La brecha
Gerard Depardieu, prejubilado, reclama de una empresa los papeles para su pensi¨®n. Sin abrirle, la recepcionista le indica por interfono que debe entrar en la Red y visitar su sitio en Internet. "?Sitio? ?Qu¨¦ sitio? ?Si estoy en el sitio!". La pel¨ªcula Mammuth muestra un proletario antediluviano, como le describi¨® el cr¨ªtico, un ignorante digital; dicen que es como se presenta el nuevo analfabetismo.
Cierto amigo, cuarent¨®n pero m¨¢s que alfabetizado, relata an¨¦cdotas protagonizadas por colegas con titulaciones universitarias. Como la del que hace a?os luchaba por arrancar el interior de aquellos disquetes, quejoso por "lo bien protegidos que estaban". O uno que los ensartaba sobre el corcho de su despacho. O aquella a la que aconsejaban abrir una "ventana" para acceder a cierto documento y al rato volv¨ªa a telefonear advirtiendo de que iba a cerrar porque se mor¨ªa de fr¨ªo. Me recuerda a otro que hace a?os se aterrorizaba ante el env¨ªo de un documento por fax por si fallaba la transmisi¨®n, ya que "no hab¨ªa copia".
Los servicios de atenci¨®n de las compa?¨ªas reciben a diario quejas de gentes que, simplemente, han olvidado enchufar el ordenador, y de quienes no entienden que una aver¨ªa en su disco duro o en su teclado nada tiene que ver con la conexi¨®n a Internet. Durante una consulta sobre el mal funcionamiento de la l¨ªnea ADSL, el t¨¦cnico le pide a la se?ora que observe el m¨®dem y le diga qu¨¦ luces tiene encendidas. Ella, muy airada, responde: "?Pues las de siempre: la de la cocina, la del pasillo y la del sal¨®n!". Otro cliente preguntaba con urgencia al espantado especialista si era conveniente apretar el bot¨®n de ignici¨®n.
Confieso pertenecer a la categor¨ªa de digitales por obligaci¨®n, compuesta por quienes no hemos tenido m¨¢s remedio que aprender el uso de estos inventos, adquiriendo a duras penas conocimientos muy rudimentarios, aunque sin cuestionar las enormes ventajas de la Red. Vamos, que durante largo tiempo no nos atrevimos a jubilar las m¨¢quinas de escribir, a las que bastaba cambiar la cinta de vez en cuando, y ahora suplicamos socorro a la menor dificultad. Luego est¨¢n los m¨¢s avanzados digitales de adopci¨®n, padres y abuelos de los nativos digitales. Pienso que la famosa brecha es, por tanto, una cuesti¨®n generacional m¨¢s que de clase social o nivel cultural. Tambi¨¦n que entre el grupo de adopci¨®n hay una diferencia de g¨¦nero: los hombres disponen de m¨¢s tiempo libre y presentan m¨¢s inclinaci¨®n a sentarse delante de las pantallas y tratar de dome?arlas (posiblemente esto no ocurre entre la gente joven).
Y hay otro grupo especialmente curioso: los que se dejan ayudar. El mexicano Carlos Fuentes escribe a mano porque Silvia se ocupa de enlazarlo con la Enciclopedia Brit¨¢nica con un golpe de tecla. Sabios caligrafiando su arte siempre los ha habido, incluso en el siglo XXI. Y esposas mecan¨®grafas tambi¨¦n. Detr¨¢s de muchos grandes autores hay una gran mujer que les hace saltar la brecha d¨¢ndole al bot¨®n de ignici¨®n.
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