Esperando el Apocalipsis
Una amiga me dice que, tal como est¨¢n las cosas, ha decidido "darse al vicio y a la bebida". No est¨¢ dispuesta a seguir por este v¨ªa crucis de miedo, por este camino empedrado de malos anuncios y peores augurios. Desde hace varios a?os las noticias se fabrican con un reducido y terror¨ªfico vocabulario: crisis, recorte, riesgo, bancarrota, rescate, paro, Merkel, Sarkozy, Grecia, Zapatero y Rajoy... Por cierto, observen la sinestesia de sierra mec¨¢nica que ofrece la repetici¨®n de tantas erres en los titulares. No es que estemos en el Apocalipsis -al menos cuando se llega al punto de destino uno sabe a qu¨¦ enfrentarse-, es que nos encontramos en la sala de espera desde la que se escuchan las herramientas de tortura y la imaginaci¨®n se descontrola.
Siempre se ha dicho que los buenos acontecimientos no son noticia y como quiera que solo lo excepcional tiene inter¨¦s informativo, es posible que dentro de poco, veamos como titulares de portada de los peri¨®dicos algo parecido a esto: "Ayer no se rebaj¨® la nota crediticia de ning¨²n pa¨ªs", "Hay un Ayuntamiento que afirma no estar en quiebra", "Esta semana no ha subido la prima de riesgo" o "Se rumorea que una empresa ha contratado a diez trabajadores fijos". Los informativos podr¨ªan hacer todo un reportaje con el hallazgo de un solo ciudadano que no estuviese desconcertado y asustado ante el futuro, siempre que demostrase estar en sus cabales.
Contra tanta desesperaci¨®n he salido a la b¨²squeda de alguna buena noticia que llevarnos al alma y he encontrado, una humilde aportaci¨®n a la galer¨ªa de los nuevos tiempos. En Andaluc¨ªa, desde hace varios meses, las bolsas de pl¨¢stico que inundaban nuestras vidas y nuestras cocinas han sido sustituidas por otras de uso permanente. Este simple gesto va a ahorrar, a lo largo de nuestra vida, 18.000 bolsas que contaminaban nuestra civilizaci¨®n en contenedores, cunetas de carreteras y residuos con una permanencia de cuatro siglos.
Cuando la Junta de Andaluc¨ªa anunci¨® un impuesto de cinco c¨¦ntimos por bolsa, las voces apocal¨ªpticas anunciaron que se "asfixiar¨ªa la econom¨ªa", "se rebelar¨ªa la sociedad" y "se encarecer¨ªa el comercio". Nada de esto ha sucedido. Espero en la cola del supermercado y todo el mundo lleva sus propias bolsas permanentes. Casi nadie compra nuevas bolsas. No he visto a nadie protestar. Por el contrario, la ciudadan¨ªa ha prestado su colaboraci¨®n con una medida que pon¨ªa coto a ese despilfarro de recursos y a la contaminaci¨®n medioambiental.
Este gesto, que supone una modesta organizaci¨®n en el traer y llevar de los productos, me hace pensar que la sociedad est¨¢ madura para afrontar nuevos comportamientos ¨¦ticos, nuevos modelos de consumo y nuevas fiscalidades, siempre que sean beneficiosas y razonables. El tema de los residuos es uno de los grandes problemas ambientales de nuestro tiempo. Somos una generaci¨®n que, en el caso de no actuar r¨¢pidamente, dejaremos una costosa herencia a nuestros hijos en forma de suciedad, contaminaci¨®n y agotamiento de recursos. Me estremece pensar que la lata de refresco que bebo sin darme cuenta mientras escribo, me sobrevivir¨¢ trescientos a?os. Nuestro legado no ser¨¢, en su mayor parte, cultural ni t¨¦cnico. Ser¨¢n los residuos de nuestro consumo los que hablar¨¢n de nosotros cuando hayamos muerto.
Por eso en millones de casas se recicla, se esfuerzan por adoptar un comportamiento m¨ªnimamente responsable en materia medioambiental; aunque las instituciones hayan contribuido muy poco a ello; aunque sepamos que la fiscalidad peque?a no se acompa?a de los impuestos a industrias depredadoras, a actividades contaminantes y a la destrucci¨®n medioambiental.
La balanza fiscal en Espa?a, en t¨¦rminos sociales, est¨¢ m¨¢s trucada que la chistera de un mago. Urge regenerar el modelo fiscal de nuestro pa¨ªs de forma que paguen todos, apoquinen m¨¢s quienes obtengan m¨¢s ganancias pero tambi¨¦n para que paguen los que contaminan y usan nuestros recursos. As¨ª, nuestra colaboraci¨®n con la desaparici¨®n de las bolsas de pl¨¢stico no ser¨¢ un gesto aislado dentro de un sistema depredador.
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