igualitaria, sin discriminaci¨®n por ning¨²n concepto, ni de clase ni de sexo ni de religi¨®n, de nada. Pensaban que la ¨²nica manera de conseguirlo era mediante la escuela p¨²blica, estatal. Eso lo rechazaban los anarquistas, que no quer¨ªan nada del Estado". Y todas coincid¨ªan en algo: eran laicas.
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