El t¨®tem del Guinard¨®
Al contrario que Viena o Roma, Barcelona es una ciudad avara en placas informativas. A la salida por el lado sur del t¨²nel de la Rovira, en medio de una rotonda ajardinada, te topas con un armatoste de hormig¨®n de una decena escasa de metros de altura que podr¨ªas tomar por una escultura abstracta salida de la casa de Mon oncle con la que se pelea el inefable Jacques Tati. Nada se dice por ning¨²n lado de ese t¨®tem de brazos extendidos y misterioso agujero rectangular central que se?orea la zona, una zona proyectada para distribuir el tr¨¢fico y en consecuencia poco proclive a las lecturas historicistas. El riesgo, sin embargo, es que con el tiempo nadie acabe recordando de d¨®nde sali¨® esa cosa. Se trata de un pilar del antiguo viaducto -scalextric, como se le conoci¨® popularmente por la ¨¦poca- que segu¨ªa la Ronda del Guinard¨® a la altura del principal de las casas circundantes y que tantas protestas vecinales motiv¨® en la d¨¦cada de los a?os setenta. Dicho de otro modo, es un objet trouv¨¦ del porciolismo rampante que un d¨ªa asaete¨® la ciudad con v¨ªas r¨¢pidas para la circulaci¨®n rodada, destrozando impunemente barrios enteros y sometiendo al peat¨®n a vejaciones sin cuento. Cuando se inaugur¨® la remodelaci¨®n de esta zona, en febrero pasado, alg¨²n vecino hizo constar su descontento por el hecho de que el pilar permaneciera all¨ª, como un espantajo, soportando la nada sobre sus anchos hombros. A m¨ª, la verdad, no me molesta: me parece un evocativo monumento a la ciudad que no ha acabado siendo, gracias precisamente al empuje reivindicativo de los barceloneses. No estar¨ªa mal recordarlo por escrito.
Al 'scalextric' de la plaza Alfons el Savi lo llamaban la "autopista del cielo"
Se trata de una historia larga y fatigosa, en la que la planificaci¨®n ha ido siempre por detr¨¢s de la realidad. En efecto, cuando a principios del siglo XX se aprob¨® el plan de enlaces proyectado por L¨¦on Jaussely, ten¨ªa sentido una v¨ªa r¨¢pida que uniera los antiguos pueblos incorporados a la urbe, como Sants, Sarri¨¤, Horta o Sant Andreu del Palomar. Sesenta a?os m¨¢s tarde, que es cuando se ejecut¨® el primer tramo entre las plazas de Cerd¨¤ y Lesseps, la ciudad ya hab¨ªa llenado con sus propios tejidos -calles, casas- lo que antes eran campos yermos, con lo cual el conflicto social estaba servido (Barcelona ha sido una ciudad de retrasos hist¨®ricos acumulados, algunos tan sangrantes como el derribo de sus murallas: solo la obra ol¨ªmpica lleg¨® con in¨¦dita puntualidad).
El ominoso scalextric de la Ronda del Guinard¨® surgi¨® hacia 1973. Algunos la llamaban la "autopista del cielo": del cielo a ninguna parte, puesto que nunca fue m¨¢s all¨¢ de la calle de Cartagena. Poco antes hab¨ªa empezado a perforarse el t¨²nel de la Rovira, que sin embargo qued¨® paralizado en 1976 por la aparici¨®n de grietas en las viviendas de la calle de Tenerife. Ese proyecto concluy¨® solo en la segunda mitad de la d¨¦cada de 1980, cuando se hizo evidente la necesidad de conectar esa parte de la ciudad con la Ronda de Dalt. En cuanto al scalextric, se suprimi¨® en c¨®modos plazos: en 1985, ya con Oriol Bohigas al frente del urbanismo de la ciudad, cay¨® el lado de mar y no fue hasta hace un par de a?os cuando se liquid¨® tambi¨¦n el tramo del lado de monta?a.
Hoy el conjunto configura un espacio razonablemente repartido entre coches y peatones. Al pie de la loma de la Rovira, mirando al restallante mediod¨ªa de esta ma?ana de fin de verano, se halla la Casa de les Altures, singular edificio neomoz¨¢rabe, sede del consejo municipal desde 1985 y muy temprano ejemplo de arquitectura corporativa en la ciudad. Mandado construir, en efecto, hacia 1890 por la Sociedad General de Aguas de Barcelona, que hab¨ªa adquirido esos terrenos una veintena de a?os atr¨¢s, parece que en principio hab¨ªa de ser la residencia del director de la compa?¨ªa, pero acab¨® teniendo funciones meramente representativas. Abandonada durante a?os, reivindicada para uso p¨²blico junto al cercano Parc de les Aig¨¹es a partir de la d¨¦cada de los setenta, se cree que debe su po¨¦tico nombre a una altura no muy pronunciada, de apenas 93 metros sobre el nivel del mar, suficientes en todo caso para que all¨ª se construyera un dep¨®sito de 16.000 metros c¨²bicos que recog¨ªa las aguas procedentes de la Rovira y el Carmel para su posterior bombeo a la ciudad.
El parque, de setos bien recortados, generosos pl¨¢tanos, esbeltos cipreses, polvorientos laureles y adelfas vivarachas, respira serenidad noucentista. En un ¨¢ngulo vecinos jubilados en envidiable forma f¨ªsica juegan al front¨®n, mientras una tata sudamericana empuja un carrito con beb¨¦. Al pie del recinto, junto a los campos de petanca desiertos a esa hora por la inclemencia solar, discurre el Cam¨ª de la Llegua, este s¨ª bien identificado por un r¨®tulo en acero corten (ese ¨®xido de dise?o tan utilizado a partir de la ¨¦poca ol¨ªmpica). El antiguo camino rural que enlazaba Gr¨¤cia con Sant Andreu ha merecido honores memorial¨ªsticos por alg¨²n extra?o designio. Juan Mars¨¦ tambi¨¦n lo recordaba en Ronda del Guinard¨®: "El Camino de la Legua serpenteaba entre altas tapias semiderruidas a lo largo de m¨¢s de un kil¨®metro, hasta alcanzar la falda del Guinard¨® orlada con volantes verdes de pitas y chumberas y franjas de tierra caliza. A sus espaldas, la ciudad se apretujaba hacia el mar bajo una l¨¢mina rosada y gris".
Ha cambiado -mucho- este barrio, un tiempo maltratado. A sus pies, la ciudad, apretujada, sigue bajo la l¨¢mina rosada y gris.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.