Contra una demanda palestina
Tras declararse favorable al principio "dos pueblos, dos Estados", el autor considera que la reciente petici¨®n unilateral planteada por Mahmud Abbas ante la ONU no sirve a la causa de la paz
Hace m¨¢s de cuarenta a?os que soy partidario de la creaci¨®n de un Estado palestino viable y de la soluci¨®n "dos pueblos, dos Estados".
En toda mi vida he dejado -aunque solo fuese apadrinando el plan israelo-palestino de Ginebra y acogiendo en Par¨ªs, en 2003, a Yossi Beilin y Yasser Abed Rabbo, sus principales autores- de decir una y otra vez que es la ¨²nica soluci¨®n conforme tanto a la moral como a la causa de la paz.
Hoy, sin embargo, soy hostil a la extra?a demanda de reconocimiento unilateral que debe discutirse pr¨®ximamente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, en Nueva York, y me siento en la obligaci¨®n de explicar por qu¨¦.
En primer lugar, esta demanda se basa en una premisa falsa: la pretendida "intransigencia" israel¨ª, que se supone no deja otro recurso a la parte adversa que esta medida de presi¨®n. Ni siquiera me refiero a la opini¨®n p¨²blica de Israel, que, como ha confirmado otra vez un sondeo realizado por el Instituto Truman por la Paz en la Universidad Hebrea de Jerusal¨¦n, es masivamente favorable (70%) a la idea del reparto de la tierra. Me estoy refiriendo al mismo Gobierno israel¨ª y al camino que ha recorrido desde los tiempos en que su jefe a¨²n cre¨ªa en las peligrosas quimeras del Gran Israel. Por supuesto, queda la cuesti¨®n de los "asentamientos" en Cisjordania. Pero el desacuerdo en este asunto no estriba en la cuesti¨®n en s¨ª misma ni en la necesidad de alcanzar un compromiso, sino que enfrenta a quienes exigen, con Mahmud Abbas, la paralizaci¨®n de los asentamientos antes de volver a la mesa de negociaciones y a quienes rechazan, con Netanyahu, que se plantee de antemano lo que deber¨ªa ser uno de los puntos de la negociaci¨®n. Todo el mundo, y yo el primero, tiene su opini¨®n sobre este tema. Pero presentar esta discrepancia como una negativa a negociar es una falsedad.
Aunque en el discurso del l¨ªder palestino se perciben notas de real sinceridad, otras se?ales son inquietantes
Con una firma m¨¢gica se pretende cortar el nudo de intereses m¨¢s inextricable del planeta. ?Esto es serio?
En segundo lugar, esta demanda se basa en una idea preconcebida, que es la de un Mahmud Abbas milagrosa e integralmente convertido a la causa de la paz. No ser¨¦ yo quien niegue el camino que ha recorrido, ¨¦l tambi¨¦n, desde los tiempos en que perpetraba una "tesis" con un fuerte tufo negacionista sobre la "colusi¨®n entre sionismo y nazismo". Pero he le¨ªdo su discurso de Nueva York. Y, aunque percibo en ¨¦l notas de verdadera sinceridad; aunque, como a todo el mundo, me conmueve la evocaci¨®n del calvario palestino, que ya ha durado demasiado; y aunque intuya entre l¨ªneas que, en efecto, a poco que ¨¦l quisiera y a poco que lo animasen a ello, el hombre que lo pronunci¨® podr¨ªa convertirse en el Sadat palestino, o en un nuevo Gorbachov, no puedo evitar percibir tambi¨¦n otras se?ales m¨¢s inquietantes. Ese insistente homenaje a Arafat, por ejemplo... La evocaci¨®n, en semejante ocasi¨®n y en semejante recinto, de la "rama de olivo" que blandi¨® aquel que, a continuaci¨®n, y al menos una vez -en Camp David, en 2000-, rechaz¨® la paz concreta que ten¨ªa al alcance de la mano, pues se la estaban ofreciendo... Y luego est¨¢ el silencio ensordecedor sobre el acuerdo que alcanz¨® hace cinco meses, ¨¦l, Abbas, con un Ham¨¢s cuya solo "programa" bastar¨ªa, desgraciadamente, para cerrarle las puertas de una ONU que se supone solo acepta a "Estados pac¨ªficos" y rechaza el terrorismo. Es con este hombre, claro est¨¢, con quien Israel debe firmar la paz. Pero no ah¨ª. No as¨ª. No gracias a este farol, a estos silencios, a estas medias verdades.
Y, por otra parte, esta demanda supone, qu¨¦ digo, exige que, con una firma m¨¢gica, se corte el nudo de intereses enfrentados, de apor¨ªas diplom¨¢ticas, de contradicciones geopol¨ªticas, m¨¢s inextricable del planeta. ?Acaso es serio? Hace cuarenta a?os que se viene discutiendo -a menudo de mala fe, pero no siempre- sobre las fronteras m¨¢s justas entre los dos pueblos y sobre sus capitales. Cuarenta a?os que se debate, entre gentes que se juegan sus vidas y sus destinos, sobre la manera menos mala de garantizar la seguridad de Israel en una regi¨®n que, a d¨ªa de hoy, nunca ha reconocido su plena legitimidad. Hace 63 a?os que el mundo se pregunta c¨®mo tener en cuenta el da?o ocasionado a los refugiados de 1948 sin comprometer por ello el car¨¢cter jud¨ªo del Estado de Israel. ?Y pretenden resolver todo esto, arbitrar unos dilemas casi irresolubles, zanjar unas complejidades en las que todo est¨¢ en los detalles con un gesto espectacular, expeditivo, sobre fondo de arrebato ret¨®rico-l¨ªrico? ?Vamos! ?Qu¨¦ ligereza! ?Y qu¨¦ p¨¦simo teatro!
Est¨¢ claro que hay que ayudar a los protagonistas de este interminable drama a superarse a s¨ª mismos y a dar los pasos que no han dado durante estos ¨²ltimos a?os.
Es evidente que la comunidad internacional debe incitarlos a ponerse de acuerdo o, como dice Amos Oz -y viene a ser lo mismo-, a divorciarse; de hecho, ese es el prop¨®sito de la reciente propuesta francesa y de los plazos que impone.
Pero nada podr¨¢ evitarles un cara a cara, doloroso y laborioso, sin el cual nunca hay, en ning¨²n lugar, verdadero reconocimiento; nada ni nadie podr¨¢ ahorrarles ese instante aparentemente simple pero que ser¨¢, para los dos, el m¨¢s largo de los viajes: el primer paso hacia el otro, la mano tendida, la negociaci¨®n directa. -
Traducci¨®n: Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva
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