Un pa¨ªs desconcentrado
Varios amigos m¨ªos, padres de ni?os y ni?as muy inteligentes, han sido sorprendidos por la noticia, proporcionada por las escuelas a las que acuden, de que sus hijos carecen de capacidad de concentraci¨®n y son, adem¨¢s, hiperactivos. Los portadores de la noticia han a?adido que es algo que ocurre con frecuencia. Me preocupa este tema, porque creo que es la consecuencia, que pagan los m¨¢s j¨®venes, de la sociedad que hemos creado uniendo nuestras respectivas desidias. La desidia es un hecho tan social como lo es la rebeli¨®n ante la injusticia o la estupidez. Pero para esta ¨²ltima se necesita una aportaci¨®n imprescindible: la de la inteligencia de cada uno. La desidia se nutre de la abdicaci¨®n. Que inventen otros, que ense?en otros, que se esfuercen otros.
"Hay quien responde con monos¨ªlabos o mugidos bovinos a cualquier pregunta"
Tengo entre mis manos el ¨²ltimo libro de Ana Mar¨ªa Moix. La autora catalana se aleja, por una vez, de la narrativa de ficci¨®n, y lo hace para sentar acta del estado, del mal estado de las cosas. Es un libro contundente como una mueca de asco. Lo llama Manifiesto personal, y me complace se?alar que es un texto beligerante e inconformista, de los que ahora necesitamos para realimentarnos con verdades, por amargas que resulten. Moix no deja sin se?alar parcela alguna de cuantas han contribuido a que nos encontremos desvalidos, desnudos y perplejos frente al actual descalabro econ¨®mico y moral. Entreverado de an¨¦cdotas recogidas a pie de calle, y escrito con una amenidad que se agradece, deliberadamente alejado del ensayo sesudo, pero sin perder jam¨¢s la agudeza del pensamiento, este Manifiesto dedica atenci¨®n a todos los estamentos sociales y los problemas que les aquejan. Lo hace Moix con esa socarroner¨ªa tan suya que puede provocarnos una sonrisa, pero que nunca nos descabalga de la indignaci¨®n. Y motivos para indignarnos tenemos: con los pol¨ªticos, con los financieros... y con nosotros mismos.
Es en las p¨¢ginas que dedica a los ni?os y a los j¨®venes -a estos ni?os y j¨®venes que "nos est¨¢n saliendo"- de donde saco el nervio que pretende alimentar este art¨ªculo. Me pone fren¨¦tica que se despachen esa hiperactividad y esa falta de concentraci¨®n con que crecen nuestras criaturas -a las que se cr¨ªa, pero no se educa, denuncia Moix- como algo casi inevitable, tipo maldici¨®n b¨ªblica que "ya pasar¨¢". No es as¨ª. Esos cr¨ªos se convertir¨¢n en adolescentes, y luego, en j¨®venes a medio cocer: lo que la autora bautiza como "invertebrados". Ya nos los encontramos. Desmotivados y con la mente vaporosa: son los que responden con monos¨ªlabos o mugidos bovinos a cualquier pregunta que requiera un m¨ªnimo esfuerzo neuronal.
Se?ala Ana Mar¨ªa MOIX, como causa principal de este retroceso educativo, la dejaci¨®n que la mayor¨ªa de los padres han hecho al confiar a sus hijos, desde la m¨¢s tierna edad, a la hipnosis de la pantalla del televisor. Esto viene de lejos. De hecho, esos "invertebrados" con los que nos encontramos ya han sido deformados por los mensajes de la televisi¨®n, la publicidad, el zapping, la inducci¨®n a sentir falsos deseos de inmediata y ef¨ªmera satisfacci¨®n y, por encima de todo, la ausencia de inteligencia.
Ah¨ª est¨¢ el ni?o o la ni?a, con un mando a distancia en la mano, fijando su atenci¨®n en historias cortas. ?Qui¨¦n le sentar¨¢ a leer un libro? ?Qui¨¦n sentar¨¢ a hacer lo propio a los adultos que le cr¨ªan y cuyo narcisismo considera una p¨¦rdida de tiempo todo lo que no conduzca a una satisfacci¨®n inmediata? ?D¨®nde est¨¢ el anuncio que culpabiliza al usuario por no haber le¨ªdo a tiempo un buen libro? Qu¨¦ va: lo que tenemos es una machacona campa?a en la que todo el mundo pone a parir al infeliz que no se decidi¨® por un auto de determinada marca. Imaginen lo hermoso que ser¨ªa que, en ese anuncio, el protagonista despertara de su pesadilla y, en lugar de encontrarse al volante del coche de marras, se viera en la biblioteca de su casa, rodeado por sus amados vol¨²menes. Uf, soy un lector. Menos mal que mi analfabetismo funcional ha sido solo un mal sue?o.
?ste es un libro amargo, cierto. Pero por una buena raz¨®n: porque el final feliz tenemos que aportarlo entre todos. Aqu¨ª: en este pa¨ªs. En la realidad, en la vida.
www.marujatorres.com
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