Viejas agendas
Se acab¨® el verano. Bueno, eso es lo que nos dice el convencionalismo que resulta embustero cuando se comporta como el de este a?o. Exiliados del campo, aunque vivamos en un pueblo peque?o, la enrevesada existencia urbanita se ha apoderado de nuestras horas, de nuestros d¨ªas, noches, apetitos, sue?os, necesidades, sombras y gozos. Un sofoco inclemente en la capital se ha instalado, como un terco nubarr¨®n, sobre otros muchos territorios dejando apenas libre, para nuestra satisfacci¨®n, esta franja cant¨¢brica que ha disfrutado de pocas jornadas estivales, bajo una boina de nubes.
Ha sido un verano decepcionante para quienes buscaban el ba?o de mar, pero bienvenido para quienes apenas nos arrastramos apoyados en lo que fue complemento de moda varonil y que ahora empu?an los ancianos de ambos sexos, el bast¨®n, que nos hace un gesto de complicidad entre los muchos y muchas que ahora lo precisan.
Cada d¨ªa nos corta una rebanada de luz y el sol aparece m¨¢s tarde, ah¨ª est¨¢ el oto?o, frontera anual para los viejos cuya vida suele terminar con mayor frecuencia en este periodo, ignoro por qu¨¦, quiz¨¢s por las corrientes de aire. Es el tiempo de la crisis total. En mi largo recorrido he cambiado con gran frecuencia de vivienda, algunas las he perdido a manos de la pareja que ten¨ªa mejor abogado, otras por los vaivenes de la fortuna y ese vagabundear me ha hecho tomarle afici¨®n a los recuerdos port¨¢tiles que han perdido su raz¨®n; conservo cartas de personas que no representan nada en mi memoria y se fueron por la senda que va a dar en la mar que es el olvido.
Entre ellas, un paquete de viejas agendas, y repas¨¦ una de ellas, la del a?o 1961, ?hace 50 a?os! La mayor parte de los lectores de este peri¨®dico a¨²n no hab¨ªa nacido o daba los primeros pasos. ?Era otro mundo, que ha variado, o soy yo el distinto, que en muy poco se me semeja? Parece que hubiese marchado sobre esas cintas sin fin que hay en los gimnasios donde caminar sin ir a parte alguna. Un a?o de gran actividad, que no he cotejado con otros, anotadas breves recordaciones hoy vac¨ªas de contenido. Una ma?ana, viajar a Barcelona, la siguiente, al Puerto de Santa Mar¨ªa, cita con Lorenzo Erre. ?Qui¨¦n era ese Lorenzo Erre, cuyo trazo se ha esfumado, qu¨¦ gesti¨®n, negocio o trato tuve con ese sujeto sin identificar? Almorzar con Manolo y Carmen, ah¨ª asoman las figuras desva¨ªdas de personas que quise y murieron hace casi medio siglo. Flores a Fefa a mediados de marzo, ?qu¨¦ Fefa, indudable Josefina en v¨ªsperas de su santo, lo que pod¨ªa justificar el env¨ªo de un ramo? ?Era el principio, el fin de una aventura sentimental o, simplemente, la esposa de un conocido a quien me ven¨ªa bien agasajar, o una madre primeriza en el hospital? Comer con Fulano, cenar con Mengano, entrevista en unas ya innominadas oficinas, probar en el sastre, ir al dentista, reservar habitaci¨®n en un hotel de Par¨ªs, de Londres, de Roma, preparar un viaje a M¨¦xico y m¨¢s comidas, cenas, aperitivos, que daban la impresi¨®n de que nunca paraba en casa. Reuniones con colegas, al t¨ªpico estilo espa?ol, o sea, durante op¨ªparas comidas, invitaci¨®n a fiestas privadas en casas amigas, algo que parece haber concluido. ?Qui¨¦n ofrece una fiesta, ni siquiera con el pretexto del cumplea?os? No quise mirar otra agenda, ya lo har¨¦ si la preparaci¨®n, ingesti¨®n o respiraci¨®n de medicamentos me dejan tiempo libre. Ah¨ª est¨¢ mi vida, aunque la desmemoria me revele lo poco que acabamos conoci¨¦ndonos.
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