Cr¨®nicas del rockero redimido
Josele ha vuelto y est¨¢ hecho un pincel. El ex de los Enemigos vivi¨® los a?os de euforia lo bastante deprisa como para haber rubricado un ep¨ªlogo prematuro, pero ha sabido echar a tiempo el freno de mano. Y, ah¨ª donde le ven, anoche compareci¨® en la Joy elegant¨®n, lustroso, vestido de oscuro y con aspecto saludable. Esc¨¦ptico y descre¨ªdo como siempre, solo que ahora con mejores argumentos en el zurr¨®n. Y en buena forma vocal, al menos en sus par¨¢metros. Presumi¨® en todo momento, queremos decir, de enturbiada voz ronca, reseca, malasa?era, a ratos espor¨¢dica. Y sugerente, siempre que no se aproxime a las coordenadas de Jaime Urrutia.
Santiago suma 46 primaveras (o inviernos) y ya no comulga con casi nada, empezando por s¨ª mismo. Ha trascendido a una banda de resonancias hist¨®ricas, a desmanes y cuidados intensivos, a la mitolog¨ªa de la vida cr¨¢pula a muy altas horas. Y ah¨ª le tienen, burl¨¢ndose de que ayer oficiaba su primer bolo veraniego ("en oto?o, porque somos as¨ª") y quit¨¢ndole trascendencia al p¨®quer de t¨ªtulos que comprende su trayectoria con nombre propio ("ya tengo cuatro, as¨ª, a lo tonto"). A pesar de que el ¨²ltimo y bien reciente, Lecciones de v¨¦rtigo, le podr¨ªa aportar alg¨²n argumento como para incurrir en pecado de vanidad.
La vida es en el mejor de los casos como sus canciones, un comecocos est¨¦ril
En solitario, este cronista de las geograf¨ªas noct¨¢mbulas ha seguido buceando (El farol) en la psicolog¨ªa de esas criaturas fr¨¢giles que, acodadas en la barra de un bar, no saben bien c¨®mo implorar un ¨²ltimo trago. Como dec¨ªa Antonio Gamero y suscribir¨¢n tantos otros lobos de Malasa?a, en ning¨²n sitio se est¨¢ mejor que fuera de casa. Pero, por fortuna, Santiago ha sabido desarrollar registros m¨¢s all¨¢ del t¨®pico cheli, urbano y barrial. E incluso cuando reincide, como en Mar de fondo, le sale un tema denso, con hechuras de rock hondo y cl¨¢sico.
Los santiaguistas han estudiado tanto la obra de su gur¨² que adivinan sus intenciones con las primeras palabras de cada presentaci¨®n, puede que hasta con la colocaci¨®n de los dedos sobre el m¨¢stil. En sus esfuerzos por desentra?ar con sorna la realidad circundante, a Josele a veces le brotan figuras po¨¦ticas indescifrables ("el fr¨ªo nunca embiste al bailar¨ªn", en El lobo). Pero tambi¨¦n nos regala tem¨¢ticas inesperadas. Pae, con cierto deje de swing jazz¨ªstico, testimonia las ¨²ltimas horas de su padre en un hospital gaditano mientras las comparsas bullangueras -paradojas de la vida- hac¨ªan de las aceras un fest¨ªn. Han ganado nosotros es un t¨ªtulo parad¨®jico para una canci¨®n protesta muy poco sujeta a c¨¢nones. Y la concurrencia (600 personas) saluda con delectaci¨®n la espl¨¦ndida Fractales, instant¨¢nea del mundo real desde el abismo de la esquizofrenia: "Est¨¢n pasando cosas que solo yo puedo ver".
Los aullidos y adhesiones estuvieron m¨¢s justificados entonces que con ocurrencias como la de Cachorrilla, una oda a la vida pastoril ("Es la ¨²ltima boina / y voy a llevarla yo") que, para resultar m¨¢s cre¨ªble, merecer¨ªa ser interpretada con tan anhelada prenda. En realidad, puede que Josele no pretenda que nos tomemos demasiado en serio sus consignas. Su af¨¢n desmitificador alcanza incluso a aspectos delicados entre la poblaci¨®n masculina: cuando present¨® a su guitarrista, David Krahe, hizo constar que el muchacho, en vista de su merma capilar, hac¨ªa poco gasto en champ¨².
La vida, en el mejor de los casos, es como algunas canciones de Josele: un comecocos est¨¦ril (Pensando no se llega a na). Y este rockero redimido, superviviente a tantos tragos amargos, sabe bien de lo que habla.
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