Ni?os privados
En mi ni?ez, nadie cercano a m¨ª iba a colegios p¨²blicos, t¨¦rmino que yo creo que ni exist¨ªa o, de existir, no se estilaba; eso dar¨¢ una idea de mi clase, mi clase social, y del tipo de escuela al que fui a clase. La educaci¨®n primaria y los primeros cursos del bachillerato los hice en un colegio de los hermanos maristas que estaba, literalmente, a un tiro de piedra de nuestra casa. Yo no tiraba piedras de ni?o, que conste.
Pero a dos o tres tiros m¨¢s de mi colegio marista se alzaba en lo alto de un mont¨ªculo el instituto, tal vez el ¨²nico que exist¨ªa en mi ciudad de entonces, Alicante. La gente lo llamaba "el Instituto", y lo era en may¨²scula, no solo por su mole. Estaba c¨¦ntrico, pese a su colocaci¨®n monta?osa, y ten¨ªa unas grandiosas y no siempre limpias escaleras de acceso desde un paseo muy transitado; aun as¨ª, los ni?os como yo nunca sub¨ªamos esas escaleras, que ten¨ªan, t¨¢citamente, algo de camino a la perdici¨®n. La ense?anza p¨²blica era como la mujer p¨²blica: un mal menor en un mundo que, de ser mejor, no las necesitar¨ªa a ninguna de ambas.
Es una infamia que unos pol¨ªticos traten de que la palabra 'insti' o la palabra 'se?o' suenen mal
Mi familia cambi¨® de domicilio, de colegio y orden religiosa yo, y con parsimonia llegaron cambios m¨¢s sustanciales, no solo a Alicante y provincia. La Espa?a nueva que se fue dibujando en nuestro horizonte empez¨® a tener colegios laicos e institutos sin halo mef¨ªtico, y la ense?anza fuera del amparo o el yugo de la Iglesia cobr¨® relieve. No todos los ni?os y ni?as que t¨² ve¨ªas saliendo bulliciosos de alg¨²n colegio ante cuya puerta pasabas a media tarde llevaban uniforme, aunque todos iban doblados, como porteadores, por su mochila, ese bols¨®n da?ino para el espinazo que sustituye a la cartera y el cab¨¢s (con o sin plumier dentro) de anta?o.
Hay gente de izquierdas que defiende hoy el uniforme en los ni?os, y yo lo entiendo, aunque mi esfuerzo mental me ha costado. En la ¨¦poca de lo p¨²blico anatematizado, todo ser uniformado, el jesuita, el bedel, el salesiano modesto, el polic¨ªa de gris y hasta el cartero cargado de su henchida saca, nos parec¨ªan -a poco que nuestra conciencia de clase hubiera dado un salto cualitativo- representantes del orden establecido y represores. Solo se perdonaba, me parece, a los bomberos y a algunos ¨¢rbitros laxos. El cambio operado en la democracia nos hizo tambi¨¦n perder, poco a poco, la desconfianza hacia los uniformes, empezando por el de la Guardia Civil (que dej¨® de asociarse con el estribillo lorquiano) y acabando, cuando les vimos de azul, m¨¢s guapos todos y m¨¢s altos y con la porra menos activa, por la Polic¨ªa Nacional. ?Y los ni?os? La verdad es que est¨¢n mon¨ªsimos, ellos y ellas, con el mismo calcet¨ªn y la misma corbata o faldita plisada todos. Y en pa¨ªses donde la ense?anza no era o no es un bien com¨²n, da gusto (pienso en el sur de la India y en alguna capital del ?frica occidental) verles con las camisas blancas y el emblema bordado que les da el rango de la escolaridad.
Uniformado o no, el ni?o, y ahora hablo del ni?o y tambi¨¦n del adolescente espa?ol actual, se merece m¨¢s. M¨¢s de lo que tuvimos nosotros en la casi obligada ense?anza religiosa de aquellos a?os. Por supuesto que hab¨ªa curas y madres jesuitinas de gran sabidur¨ªa, y si despu¨¦s de darnos literatura o ¨¢lgebra nos obligaban al escapulario o a la novena, bueno, uno se lo perdona retrospectivamente, siempre que no existiera lavado dr¨¢stico de cerebro o metedura de mano. Pero es una infamia, un crimen de lesa autoridad, que con lo que ha costado en este pa¨ªs salirse (en cierta medida) del molde ultramontano en la ense?anza y diversificarla, quitarle el hisopo y la homil¨ªa contra la libre sexualidad y el libre albedr¨ªo, vengan ahora unos pol¨ªticos electos (y los que vendr¨¢n) a abonar y regar generosamente el terreno de ¨¦lite de la did¨¢ctica discriminatoria y retr¨®grada, tratando de que la palabra insti o la palabra se?o suenen mal y est¨¦ mal visto que -en vez de quedarse d¨®cilmente en el aula a dar el genitivo saj¨®n bajo un crucifijo- los maestros y los alumnos saquen p¨²blicamente la angustia de su privaci¨®n. ?De su privatizaci¨®n?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.