El mar que inspir¨® a W. G. Sebald
El escritor alem¨¢n, que vivi¨® durante m¨¢s de treinta a?os en Inglaterra, qued¨® marcado por la costa de Suffolk y as¨ª lo reflej¨® en sus escritos. En la zona tambi¨¦n naci¨® el compositor Benjamin Britten
La playa de piedra de Shingle Street posee la cualidad hipn¨®tica y aterradora de esos cuadros de galernas con los que J. M. W. Turner congel¨® al ¨®leo la inquietud de la tormenta. Los millones de cantos rodados, la cabina telef¨®nica azotada por el vendaval, los arbustos que parecen enraizarse en otro planeta, el mar turbio confundido con el cielo gris como en el filo de un pu?al... La llegada a este lugar del escritor alem¨¢n W. G. Sebald (Wertach im Allg?u, 1944-Norfolk, 2001), coloso de las letras europeas prematuramente fallecido hace 10 a?os, debi¨® de parecerle el final de un viaje a uno de los temas centrales de su obra: la historia natural de la destrucci¨®n. Sucede hacia la mitad de su traves¨ªa a pie por el condado de Suffolk, al este de Inglaterra. Emprendida en agosto de 1992, sirvi¨® de material para Los anillos de Saturno (Anagrama), acaso su mejor obra. Uno de esos libros que se definen en negativo: no es una novela, ni un ensayo, ni mucho menos una gu¨ªa de viajes. Suma de todo lo anterior, adem¨¢s de un formidable ejercicio literario, resulta una seductora invitaci¨®n a recorrer mecido por su magn¨¦tica prosa uno de los secretos mejor guardados de Reino Unido.
No es cierto, como escribe Sebald de Shingle Street, que nunca se vea "un ser humano" en esta playa. Los pescadores pasan la noche resguardados en endebles tiendas de campa?a y envueltos en los misterios de un lugar que alberg¨® un balneario llamado German Ocean Mansions en los tiempos en los que el salvaje sue?o de una "alianza mundial anglogerm¨¢nica" parec¨ªa posible. Quiz¨¢ es que simplemente han cambiado las cosas en los casi 20 a?os pasados desde aquel viaje del viejo profesor alem¨¢n y el Suffolk de 2011, convertido en lugar predilecto para modelos, artistas y periodistas, que llegan de Londres el viernes por la tarde y llenan los peque?os establecimientos con encanto con sus caros cuatro por cuatro y sus nerviosas charlas de sobremesa.
A Shingle Street se accede desde el poblacho de Woodbridge, con su encantadora librer¨ªa independiente y el voluntarioso museo provinciano, por una carretera que atraviesa el yacimiento arqueol¨®gico de Sutton Hoo. Si Sebald siempre es capaz de escuchar bajo las piedras los gritos de las guerras pasadas, de las masacres, de las cat¨¢strofes naturales, de leer en suma los estratos de la dolorosa historia de Europa, resulta extra?o que no incluyera en su caminata este lugar donde en 1939 Edith Pretty descubri¨® por azar la estructura de un barco de 24 metros de eslora, repleto de las maravillas funerarias de Redwald, sanguinario rey anglosaj¨®n del siglo VII. El descubrimiento, "el mayor de Inglaterra" seg¨²n el entusiasta titular de la ¨¦poca del Woodbridge Recorder, se atesora hoy en el British Museum de Londres.
Quiz¨¢ andaba Sebald m¨¢s ocupado en otros recuerdos. Como la memoria de Edward FitzGerald. En ella se detiene con parsimonia en Los anillos de Saturno en una de esas habituales digresiones sebaldianas acerca de asuntos tan variados como la peripecia de Roger Casement (protagonista de la ¨²ltima novela de Mario Vargas Llosa), "la historia natural del arenque" o el sensacional cl¨¢sico de Thomas Browne El enterramiento en urnas, que trata de las excavaciones mortuorias de la vecina Norfolk y que tradujo Javier Mar¨ªas en 2002 en la editorial Reino de Redonda tras nombrar a Sebald Duque de V¨¦rtigo.
Poeta del siglo XIX, natural de Suffolk y exc¨¦ntrico remol¨®n, la traducci¨®n de FitzGerald del Rubaiyat, de Omar Jayam, se ve hoy por algunos como insuperable. Un memorial amateur del poeta persa del vino y los placeres acompa?a en su ¨²ltimo descanso a FitzGerald en el peque?o cementerio de la iglesia de Boulge, oculta en uno de esos enmara?ados cruces de caminos ante los que hasta el GPS se declara incapaz.
Velada con Patti Smith
Sebald sue?a con FitzGerald en un cuarto bajo el tejado de la posada Bull Inn, que aun sigue ah¨ª, en el centro del pueblo comercial de Woodbridge, "sin haber experimentado demasiados cambios". Josephine, la rubia que atiende la barra del bar, no conoce el libro que porta el viajero, en el que su aburrido lugar de trabajo se ve elevado a las cotas de la alta literatura. Ni mucho menos podr¨ªa calificar de peregrinaje el escaso goteo de visitantes atra¨ªdos a Suffolk por Los anillos de Saturno. Tampoco, despu¨¦s de que el festival de m¨²sica de Aldeburgh, fundado por Benjamin Britten y una de las grandes citas culturales de la regi¨®n, estrenase en enero el documental de Grant Gee Patience (after Sebald) sobre aquel viaje a pie durante una velada en la que Patti Smith music¨® pasajes del libro. Rosalind Green, de la oficina de turismo brit¨¢nica y dedicada lectora de Sebald, explica que sus paisanos desconf¨ªan de la imagen de la regi¨®n que se da en la obra, tan determinada por el pasado turbulento de un lugar que se hallaba en primera l¨ªnea del frente en la Segunda Guerra Mundial; Berl¨ªn se encuentra a tan solo 800 kil¨®metros del extremo m¨¢s oriental de Suffolk.
No hay demasiados rastros del paso de Sebald por aqu¨ª, m¨¢s all¨¢ de la casualidad de encontrar entre los exuberantes campos de mimosas y los pastos lustrosos que alimentan a caballos y ovejas, orgullo ganadero de la regi¨®n, a una de sus antiguas alumnas de la universidad de Norwich, que lo recuerda como a "un buen hombre". O la existencia de la enorme casa en venta del traductor de Rilke y H?lderlin Michael Hamburger "en los campos de regad¨ªo de Middleton", pueblito en el que Sebald se detiene en Los anillos de Saturno para conversar con su amigo "del mes vac¨ªo y silencioso de agosto". Como Hamburger, Sebald fue uno de esos extra?os inmigrantes alemanes en Gran Breta?a en un tiempo en el que las heridas entre ambos pa¨ªses aun se antojaban tan anchas y profundas como el Canal de la Mancha.
Extra?os artefactos
En los setenta obtuvo la plaza de profesor de literatura en la Universidad de East Anglia, en Norwich, a cuyas afueras viv¨ªa junto a su mujer Ute en una antigua rector¨ªa victoriana que hoy habita una nueva familia, no muy lejos del cementerio cat¨®lico de la iglesia de San Andr¨¦s donde yacen sus restos. Daba largos paseos, escrib¨ªa sus extra?os artefactos y compraba y vend¨ªa libros en la librer¨ªa de viejo Tombland, situada en los bajos de un edificio del siglo XV frente a la imponente aunque misteriosamente a¨¦rea catedral benedictina de Norwich y a pocos pasos del pub hist¨®rico Adam & Eve, que se enorgullece de llevar sirviendo cerveza al sediento desde hace m¨¢s de 1.500 a?os.
En las moles brutalistas de los a?os sesenta de la moderna universidad de East Anglia, conocida por sus estudios medioambientales, la ense?anza de escritura creativa y un interesante museo de arte moderno, temprana obra de Norman Foster, Sebald pas¨® de ser un discreto docente a uno de los escritores m¨¢s sublimes de la Europa del cambio de siglo cuando ya hab¨ªa dejado atr¨¢s los cuarenta a?os y gracias a obras como Austerlitz, V¨¦rtigo o Los emigrados, que preconizaban el alumbramiento de una nueva ficci¨®n. Hoy, su departamento ha desaparecido en el maelstrom de los recortes educativos. Pero ah¨ª sigue el profesor de literatura estadounidense Christopher Bigsby, que hace memoria en su despacho sobre aquel 14 de diciembre de 2001 en el que Max, as¨ª lo conoc¨ªan sus amigos, dej¨® la universidad y acab¨® estampado con su coche contra un ¨¢rbol tras un ataque al coraz¨®n. Muri¨® en la cuneta de una de las tortuosas carreteras de la zona. Iba con su hija Anna, que sobrevivi¨®.
Ir¨®nicamente, el coche es el ¨²nico medio de transporte ausente en Los anillos de Saturno. Sebald parti¨® a pie de su casa de Norwich "cuando la can¨ªcula se acercaba a su fin" y "con la esperanza de poder huir del vac¨ªo que se estaba propagando" en ¨¦l "despu¨¦s de haber concluido un trabajo importante". Un viejo tren di¨¦sel lo llev¨® a la ciudad de Lowestoft, que un d¨ªa fue uno de los puertos pesqueros m¨¢s importantes del pa¨ªs y hoy no pasa de angustioso escenario de una pel¨ªcula hiperrealista de Ken Loach.
Las torres Martello
Desde la punta m¨¢s oriental de la ciudad, que tambi¨¦n lo es de Reino Unido, se despliega hacia el sur el dram¨¢tico perfil de una de las costas m¨¢s solitarias y bellas que quepa imaginar y que Sebald camin¨® dej¨¢ndose guiar por los extra?os mojones de las torres Martello. De ellas, escribe: "Hasta que Napole¨®n no se entretuvo con la idea de conquistar las islas brit¨¢nicas, no se tomaron nuevas medidas defensivas construyendo poderosos fuertes redondos en la playa a una distancia de pocos kil¨®metros entre s¨ª. Solamente entre Felixstowe y Orford hay siete de esas llamadas torres Martello, cuya utilidad, que yo sepa, nunca ha sido puesta a prueba". Como se?ala Carol Twinch en el simp¨¢tico compa?ero de viaje que es The little book of Suffolk, ello se debi¨® a que la ¨²ltima de estas amenazantes construcciones se termin¨® en el delicioso pueblo de veraneo de Aldeburgh justo cuando llegaban las noticias de la victoria de Nelson en Trafalgar, en 1805, que hicieron m¨¢s remota si cabe la posibilidad de una invasi¨®n francesa.
No son las torres Martello las ¨²nicas excentricidades de este pedazo de tierra arenosa donde uno se ve empujado, como escribe Sebald, a enfrentarse con la soledad. En el diminuto puerto de Blythburg, est¨¢ el puente de hierro estrecho sobre el r¨ªo Blyth, surcado a finales del siglo XIX por vagones cargados de lana, que "estaban destinados en un principio al emperador de China". Y en la playa de la citada Aldeburgh, entre hoteles de dise?o, restaurantes de alta cocina iluminada por las velas o tiendas de antig¨¹edades isabelinas, se yergue desde 2003 contra toda l¨®gica la delirante escultura de la artista local Maggi Hambling. The Scallop se trata, en efecto, de la concha de una vieira de cuatro metros de altura que homenajea al compositor de Suffolk Benjamin Britten. Luce en ella una inscripci¨®n ("Escucho voces que no se hundir¨¢n", extra¨ªda del libreto de la ¨®pera Peter Grimes) que podr¨ªa parecer premonitoria; los lugare?os adoran tanto la escultura como la posibilidad de que el d¨ªa menos pensado un golpe del brav¨ªsimo mar del Norte la pueda hacer desaparecer entre sus fauces.
Menos divertida encuentran los habitantes de Suffolk la rareza geogr¨¢fica de Orfordness, frente a la torre medieval del castillo de Orford. Esta lengua de tierra extraterritorial es la m¨¢s grande de sus caracter¨ªsticas en Europa y a ella solo se puede acceder por barco. A sus atentos lectores no extra?ar¨¢ que la leyenda de lo que all¨ª sucedi¨® durante la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fr¨ªa, cuando el islote era escenario de pruebas secretas del Gobierno brit¨¢nico, encendiese la imaginaci¨®n de Sebald. Es aconsejable, eso s¨ª, no confiar en la suerte del escritor, que encuentra en el libro a un pescador dispuesto a llevarlo a Orfordness a cambio de un par de libras, y consultar los horarios de visita establecidos por la autoridad encargada de los parques naturales de Suffolk.
El tipo que le ayuda a cruzar el r¨ªo cuenta a Sebald que Orfordness "se sigue evitando". Circulan leyendas sobre altos niveles de radiactividad, minas sin estallar y pescadores que pese a estar "tan familiarizados con la soledad" dejaron de acudir all¨ª a trabajar "pues era imposible soportar el abandono de ese puesto confinado a la nada y que en algunos casos hab¨ªa ocasionado prolongadas melancol¨ªas depresivas". Para los viajeros aprensivos, siempre queda la opci¨®n de tomar un camino extra?amente elevado que transcurre a la altura del viento y en paralelo al curioso accidente geogr¨¢fico, del cual, a lo lejos, se adivinan las construcciones en forma de pagoda que dieron cobijo a las instalaciones militares.
M¨¢s al norte, la ciudad fantasma de Dunwich conjura otra clase de enigmas, cuyos ecos provocan en Sebald algunos de los pasajes m¨¢s fascinantes del libro: "El Dunwich actual es el ¨²ltimo vestigio de una ciudad que contaba con uno de los puertos m¨¢s importantes de la Edad Media", escribe. "Todo esto se ha convertido en ruinas y yace, disperso por m¨¢s de cinco o siete kil¨®metros cuadrados, bajo arenas movedizas y guijarros, fuera, en el fondo del mar". Como testimonio del glorioso pasado quedan los despojos de la iglesia de Todos los Santos, que, abandonada a su suerte en 1755, se asoma al horizonte desde un promontorio que parece a punto de desmoronarse como un castillo de arena. Tambi¨¦n merece una visita el museo situado en la ¨²nica calle de lo que queda del pueblo, tierra adentro. En ¨¦l se detallan en maquetas tridimensionales las circunstancias de la derrota de Dunwich en su guerra de siglos librada contra la crueldad de las aguas y que tuvo sus m¨¢s pavorosas batallas en las devastadoras tormentas de 1286, 1328 y 1347.
Para reponerse de la melancol¨ªa netamente sebaldiana reinante en Dunwich y en los abandonados bosques de sus alrededores puede servir de ant¨ªdoto el bullicio de la localidad de Southwold, con su paseo mar¨ªtimo animado por los colores marinos de las casetas de playa, el parque de atracciones deliciosamente anacr¨®nicas del quejumbroso muelle de madera o la visi¨®n del faro cuando cae el sol y "su cabina de cristal luminosa" alcanza "el interior de la claridad". Aqu¨ª, Sebald se hospeda en el Crown Hotel, donde frecuenta el bar de la parte trasera, silencioso como solo puede resultar un lugar donde ¨²nicamente los parroquianos conocen el truco para abrir la puerta.
Sebald se demora varios d¨ªas en Southwold para perder el tiempo en la Sailor's Reading Room, uno de los lugares m¨¢s fascinantes de la costa de Suffolk. Se trata de una peque?a casa en la parte superior del paseo que alberga una instituci¨®n p¨²blica pensada para entretener a los marinos cuando el mal tiempo desaconsejaba hacerse a la mar. "Casi siempre est¨¢ vac¨ªa a excepci¨®n de los pocos pescadores o navegantes a¨²n vivos que, sin pronunciar palabra, se sientan en una de las sillas con respaldo y dejan pasar el tiempo". De las paredes cuelgan bar¨®metros y fotograf¨ªas de viejos y orgullosos barcos y en las mesas se mezclan las tablas de mareas y los cuadernos de bit¨¢cora. Un buen rato en este lugar, mecidos los pensamientos por el tictac de los instrumentos de navegaci¨®n, puede obrar extra?os efectos en el visitante. Hasta el punto de hacerle creer que por la puerta de goznes chirriantes podr¨ªa asomar el bigote frondoso del viejo profesor alem¨¢n, llegado a pie del mismo lugar impreciso entre la realidad y la ficci¨®n, entre la memoria y la fabulaci¨®n, que habitan sus extraordinarios libros.
Gu¨ªa
Informaci¨®n
? Turismo de Gran Breta?a (www.visitbritain.com).
? Turismo de Suffolk (www.visitsuffolk.com).
? El festival de las artes de Aldeburgh (www.aldeburgh.co.uk), que fund¨® el compositor Benjamin Britten, celebra del 8 al 24 de junio de 2012 conciertos, clases magistrales, recitales, pel¨ªculas y conferencias... La web del festival ofrece adem¨¢s la programaci¨®n musical de Suffolk y organiza eventos como el Britten Weekend (del 19 al 23 de octubre) en el que se representar¨¢ la ¨®pera bufa Albert Herring (15 euros).
C¨®mo llegar
? En avi¨®n. El aeropuerto m¨¢s cercano a Ipswich es Stansted (60 kil¨®metros), desde donde hay un autob¨²s directo.
Ryan Air (www.ryanir.com)vuela a Stansted desde Madrid por unos 60 euros.
? En tren. Hay trenes desde Londres (Liverpool Street) a Ipswich cada hora. Cuestan unos 40 euros y tardan algo m¨¢s de una hora con National Express (www.nationalexpresseastanglia.com).
Dormir
? Bull Hotel. Market Hill, Woodbridge (www.bullhotel.co.uk). Hotel familiar de aire brit¨¢nico, con pub y moqueta omnipresente. El alojamiento aparece en la novela Los anillos de Saturno. Sebald se hospeda aqu¨ª en una "habitaci¨®n bajo el tejado". "Por la escalera me llegaba el tintineo de los vasos del bar y el grave murmullo de los clientes", escribe. La doble con desayuno, unos 100 euros.
? Hotel Crown. High Street, Southwold. (http://adnams.co.uk/category/stay-with-us). Tambi¨¦n aparece en la novela, y es un lugar de peregrinaje para los amantes de Sebald. Famoso por su restaurante y su bar. Situado en la animada calle principal del pueblo costero de Southwold. La doble, con desayuno, 175 euros.
? Best Western Ufford. Yarmouth Road, Melton, Woodbridge (www.uffordpark.co.uk). Tiene el aire de un motel, aunque con campo de golf. En el interior del condado. La doble, desde 105 euros con desayuno.
? Brudenell Hotel. The Parade, Aldeburgh,Aldeburgh (www.brudenellhotel.co.uk). Boutique hotel de inspiraci¨®n marinera con vistas a la playa. La doble, desde 160 euros.
Comer
? Lighthouse High Street, 77. Aldeburgh (www.lighthouserestaurant.co.uk). Recetas de pescado con un toque de alta cocina. Unos 25 euros.
? Festival gastron¨®mico (www.aldeburghfoodanddrink.co.uk). Del 24 de septiembre al 8 de octubre, con eventos por toda la zona.
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