Todas las gatas tienen 'swing'
Carla Bruni mide 1,76 cent¨ªmetros de altura, diez m¨¢s que Nicolas Sarkozy, lo que ha obligado al presidente de Francia a calzar zancos con dobles suelas y a caminar muy estirado. Pese a que ella a su lado usa siempre zapato plano, le saca una cuarta, pero la servidumbre de este pol¨ªtico es a¨²n peor: adonde quiera que vaya la pareja, en visita oficial o privada, est¨¢ condenado a que su esposa acapare todas las miradas. El presidente de Francia queda relegado en cualquier recepci¨®n al papel de mero acompa?ante, al que solo le queda el consuelo de exhibir a esta mujer como un trofeo de caza mayor para poner a los dem¨¢s colegas los dientes largos. Salvo a Jacqueline Kennedy y a Carla Bruni, uno puede imaginar a cualquier esposa de primer ministro con rulos y bata de cuarterones preparando un par de huevos fritos con panceta para el desayuno de su marido, pero Carla Bruni ha realizado una labor m¨¢s an¨ªmica como primera dama. Dijo Duke Ellington:"En esta vida quien no tiene swing, no tiene nada". Carla Bruni lo tiene. No se lo ha podido transferir a su marido, que en las esferas del glamour se mueve como un pardillo, pero al menos le ha desguazado las corbatas chillonas, las cadenas de oro y relojes detonantes.
Carla Bruni naci¨® en el Piamonte, en un palacio del siglo XI, de 40 habitaciones. Esta italiana que parece deslizarse por la vida con los perezosos movimientos de una gata de lujo comenz¨® dando caderazos por las pasarelas para los modistos m¨¢s famosos. Luego se hizo una de esas cantantes que susurran. Carla Bruni dice las canciones como si se acabara de levantar de la cama y expresara deseos l¨¢nguidos rasc¨¢ndose la espalda por debajo del pijama, los ojos hinchados de sue?o todav¨ªa, mientras se dirige al cuarto de ba?o donde le espera una nube de espuma perfumada dentro de la cual podr¨ªa seguir susurrando.
Fluir con la m¨¢xima discreci¨®n en medio del ¨¦xito ha sido una de las artes y las armas de esta mujer, hasta el punto que habiendo sido amante, entre otros, de Mick Jagger, con el que anduvo por todas las grandes ciudades del mundo durante siete a?os, no existe una foto que rompiera el secreto de la pareja. En una entrevista de 1996 Jean Paul Gaultier le pregunt¨® qu¨¦ llevaba en el bolso. "Dos gu¨ªas del amor y del sexo en siete idiomas", respondi¨® Carla Bruni. A continuaci¨®n demostr¨® que sab¨ªa decir en alem¨¢n me pones muy caliente o m¨¦teme el dedo por detr¨¢s, frases que le¨ªa y pronunciaba con voz l¨¢nguida de quedona. Despu¨¦s, cuando ya era primera dama de Francia alguien le formul¨® la misma pregunta. Carla Bruni mostr¨® sus pertenencias. Llevaba en el bolso un pendiente, un l¨¢piz de labios, el pasaporte y una chequera. "Soy muy banal", a?adi¨®.
Mujeres de este estilo, tan suaves, gatunas y envolventes suelen llevar dentro una bomba dispuesta para la explosi¨®n controlada. Nicolas Sarkozy conoci¨® a Carla Bruni en una fiesta que les prepar¨® un amigo del presidente, Jacques S¨¦gu¨¦la, para consolarle de la ruptura con su segunda mujer Cecilia Ciganer-Albeniz. Con una copa en la mano Sarkozy entr¨® muy sobrado en jurisdicci¨®n de la diva: "?Ser¨ªas capaz de darme ahora mismo un beso en la boca?", le pregunt¨®. Carla Bruni par¨® en el aire el vuelo audaz de este halc¨®n con una sonrisa insinuante: "Se acabaron las aventuras. Solo vivir¨¦ con un hombre que me d¨¦ un hijo". Sarkozy trataba de establecer con ella un juego semejante al de Kennedy con Marilyn, pero el resultado est¨¢ a la vista. Lentamente con suaves movimientos el¨¢sticos la gata se desliz¨® hasta las alfombras del El¨ªseo, se pos¨® sobre las rodillas del presidente de Francia y la explosi¨®n se produjo en el momento exacto. El fulminante hizo contacto. Carla Bruni acaba de salir de cuentas. Sarkozy se ha quedado sonriendo como el gato despu¨¦s de comerse al canario.
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