Clooney como modelo
El modelo a seguir en el terreno afectivo de los descre¨ªdos parece ser George Clooney. ?El actor o sus personajes? Quiz¨¢ ambos. El concepto, expuesto por uno de los protagonistas de Con derecho a roce con el asentimiento del otro, no puede ser m¨¢s directo: "?l folla y trabaja; no hay m¨¢s". Pero de boquilla andamos todos fenomenal. Luego hay que confirmar la teor¨ªa con la pr¨¢ctica, y ah¨ª entra lo de siempre, el amor. Rara cosa. Estamos, por tanto, ante una pel¨ªcula que juega la carta de la modernidad emocional para luego escaparse hacia lo convencional: un elogio del romanticismo, de la media naranja como figura incuestionable.
Will Gluck, que ya hab¨ªa demostrado su buena mano para la comedia y las nuevas actitudes respecto al sexo y al coraz¨®n en la juvenil Rumores y mentiras (2010), su original recreaci¨®n de La letra escarlata ambientada en un instituto, comienza su pel¨ªcula con un encontronazo en un aeropuerto digno de una comedia loca de los a?os treinta. De hecho, en diversos momentos, Con derecho a roce juega a eso, a una puesta al d¨ªa de aquellas screwball comedies, homenaje incluido con ese cartel de Sucedi¨® una noche, la pel¨ªcula fundacional del g¨¦nero, sobre la cama de uno de ellos. Se intenta recoger el modelo cl¨¢sico, para luego virar hacia el desencanto afectivo y el desenfreno sexual contempor¨¢neos. Porque, seguro que la memoria no falla, Tom Hanks y Meg Ryan nunca salieron haciendo un cunnilingus en las pel¨ªculas de Ephron (arcadas solo de pensarlo), mientras Mila Kunis y Justin Timberlake, protagonistas de Con derecho a roce, parecen en su salsa. Un atrevimiento retratado de forma sutil con ese fugaz plano televisivo, solo para muy cin¨¦filos, de Bob & Carol & Ted & Alice (Paul Mazursky, 1969), vivo retrato del desmadre sexual de una ¨¦poca, aquella s¨ª, verdaderamente atrevida.
CON DERECHO A ROCE
Direcci¨®n: Will Gluck.
Int¨¦rpretes: Justin Timberlake, Mila Kunis, Patricia Clarkson, Jenna Elfman. G¨¦nero: comedia rom¨¢ntica. EE UU, 2011.
Duraci¨®n: 109 minutos.
Aunque un tanto hist¨¦rica (las cancioncillas de fondo no paran), la pel¨ªcula se ve con cierto regocijo mientras mantiene su juguetona efervescencia, pero en cuanto surge el amor todo se hace m¨¢s convencional y rutinario. No porque el amor lo sea, sino porque la pel¨ªcula lo acaba siendo, incapaz de escapar de clich¨¦s como la visita a casa de los padres y hasta del toque social con la aparici¨®n del alzh¨¦imer del padre. La apoteosis del follamiguismo, en fin, tiene fecha de caducidad.
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