En mi casa o en la suya
Cuando Xavi y Montse finalmente decidieron abrir su casa para organizar cenas, esperaban que la experiencia se les hiciera algo extra?a. Pero no tanto. En Estados Unidos y Cuba ya exist¨ªa gente que organizaba cenas en sus hogares y pensaron en importar el modelo a Barcelona. ?l, chef, se encargar¨ªa de cocinar, y ella, economista, ejercer¨ªa de jefa de sala. El lugar elegido era su reci¨¦n renovado piso en el barrio de Gr¨¤cia. "Un desastre no fue, raro... s¨ª", recuerda Montse. El primer grupo que reserv¨® fue para celebrar una despedida de soltero. "Hacemos que la gente se quite los zapatos al entrar y les damos unas alpargatas. Pues todos ¨ªbamos de esa guisa menos la stripper, que deb¨ªa hacer su espect¨¢culo con tacones. Al final, la que se lo tom¨® con m¨¢s naturalidad fue ella. Una profesional".
Xavi y Montse tomaron como modelo las cenas en hogares de Estados Unidos y Cuba para su aventura gastron¨®mica
"Seguiremos con el concepto del 'chef a domicilio' aunque, de momento, no nos reporte grandes beneficios"
La accidentada inauguraci¨®n de la aventura hogare?a de Kokun, como se hace llamar la experiencia gastron¨®mica de la pareja, deriv¨® en un proyecto de mayor recorrido que pronto empez¨® a aparecer en la prensa. Hab¨ªa llegado la moda del restaurante dif¨ªcil de encontrar y no se acabaron de sentir c¨®modos, por lo que limitaron mucho el tipo de p¨²blico que hoy por hoy admiten.
la experiencia gastron¨®mica privada y personalizada que ofrecen Kokun en su piso, Faraaj Hashim en su casa y en la de sus clientes, Philippe Lopez desde su obrador, Helena Garriga en su tienda de delicatessen o la gente de Kibuka con su sushi en directo en la mesa de tu sal¨®n, poco o nada tiene que ver con una cena en un restaurante escondido tras una tintorer¨ªa.
En un bajo interior de la Rambla de Catalunya, Faraaj Hashim, oriundo de Sri Lanka, est¨¢ cocinando okra. Bajo el ep¨ªgrafe de Mount Lavinia, Faraaj se ha forjado un nombre dentro de la escena culinaria privada de Barcelona. "Llegu¨¦ a la ciudad hace 13 a?os", recuerda mientras remueve la verdura. "Trabaj¨¦ para una filial de HP. Me gustaba mucho cocinar las recetas de mi familia y hace tres a?os decid¨ª dedicarme por completo a la gastronom¨ªa". Jam¨¢s contempl¨® la idea de abrir ese restaurante que mostrara los aut¨¦nticos sabores del sureste asi¨¢tico. Si el comensal que contrata estas experiencias culinarias disfruta de la exclusividad y de la personalizaci¨®n del producto -la mayor¨ªa de men¨²s se eligen en conjunto-, el que emprende este tipo de negocio goza de un nivel de independencia impensable en un modelo empresarial de mayor tama?o.
El pastelero galo Philippe Lopez posee un atelier en el barrio de Gr¨¤cia y tampoco tiene ninguna intenci¨®n de crecer. "Estoy aqu¨ª solo, haciendo mis postres. La gente que pasa por la calle ve un enorme pastel a trav¨¦s de la cristalera, llama a la puerta y pregunta qu¨¦ es esto. Muchos no entienden que es un taller, que aqu¨ª no se vende nada, Bueno, s¨ª. Se venden unas galletas, receta familiar". Descendiente de una estirpe de reposteros de Aquitania, Philippe decidi¨® montar este negocio, en principio, solo para servir reposter¨ªa a restaurantes. "Pero la comunidad francesa me descubri¨® y empec¨¦ a hacer pasteles por encargo". La voz se corri¨® y ahora los barceloneses representan el 40% de su volumen de negocio, consistente en pasteles personalizados a una media de cuatro euros la raci¨®n. Tanto ¨¦l como Faraaj coinciden en la especializaci¨®n y la no exhibici¨®n publicitaria de su negociado, otro aspecto clave para entender este fen¨®meno de servicio privado de restauraci¨®n.
Cenas en mi casa, en la de mis clientes, catering para grupos no demasiado grandes, comidas de empresa en oficinas y tambi¨¦n eventos en locales que, cada cierto tiempo, alquilo por la ciudad". As¨ª explica Faraaj las formas para disfrutar su comida y su compa?¨ªa.
Parece valer cualquier lugar. Incluso una tienda de delicatessen. Hace un par de a?os, Helena Garriga y su marido abrieron a escasos metros del passeig de Gr¨¤cia, un local de delicatessen e instrumental de cocina llamada La Cuina d'en Garriga. "La idea era vender tomates que supieran a tomate, algo complicado de encontrar en esta zona", recuerda Helena, sentada en la gran mesa de madera que preside la parte trasera de su tienda. En esta mesa, una vez ha cerrado el comercio, se sirven cenas degustaci¨®n. "A la gente le gusta la privacidad del lugar, una vez cerrados al p¨²blico, y poder comer lo que vendemos aqu¨ª". En la actualidad, el establecimiento est¨¢ tratando de abrir una terraza y as¨ª trasladar el ¨¦xito vespertino a su horario regular de tienda.
Otro modelo es el del restaurante japon¨¦s Kibuka, en el barrio de Gr¨¤cia. Desde hace poco, los responsables de este establecimiento han diversificado la oferta: "Hemos abierto un espacio de take away y tambi¨¦n ofrecemos la posibilidad de que uno de nuestros chefs vaya a tu casa y te haga el sushi en directo", apunta Oriol Ruiz, uno de los tres socios que comandan este negocio.
El trayecto de Kibuka es inverso al de La Cuina d'en Garriga e incluso al de Kokun. Estos dos empezaron en el ¨¢mbito m¨¢s privado y, poco a poco, han ido ampliando su oferta hacia lo p¨²blico. Helena, con su peque?a terraza; Xavi y Montse, con un proyecto de "cocina preparada para locales que no poseen espacio para elaborar platos. Los desarrollamos en nuestro taller y los servimos a bares y restaurantes", apunta el chef.
En Kibuya "pensamos en abrir m¨¢s locales de take away y, aunque de momento no es algo que nos reporte grandes beneficios, seguiremos con el concepto del 'chef Kibuka en casa", apunta Ruiz. El sushi lo cocinan delante del consumidor. Todo llega en cajas y sale de la misma guisa. Un trabajo r¨¢pido, limpio y que no deja rastro en el lavavajillas (se llevan la vajilla sucia). Una noche de sushi cuesta unos 45 euros.
Llaman a la puerta del atelier de Philippe Lopez. Son dos turistas estadounidenses que quieren saber qu¨¦ demonios es esto. El repostero se lo explica. Insisten en que quieren comprar algo, as¨ª que les muestra las galletas que vende en cajas. Las chicas parecen interesarse, pero una caja les parece demasiado. ?Ser¨ªa posible comprar solo una? Philippe cierra la puerta y vuelve al trabajo. "Servicio a medida y personalizado, pero tampoco nos pasemos".
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